Sí, es cierto que algo se te muere en el alma cuando un
amigo se va; y Luís era mucho más que un amigo. Sí, es como un hachazo
invisible y homicida. Sí, ahora mismo no soy capaz de ordenar frases con
emociones. Para una vez que uno quiere hacer una cosa bien, las ideas no
fluyen; sólo recuerdos, buenos recuerdos.
…
La voz de Mario sonó quebrada al otro lado del auricular: “Juan,
ha faltat Luís”. Así me lo comunicó. Sin tiempo de rehacerme, el móvil
se iluminó de inmedizato mostrando un nombre de mujer: Pilar B. Entre sollozos, su hija Pilar Bárbara me confirmó la
triste noticia del fallecimiento de su padre, mi amigo Luis Escobedo Gascón.
Luis, desde 1987, me tuteló siempre que pudo; me introdujo
en Benidorm, en su mundo, entre sus amigos y en su familia, hasta hacerme
sentir uno de ellos. Luis y Pepita, Pepita
Baldó, esposa, amiga, madre y soporte vital de la familia Escobedo-Baldó,
siempre han estado cerca, y los llevo en mi corazón.
Con Luis conocí un concepto muy especial de familia que
llega más allá de la consanguineidad; le gustaba oficiar de pater familias y a fe que sabía, y
podía, hacerlo; y lo hacía. Sus amigos son mis amigos, su familia es también
parte de la mía. Compartí con él (y con Pepita) las bodas de sus hijos Pepita, Luís y Pilar; el
nacimiento de sus nietos Laura y Juan Luís… y ahora, los éxitos de estos
en el diseño y en el baloncesto. El reporte semanal de logros de sus nietos
estaba a la orden del día.
De Luis, nunca me
faltó el consejo, la advertencia, el chiste o la reprimenda en lo bueno y en lo
mejor, pues con él no se producían otras opciones. Ahora, huérfano de su
amistad, resuenan en mi cabeza aquellas frases lapidarias -“Mira
lo que te digo: si a tu mujer le gusta un barranco, búscatelo pequeñito”-,
sus brindis -“Porque no se queden viudas nuestra mujeres”- y sus mensajes -“Juan,
créeme, eso no te conviene; no te hace favor”-. Y siempre resultó que
iba un poco por delante.
Lo conocí nada más llegar a Benidorm aquél verano de 1987;
él, como siempre, estaba ligado al Ayuntamiento de Benidorm y, en esa etapa, al
grupo que lideraba Vicente Pérez Devesa. A los pocos días comíamos en casa de
Soren, aquél noruego de l’Alfàs que servía el mejor aquavit que se pueda
imaginar. Soren y su esposa iniciaron la larga lista de sus amigos que llegué a
conocer en Benidorm, l’Alfás y La Nucía; amigos que siguen siendo.
Luís me llevó a Utrillas, su pueblo, y a Escucha. Luís era
un turolense y oficiaba de maño; de un baturro que llegó un buen día a Benidorm
como funcionario municipal y aquí estuvo hasta jubilarse. Los conocía a todos y
todos le conocían y respetaban. En el Gabinete de Alcaldía compartí con él casi
cinco magníficos años y disfruté de su trabajo y de aquellas aventuras que se
habían vivido en las Casas Consistoriales de Benidorm, en la promoción
turística de la ciudad y en los muchos saraos que se montaban y se organizaban
y que él, con ecuanimidad y máxima fidelidad, reproducía. Siempre atendí sus
consejos que -como zorro viejo- eran muchos y siempre buenos. Nunca deje de
atender sus alertas, que en un mundo con políticos siempre fueron de alcance. Carne
y uña de café mañanero y que si día de la Patrona, que si acto de la Guardia
Civil, que si acto con la Policía Nacional… porque Luís siempre estaba en esos
quites, aunque no nos faltaron noches de fallas, hogueras y Festival de la
Canción. Por mor de nuestro trabajo siempre salíamos los últimos, y siempre con
la grata sensación de haberlo hecho bien. Luís era toda una institución.
Luis me hizo uno más de su familia y he sido testigo de
todos los momentos de felicidad que en todos estos años se han producido: los
éxitos personales que han ido jalonando sus vidas y, también, los momentos
duros, que alguno hubo.
Incluso llegué a conocer a don Ponciano, su padre,
secretario que fue de un buen puñado de ayuntamientos, y a su mucha familia de Utrillas;
a su familia de Francia (Marino, un abrazo); a su familia de Madrid (José Luis,
otro para ti y para Peggy); a su familia de… tantos y tantos sitios, porque
Luis (y Pepita) cosechaba amigos por doquier. “A ver, ¿quién es el que más manda
aquí?, pues con ese tenemos que hablar”. Y hablábamos y terminaba en la
lista de amigos; y unos vinos por medio más, y eran casi hermanos.
Una vez me tocó, cosas de Luis, hacer un pregón taurino en
Escucha porque sus amigos gustaban de toros. Una semana preparándolo y luego,
con las prisas, me dejo el texto en casa. Memoria no me falta, y salimos del
paso; los detalles iban saliendo, aunque salieron más en la cena. Una vez que
supo de mi afición al foie, pues línea directa con Francia; aunque al terreno
del champagne nunca me llevó, que yo soy de cava. Me conseguía puros, buenos
cigarros siempre; me preguntaba, semana a semana, cómo me iban las cosas una
vez que dejé de trabajar junto a él en el Ayuntamiento: aplaudió mis éxitos,
elogió mis libros y se conmocionó con el ERE este último que cortó de cuajo mi
vida profesional. Últimamente, cada viernes, con puntualidad británica, a las 16'15 h. salíamos de casa juntos para tertuliar en Los Cafés del Meliá. Cuán largo se me hará ahora el peregrinar cafetero de los viernes.
Luis (y Pepita) era ese puerto seguro que sabes que siempre
está ahí, en la calma y en la tormenta. “¡Lo que necesites!”. Me vine a vivir
a mi actual domicilio a finales de un mes de diciembre. La llave no la daban y
se echaban encima los días. Al fin, el 31, el último día, se podía llevar a
cabo y no encontrabas a nadie para la mudanza. A primera hora de la mañana se
presentó en casa con su “ejército de porteadores”: él, su hijo Luis, un
aspirante a yerno, etc. Hicimos el traslado y aquella noche nació su nieta. Y Luis
estaba de “porteador” conmigo. Cenamos juntos -ya con la feliz abuela-, y en su
casa. En la nuestra sólo había cajas y una cama a medio montar.
Luis me ha enseñado hasta a cómo tratar a los “aspirantes”;
en todo, incluso eso, sigo y seguiré sus consejos.
Ahora recuerdo, con un nudo en la garganta, cuando en la
terraza del Lucas (Lucca-no) me dijo. “Oye, tengo cáncer; pero esto no es nada”.
Esta mañana, día de Santa Rita (la patrona de los
funcionarios de la Administración Local), Luis ha decidido darse el día libre y
nos ha dejado… un vacío terrible, imposible de llenar nos queda. Pero él ha
cumplido hasta el último de sus días.
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