Sí, a la tercera va la vencida. ¡Por fin! Cada vez que el Club de Opinión de Benidorm programa
una de sus conferencias, me conjuro para ir. Luego, aunque el hombre proponga,
viene Dios y… No obstante, por tres veces, tres, he vencido las adversidades y…
la otras dos me quedé con un palmo y la puerta en las narices. Y ayer me dije
que no; que venía Pío Moa y eso no
me iba a pasar. Y a las 7’20 me planté en la Plaza de SS MM los Reyes de España
y… ¡ya había cola! Ahora, la cola esta no tiene desperdicio: el paisanaje tiene
conversaciones tan interesantes, o más, que las que luego se generan en la
sala. Mucho asturiano y mucho cántabro; pocos aborígenes de por aquí.
Y la cola se movió a eso de las ocho de la tarde. Y cuando
llegaron a mí, cortaron. Casi me da algo. “Un
momentito”, me dijo un caballero con listados en la mano; al tiempo que
sonreía y parecía querer decirme algo así como “tranquilo, que esta vez sí; pero hay que sufrirlo”. Y sí, esta vez
sí. Y entre, y me senté, y me dispuse a escuchar a Luis Pío Moa, del que en la cola todos presumían de haberse leído
su biografía. ¡Madre mía!, yo solo conocía posiciones, opiniones y libros.
Entonces comenzó la tanda de saludos. ¡Caray!, conozco a
mucha gente del Club. Me invitaron a adelantar ubicación, que decliné; ¡jopé
con el paisanaje! Luego, el presidente del Club, Paco Gascón, dijo aquello de que “siendo miembro del club te
aseguras el asiento”… Y me lo pensé. Pero es que coincide con que ya me
siento muy mayor para militancias (y hasta para hacer colas) y que venía de
darme de baja del Colegio de Geógrafos (por inoperante, yo) y del National
Geographic (porque ponen muchas fotos y cada vez menos textos). Sigo en la
Asociación de la Prensa, por si un “acaso
tal vez…”.
Y a lo que voy: resulta que me interesaban los mitos de la
España contemporánea, sobre todo del franquismo, ahora que me acaban de romper
el mito de Putoperro. Pues no que el
veterinario me había jurado que era un pastor galés y ayer mismo me entero
que es Gran Basset Grifón vendeano. Y eso, ¿qué-es-lo-que-es? En fin,
un mito caído que ahogué en Penderyn a media tarde a sabiendas
que La Vendée está arriba de Cognac y que a ese destilado también me
puedo amorrar en días aciagos.
Y a todo esto César
Evangelio presentó al señor Moa, recordando sus años del Ateneo de Madrid.
Evangelio señaló el rigor y la capacidad de investigación y divulgación para concluir con que “la
madurez de una sociedad se ve en la capacidad de enfrentarse a sus mitos”.
Pues enfrentémosnos.
Y Pío Moa
desgranó su último libro “Los mitos del Franquismo” cuando
estamos a un mes de conmemorar 40 años de la muerte del general. Y Moa estuvo
en su línea: denunciando el desenfoque de muchos historiadores que arrancan de
la base errónea del franquismo: lo
confunden con un fascismo de libro. Una frase suya fue demoledora: “Si lo
que digo en el libro es cierto, entonces todo lo que se ha dicho sobre Franco
es falso”. Denme tiempo para amortizar los veinticinco leurípidos de
inversión, y les contesto.
Insisto, Moa en estado puro: “identificamos democracia con
antifranquismo”, “izquierda y separatismo han expuesto una
historia falsa”, “en las cárceles no hubo demócratas, sólo
comunistas y gentes de partidos totalitarios”… y alguna más que,
personalmente no alcanzo a compartir y mucho menos, ante mi falta de datos y
evidencias, a debatir. Aunque a ver quién le rebate que “la ley de la Memoria histórica es
una ley totalitaria porque está impuesta desde el poder” o que “el
franquismo también pereció por l abandono de la Iglesia” cuando desde
el tiempo en que preparaba oposiciones a Secundaria llegué a esa misma
conclusión.
Sacó a pasear los elogios, merecidos, que le dedica Payne y las comparativas para aquella
España y su evolución tanto del polaco Kolakowsky
como del ruso Solzhenitsyn (el del Gulag).
Y, ¿cómo no?, los escritos de Julián
Marías: “La vegetación del Páramo” (1976) y "¿Por qué mienten?" (1997)
para mantener su tesis de que durante el
franquismo España iba bien y los españoles pasaban de líos.
Rebatió los mitos y se sometió a las preguntas del
respetable. Y ahí le salió uno, ungido de iluminación secular, que vino a cuestionar,
sin modos, maneras, conocimientos y elocuencia, las investigaciones -y averiguaciones-
del señor Moa. “¿En qué Universidad ha
estudiado usted para nombrarse historiador?”. Huy-yu-yui, arenas movedizas.
Hombre de Dios, ¿cómo alguien como Ud. me acude a un conferencia de este tipo a
hacerse mala sangra y, lo más grave, me saca a pasear su estulticia quedando en
evidencia ente la concurrencia? Lógico que se fuera, jurando en arameo. Y luego
otro que no se creía la militancia comunista, en su día de un Pío Moa que, cual
Saulo de Tarso redivivo, ahora nos cuenta esto. Y a ver quién le rebate, porque
sus años de investigación y falta de pelo lleva a cuestas.
Hubo más preguntas. Los hay que quieren rivalizar con el
ponente a la hora de presentar la exposición de su cuestión, que en más de una
ocasión basta un sí, o un no, para zanjarla, mientras otros plantean futuribles
inconjeturables y alguno hay que centra el balón esperando un remate a gol en
portería sin portero. Incidió Moa en la cuestión de maquis, tratada por muchos
con aires románticos cuando no fue tal la cosa, o la oposición labrada desde
dentro de la Universidad -a él que por aquél entonces por allí estaba y que
hasta fue al concierto de Raimon-.
Moa tiene cinco o seis mil preguntas y, por supuesto, que no
desencantó. No se le hicieron más de seis. Iba a lo suyo y lo contó; vendió
algún ejemplar, lo que es interesante (pues los debió firmar, que yo ya me
había ido) y dejó, una vez más, buen sabor de boca. No era la primera vez que
lo había en Benidorm.
Para terminar, una reflexión: el público que asiste, aunque
las manecillas del reloj hayan marcado más de las 21’30 horas, no deben salir
en estampida del salón, como si rugiera la marabunta, porque siempre queda un
algo final. Como en este caso. Pero tampoco el técnico de sonido del lugar
municipal puede cerrar los micrófonos antes de tiempo, que en ocasiones la
boina de catetos la llevamos calada hasta las cejas.
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