Tal
vez parezca muy simple, incluso ramplón, comparar el Turismo con el Fútbol,
pero es que hay categorías, divisiones, aficionados, profesionales… y hasta
ultras; y en cada división siempre los hay arriba de la tabla, como líderes (y
no miro a nadie) y colistas (tampoco miro a nadie) que en ocasiones descienden.
Si queremos complicarlo un poquito, me atrevo a comparar también el Turismo con
la Química y las reacciones, la combinación de reactivos para formar productos
a una determinada velocidad. Es un mundo igual de complejo en que un mal manejo
resulta explosivo. A mí me lo parece así, y… así lo cuento.
Cuando
en el seno de la FEPET (Federación Española de Periodistas y Escritores de
Turismo) debatíamos temas de Turismo y Viajes yo llegaba a la desesperación
cuando el análisis era defendido desde Segovia, Verín, Zamora, Bilbao, Palma de
Mallorca, Madrid, Barcelona, Gijón o Matalascañas… distintos puntos de vista,
en nada coincidentes con los míos, y con premisas dalinianas. No, no entendemos
el turismo de igual forma; que esa es otra.
Pero
es que hasta en la estructura primaria de nuestra organización, disentía ya con
los compañeros de Valencia y Castellón. Incluso en la estructura elemental, dentro
de la provincia de Alicante -nuestra Asociación era la única uniprovincial- no
coincidíamos Alcoy, Elche, Santa Pola, Torrevieja, Denia y Benidorm. No, no vemos
las cosas igual o yo sufro de un integrismo nada recomendable. Sí, hay Turismo
de playa, de ciudad, cultural, gastronómico… hay tantas formas de Turismo como
opciones y posibilidades queramos aplicarle y el único denominador común es el
nombre -Turismo- porque cada apellido lleva aparejado sus problemas y
vicisitudes. Y cuando hablamos de Turismo, simplificamos al máximo; se caen los
apellidos.
Cada
uno entiende esto del Turismo en función de la afección que le supone. Muchos
de nosotros mismos no sabemos bien -es mi opinión- en qué grado nos impacta el
Turismo. No, ni siquiera si es la principal fuente de prosperidad y el nivel de
afección que tenemos con él. Esto está en función de dónde vivamos y lo
implicados que estemos con él. Creo, sinceramente, que no nos llegamos a dar
cuenta de lo que representa el Turismo -me da lo mismo que vivamos en Astorga o
en Burriana- y de lo mucho que incide el Turismo en nuestro bolsillo. Tal vez
por eso, yo -tan primitivo y montaraz como soy- lo único que veo es que si el Turismo se convierte (se ha convertido) en
un problema es porque no se ha sabido explicar -ni valorar- y porque una mala
gestión administrativa lo ha
ocasionado. No se ha sabido explicar lo que supone el Turismo en nuestras
vidas y no se ha sabido valorar lo que representa el Turismo en nuestra
economía y, finalmente, no se ha sabido gestionar lo que representa el Turismo
en nuestra sociedad y en determinadas ciudades, espacios y productos.
Además,
hay un elemento en la ecuación del Turismo que me preocupa: la vida cotidiana. Es fundamental que
sea tenida en cuenta la vida cotidiana de las personas que habitan los lugares porque
un desequilibrio en la reacción turismo-ciudadanía da al traste con el producto
final en Barcelona o en Benidorm. Cómo en química, la reacción puede estar
ligeramente desplazada, pero no más; deben seguir produciéndose reactivos y
productos en función de la constante de equilibrio y cierta velocidad. De lo
contrario la reacción no se produce. La vida cotidiana, en consecuencia, bien
pudo haber languidecido o se recuperó con el turismo; la vida cotidiana resulta
siempre alterada por el impacto del turismo. O bien, o mal. La vida cotidiana
es fundamental que sea tenida en cuenta para varias generaciones, previas y posteriores.
Unos lo han intentado; muchos lo han obviado.
La
funcionalidad de los espacios habitados es otro factor determinante; algo que,
por lo general, pasamos por alto en ciudades nuevas y ciudades viejas. Las funciones
son las que justifican el lugar. La función militar se ha perdido en casi todos
los enclaves; Cartagena es puerto de cruceros. Incluso la función industrial se
ha diluido en este mundo de globalización. Ahora priman las funciones
administrativas, educativas y culturales, comerciales y, más modernamente, las funciones de acogida. Estas no las
teníamos muy claras y son las de alojamiento, diversión y recreo. Ahí va:
funciones de acogida. Conjuntar funcionalidades es lo más interesante, pero lo
más delicado. Vuelve a surgir la necesidad del equilibrio en la reacción
química y la importancia de la vida cotidiana.
Hay
que habitar la ciudad y disfrutarla cotidianamente. La cotidianidad, la
sociabilidad, es, a fin de cuentas, el modo de vida de los individuos, y sobre
la vida cotidiana de los ciudadanos impacta el Turismo. Lo cotidiano es lo que
nos identifica. Vale, pueden ser rutinas compartidas; pero marcan un proceso
que se nos acomoda y nos dirige hacia un futuro apacible -incluso en la
mediocridad- que puede llegar a ser alterado por hechos inusuales a esas
rutinas: el ocio ajeno. Esas rutinas, nuestras rutinas, nos gustan porque son
las nuestras; nos hemos acostumbrado a ellas y las hemos integrado como partes
de nuestra vida. Y si se rompe el equilibrio de la reacción llegamos a procesos
de exclusión. Las disfunciones, si las hay -¡hay que cosas escribo!-, afectan a
la vida cotidiana y rompen la convivencia. Hay que evitarlas.
¿A
quién corresponde que esos procesos no se distorsionen? Pues en la química a la
IUPAC y en el Fútbol… ahí lo tengo tan difícil como en la vida real. Y no es
por el fenecido Villarato o por las cositas de Blatter en la FIFA. Evitarlo es
labor de la Administración. Si es que las ciudades tienen como mínimo un Plan
de Usos.
Los
beneficios del turismo, que los tiene, tienen que hacerse visibles. El problema
surge muchas veces cuando el ciudadano sólo percibe los inconvenientes y
problemas, que también los tiene.
El
Turismo no debe ser un problema. Todos coincidimos en que precisa un cambio en
la gestión del proceso, pero también necesitamos que valoremos más lo que es y
representa el Turismo. No sé -creo que sí-, pero echarle toda la culpa al Capitalismo
y a la Economía de mercado limita la visión del problema y reduce el margen de
solución porque la cuestión es muy amplia y son múltiples los factores. Y
necesita una solución porque llevamos años reclamándola. Ya es hora.
Lo
cierto es que tenemos que actuar. Si de toros entienden las vacas y no los
toreros, de Turismo entienden los que hacen turismo y los que reciben a los que
hacen Turismo y los atienden. Entendemos un rato (algunos, como yo, decimos que
algo se nos pegará de estar cerca de los que entienden) y por ello merecemos
que se nos tenga en cuenta cuando opinamos. Hay que arreglar esto y no darle
argumentos a gente como Fritz Joussen, el consejero delegado de TUI, que ya ha
dicho, porque le interesa mover otros destinos, que estamos muy llenos. El Turismo son puestos de trabajo e
ingresos económicos. Podemos diseccionar la cuestión en otra entrega, otros
Post, pero esa es una premisa que no podemos olvidar.
Dejar descansar a los
cerebros y poner en marcha a los fanáticos, que le leí a Ángel Palomino, no nos lleva
a nada bueno. El turismo ha sido, y es, nuestra fuerza modernizadora. El
británico Mike Raven -que en realidad se llamaba Austin Churton Fairman-, un
gurú de la música en los sesenta y con criterio a través de las ondas, dijo
aquello de “Puede que no todo sean rosas en el jardín, pero España es un jardín”.
¿Oído,
cocina?
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