Henry F.
Schulte fue un periodista norteamericano que conoció intensamente
España por dentro y por fuera. Lo demostró con un trabajo que le publicó la
editorial de la Universidad de Illinois; un concienzudo y muy interesante
estudio titulado Spanish Press
(1470-1966): Print, Power, Politics. También fue profesor de periodismo en
las universidades Estatal de Pensilvania, Syracusa e Illinois. Murió en mayo de
2004 en Peterboroug, New Hampshire.
Estuvo en España, como director de United Press International (UPI), entre 1954 y 1966… y habló de Benidorm
en una de sus crónicas.
Contó que en enero de 1954 se acercó a la Oficina de Turismo
de Valencia y preguntó por un lugar junto al mar donde pasar unos días. “No hay ningún sitio entre aquí y Alicante”,
cuenta que le dijeron. Pero él continuó viaje y llegó al “semidormido” Benidorm… y
volvió a él en 1959 contando que “es una creciente y excitante ciudad de
veraneo que está ganando reputación internacional como uno de los sitios más
deliciosos para pasar unas vacaciones en España”.
No me molesta leerle que “en 1954 no latía el pulso del siglo XX”
en el semidormido Benidorm porque luego se deshace en elogios. Sí me entristece
leerle que “las mujeres, de edad indefinida, cosían a la puerta de sus casas. Cielos, 'de edad indefinida'; ¡qué tristes años
para aquellas mujeres de Benidorm!
Y prosigue Schulte: “Los hombres, jóvenes y ambiciosos… marchaban
a otros lugares buscando horizontes de trabajo en pequeños pesqueros o
embarcaciones de cabatoje y altura”. Dura vida la de los hombres,
también... Y eso que
voy descubriendo que lo de “pueblecito de
pescadores” también pudo tener sus visos de realidad. Benidorm fue el
primer Pósito de Pescadores de la provincia, allá por 1921; que el Hotel
Miramar oficiaba de improvisado centro de reunión y pequeña lonja; que en 1952
se compró el solar donde se edificó la Cofradía y el Hogar del Pescador (en el
Paseo Colón, hoy) y que por entonces la flota la componían 18 mamparras, 30
sardineras, 4 jábegas y varios barcos menores que rendían en lonja 460.000
kilos de pescado al año. A lo mejor no andaban tan errados los que decían lo de
“pueblecito de pescadores”. Mucha almadraba ya no daba trabajo desde finales de
los años 20 y el Consejo Nacional Almadrabero fue hundiendo la actividad al
compás de los nuevos tiempos y actividades en el mar.
Pero volvamos a Schulte y su artículo. Me aflige y me sumerge
en la zozobra leerle tan eglógilo que aquel Benidorm de 1954 “llevaba
una vida monótona, tranquila e infinita como la superficie del mar”. Poético,
pero duro.
Eso sí, le leo entusiasmado cuando cuenta que “un
día alguien descubrió la uniformidad de su clima todo el año y las playas de
arena y palmeras” -no identifica al ‘alguien’- y me congracio con él
cuando explica que “el siglo XX penetró en Benidorm en forma de bikinis, divisas fuertes y
extraños acentos”. Nunca leí mejor formulación.
Cuenta Schulte que aquel Benidorm primitivo de 1954 que él
conoció “no tenía industria, carecía de agua, no se veían comercios y sólo tenía
2 hoteles”. Luego, explica Schulte que “1955 fue ‘El Dorado’”: “…
llegó
el Turista, con mayúsculas, y, con él, la transformación…”. Explica que
en 1959 ya hay “50 hoteles y pensiones… y hasta night-clubs, tiendas de exquisito gusto
en moda, artesanía, perfumes franceses y relojes suizos”. Ya estaba en
marcha Benidorm.
Y lo mejor de la descripción: “autos deportivos ingleses han
sustituido los asnos en la calle donde los 4.000 habitantes de Benidorm hacen
los honores a los 30.000 invitados de los meses de agosto y septiembre”.
Ya en 1959 Septiembre era un gran mes para el turismo, como ahora.
Su descripción de Benidorm es muy yankee: “las propiedades han incrementado su valor 10
veces y el precio mínimo de un solar junto al mar cuesta el equivalente a
20.000 dólares”.
Y la conclusión de su artículo es genial: “Todo
hace indicar que el ‘boom’ de Benidorm seguirá durante mucho tiempo y quizás no
esté lejano el día en que pueda hacer competencia a Niza o Cannes”.
Bueno, en ello estamos a día de hoy; en 2017. De momento, a
muchos les duele recordar que somos la capital
europea del turismo de sol y playa. Gracias Henry F Schulte por esas líneas
de 1959 sobre Benidorm.
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