Contaba Otto de
Habsburgo a finales de los 50 y ante lo que veía ante sus ojos que para
describir la evolución de Benidorm “serían necesarias palabras nuevas”;
el diccionario se le quedaba corto. Asistía el destacdo político de aura
imperial a aquél proceso en primera persona, informado por Pedro, don Pedro,
Zaragoza y destacaba su opinión sobre Benidorm que exhibía maneras de lo que
pretendía llegar a ser: “hace unos años parecía una joya perdida, una
más entre los muchos pueblecitos que se extienden a lo largo del litoral que va
desde Málaga a la Costa Brava” y que para entonces (1959) ya era el
emporio del Sol y que iba a más, por lo que se alegraba que “otros
también pudieran gozar de este oasis” del que él ya disfrutaba.
Había una cosa que atormentaba al Archiduque: ¿perdería Benidorm su alma al convertirse
en un lugar de éxito turístico?
Y él mismo se respondía: “No, en Benidorm se vivirá humanamente; el
tiempo no será dueño, sino servidor; el hormigón protegerá y no aprisionará…”.
Se declaraba seguro: “Benidorm será maestro de su propio destino”.
No le faltó razón. De la pasión del Archiduque y de la princesa Regina de Sajonia
por Benidorm ya he dado cuenta en varios Post.
Pero tan antagónico a Pototo como era Joan Fuster, en ambos hay coincidencia en los resultados y la
realidad a la hora de describir el proceso que vivía Benidorm por aquél
entonces, hace más de 50 años, que sintetizaba el suecano diciendo que “convertir
un paraje agrario absolutamente mediocre en una feliz oportunidad de turismo
veraniego” sólo se había conseguido aquí, en Benidorm, porque este
pueblo “condenado a la más rica atonía encontró la opción de explotar la playa,
el clima y la hospitalidad”. Y lo describe: “el Benidorm letárgico,
patriarcal, pescador y labrantín, vegetando entre rocas peladas y olas avaras,
sale adelante”.
Me encanta cuando escribe que “los managers de la aventura turística
saben lo que se hacen; gran tacto e inteligencia”. Un reconocimiento a
la labor de tantos.
Su obsesión era la misma que la del ilustre aristócrata ante
el boom turístico: ¿perdería Benidorm su alma? Y nuevamente la respuesta es no.
Desde la óptica de Fuster “Benidorm ha sabido preservar su
clara autenticidad de pueblo valenciano; no se ha despersonalizado, no se ha
contaminado”. Constata Fuster, cuyos escritos sobre Benidorm ya han
visitado este Blog, la “afirmación de su personalidad” y el
mantenimiento de la lengua, hasta en la rotulación de las calles señalando que “la
mirada curiosa de tanta señorita de ropas internacionalmente breves chocará con
las inscripciones vernáculas…” y eso le congraciaba con este Benidorm internacional
que por entonces sólo enseñaba la patita bajo la puerta del Turismo.
José
Ignacio Escobar y Kirkpatrik, marqués de Valdediglesias, y José de Rojas y Moreno, conde de Casa
Rojas, dos personajes clave de la transición entre los 50 y los 60,
diplomáticos y viajados, alabaron el despertar turístico de Benidorm desde la
concepción urbanística reglada hasta la repercusión del alojamiento hotelero.
Rojas se había implicado mucho en el proceso del Plan General con Pedro, don
Pedro, Zaragoza y, al menos en el plano, se veía el final de un proceso que el
ilustre periodista Francisco Casares
Sánchez eleva a cotas superiores para Benidorm: “los pueblos necesitan desarrollar
su poder de seducción y con estas herramientas se consigue”. Benidorm desarrollaba
su innato poder de seducción “hasta la sensacional culminación que a todos
nos admira”. Concluyó en su día señalando que con esa herramienta “Benidorm
ha sabido ponerse a la cabeza de las poblaciones de España que movilizan
acertadamente sus recursos”.
En este repaso de ilustres elogiando el que era incipiente
desarrollo de Benidorm en los albores de la década de los 60 no puedo olvidarme
de aquel hombre de exigua talla e inmenso poder en los medios de Prensa y Radio
de aquellos días, el zamorano Juan Carlos
Villacorta Luís -cofundador, con otros, del Festival de Benidorm- cuando
refería que “Benidorm era un pedazo de soledad y Sol… en el que la imaginación
creadora se puso en marcha”. Su gran frase fue aquella que dice que “Benidorm
tuvo fe en el destino… gracias a la atmósfera de ilusión creada en torno a la
obra”, magna obra que entre todos acometieron y hoy disfrutamos bajo la
premisa, aplicada desde entonces, de que “el urbanismo no es piqueta y democión, sino
la racional ordenación del suelo”.
Y el colofón de esta entrega la pone el que entonces fuera
embajador -Rafael Comprés Pérez- de
una mínima república antillana, la República Dominicana, y que se prodigó en
los Medios de entonces llevando su erudición a génesis de los grandes debates del
momento. “El turismo -sentenció- es una exportación invisible: se exportan
bienes y servicios sin que estos salgan de nuestras fronteras, y se importan consumidores”.
A esta conclusión llegó estando aquí, en Benidorm y durante meses fue argumento
económico en los análisis y debates entre si apostar por los Polos de
Desarrollo o por el Turismo bien organizado estando en los inicios de la
ejecución del Plan de Estabilización de 1959 y pensando en el Primer Plan de Desarrollo
(1964-67)… Mucha filosofía cuando urgía el desarrollismo.
Pero aquí, al menos, se intentó.
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