Aquí andan todos a la gresca[1]
con lo del anuncio de Loterías para el sorteo de Navidad. Confieso que no había
visto el spot hasta hace unos minutos.
Somos un país de gentes banderizas y los dos bandos habían
machacado mi neurona a base de llamadas telefónicas, mensajes (de todo tipo de
ancho de banda y sistema) y emails. Y como, insisto, somos un país de
banderizos me siento en la necesidad de tomar bando, bandera y partido (yo,
siempre del Real Madrid). Y eso es un problema a pesar de que nunca he tenido
problema en abrazar una postura y defenderla hasta el infinito y más allá… como
el monigote aquél de la peli infantil.
He visto el anuncio -¡jo!, qué suma de trivialidades; qué
empacho a - y con los ojos de ver comerciales (y miope que soy) reconozco que
Loterías consigue lo que se propone: animarnos a comprar décimos.
Y sí, no citan el nombre de mi pueblo por ningún lado (ni yo;
he tenido el detalle de no citarlo ni en este Post). Incluso en el barquito que
va a la porción de tierra rodeada de agua por todas partes (otro detalle) corta
el plano cuando uno intenta leer lo de “Bahía
de…”. Y no se ve más. Pero ni falta que hace: ¡se intuye!
Vale, con cigarritos de la risa, puede ser cualquier punto del
planeta tierra que tenga mar, playa, referencia geográfica, skyline y todo lo
que queramos… pero es que estamos ante… verde y con asas: alcarraza. Y mucho
trabajo nos ha costado crear una imagen que identifique el producto. Más de uno
(por ser comedido) identificará el escenario; no me cabe duda. Hasta en dura
mañana de resaca.
Esa identificación… ¿será para bien?, ¿será para mal? En estas
quisiera yo ver a don Segismund (luego lo simplificó a Sigmund, por el que
dirán) y otros colegas.
Yo, la verdad, soy inmune a la publicidad (o eso me quiero
creer yo) y ni hubiera reparado en el spot si no llega a ser por la tormenta
digital a la que me veo sometido. Pero cuando lo he visto -hace nada y menos- y
como tengo presente los comentarios de unos y otros… pues… Que no, más que Que
sí.
No, no me
gusta que llamen “guiris”
a los residentes de otros países que apuestan por venir a España (es un decir,
porque como no sabemos en que punto se ha rodado el spot, pero la voz que suena
lo hace en español) de vacaciones o adoptarnos como segunda residencia… incluso
como residencia permanente y casi final. No me gusta que los llamen así, ellos,
los que no son de aquí. Son “mis guiris”
y así, aunque esté mal, sólo los llamo yo; que para eso cuanto con su
confianza. No, de verdad, no me gusta que los llamen “guiris”. Para mí que empezamos mal a vender la Lotería de Navidad.
Luego he visto que no les cabía un tópico más: indigesta el
spot. Los guionistas, ¿habrán leído “Souvenirs”
de Patrick Buckley?
No, no me
gusta el derroche de estereotipos caducos. Conocí un matrimonio
británico de avanzada edad, enamorados de mi ociurbe playera, con más años
Matusalén, que vivían felices por poder ir cada día al cablesquí, venciendo sus achaques a golpes de sol, y que rompían moldes
y estereotipos. Y me presentaron a toda una colonia, integrada, que nunca
hubiera hecho alarde de sumarse a nuestras prácticas de ansiada ludopatía
estacional porque no necesitaban exterioralizarlo; lo hacían sin más.
No, no me
gusta que retumbe, tras un “me
encanta España” -que es obvio- un sonoro “barato” porque es algo contra lo que luchan (luchamos) muchos
profesionales de aquí. No por optar a subir los precios, sino por quitarnos un
sambenito que en la mayoría de los casos no es cierto. Estamos ahí, compitiendo
por ser sus anfitriones y porque se atrevan a convivir al máximo con nosotros.
No, no me
gusta que se aluda al flamenco -danza, cante, toque, baile;
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad- que es un universo cultural
cuando en las imágenes me aparece un grupo de personas intentado bailar country…
aunque sin un Stetson decente.
La verdad es que no, no
me gusta que se juegue con las cosas de comer.
Y, encima, aquí, por nada, tomamos partido; y si el tema es de
enjundia llegamos a las manos (de momento, dialécticas). Sí, no se nos nombra
ni por asomo, pero en el imaginario colectivo somos nosotros -Benidorm- y como nos duele Benidorm, saltamos sin importarnos el de enfrente:
político o picapedrero, picas o arcabuces. No es no.
Seguro que hay otras opiniones tan válidas como estas; pero no
las encuentro tan contundentes. No voy a sacar a pasear banderas de
dignidad/indignidad, pero es que en ocasiones te obligan a enarbolarlas… aunque
sea para causas perdidas… o por ganar. No está dicha la última palabra:
moriremos con las botas puestas.
¡Allí, allí está la Felicidad: Benidorm! |
Reconozco que sólo es un anuncio para vender billetes (bueno,
décimos; que un billete son 10 décimos) de Lotería y que todos soñamos, todos
los días, con esa lluvia de millones (que en realidad no son tantos) de la
Lotería de Navidad y que cuando van en barco, todos esos simpáticos personajes
cargaditos de años señalan con el dedo su
ideal de Felicidad -¡Benidorm!- que pueden conseguir con ese trocito de
papel (Yo, que tú, compraría). Es que, si nos acaparas tú, ibérico patrio, los
décimos del sorteo, los puede comprar uno “de esos” que nos visitan. Retorcido,
¿no?
Vale, no te vuelvas de las vacaciones sin tu décimo del Sorteo
Extraordinario de Navidad… y evita que les toque a ellos. ¡Jo!, eso es rizar el
rizo.
No, lo que pasa es que han votado Brexit, quieren irse. Pues
que se vayan, pero sin mi premio de la Lotería de Navidad. Ni Disraeli afinaba
tanto, ni Maquiavelo podía llegar a más.
Que se
nos asocie con ese ideal de felicidad me encanta, pero el spot, en sí, no, no
me gusta.
Y, además, ponen a la venta 170 millones de décimos (de cien
mil números) y “sólo” hay 2.380 millones de euros en premios. Para mí que es el
sorteo en menos probabilidades hay y menos cae.
Mi diagnóstico clínico es claro: no tengo ni repajolera idea
de publicidad, pero es que me duele mi pueblo; me duele que se juegue con la imagen de Benidorm.
Dicen que “podemos soñar
hasta el 22 de diciembre”. ¿Tanto va a durar este mal sueño?
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