Ya empezamos mal: la llaman Comisión para la Reconstrucción Económica y
Social, como si se hubiera destruido algo. Quieren imprimir la idea de
reconstruir frente a la lógica de recuperar. Y con ello sentar sus bases
y cambiarnos el modelo y el concepto, siendo, al final, más de lo mismo. Cosas
de la progresía que dice que quiere cambiar, cuestiones semánticas, en vez de
hacer algo de verdad, más allá del postureo político.
Dicen que están a favor de la escuela pública; ¡toma!, y yo. Pero hay lo
que hay.
Y se olvidan de cuando el Antiguo Régimen (y no me refiero a Franco) y la
consolidación del estado liberal. Fueron los liberales los que apostaron por la
escuela pública, escuela nacional que la llamaron, para conseguir la
nacionalización de masas (dijeron) y, con ella, la vertebración de este país.
Bueno, lo mismo les duele en el orto porque la primera misión de aquella
escuela fue que todos los ciudadanos aprendieran la misma lengua y un pasado
común como pueblo con gestas y personajes. Lo mismo, por esto, ya la ven mal
los de la nueva progresía porque se trataba de construir país.
Pero a lo que voy, de momento hoy: a la concertada. Y este es un debate
Guadiana que sale de vez en cuando para tocar los bemoles.
Se llama concertada a aquella educación que se imparte en centros no
creados por el Estado. Son centros de naturaleza privada (no creados por la Administración)
pero subvencionados en gran medida por la ella. Tienen libertad de gestión con
una adaptación a ciertos condicionantes establecidos por el gobierno como
límite de alumnos por clase, fechas, admisiones etc. Y, por cierto, con la
concertación, el Estado no subvenciona empresas sino a personas para que puedan
ejercer sus derechos. Pero este matiz, lo mismo les pilla fuera de órbita.
Se habla ahora, en la célebre comisión esa que se han sacado de la
ideología, de un fondo extraordinario de dos mil millones de euros (1.600 en
realidad, porque 400 van a las universidades) y han pedido que vayan sólo a los
centros de gestión directa. Por ahí se dice, cuenta, rumorea y argumenta –El
País, concreta- que en el caso, por ejemplo, de los estudiantes inmigrantes
resulta que a la concertada sólo llega el 14,1% del total, terminando el 79% en
la pública… con datos del ministerio del ramo. Además, mientras el 2,3% de los
alumnos de la escuela concertada tiene necesidades especiales de aprendizaje en
primaria, en la pública son el 3,7%. En secundaria la diferencia se acorta:
representan un 2,7% en la subvencionada y un 2,8% en la pública.
Que la ‘comisión de reconstrucción’ rechaza incluir a la escuela concertada
en el reparto de fondos extraordinarios para educación ha sido la noticia de la
semana que iniciaba el mes de julio. A mí me resulta incomprensible la
propuesta del Gobierno de dejar fuera a la enseñanza concertada de las ayudas
estatales para la recuperación educativa. Para mí no tiene sentido excluir de
las ayudas a centros que acogen a una parte tan importante de los alumnos, que
además, en su mayoría, también tienen necesidades económicas y sociales.
Lo mismo es que España es uno de los países con más centros escolares
concertados de Europa, colegios privados subvencionados por el Estado. Aquí uno
de cada cuatro alumnos estudiaba en uno de ellos (el 25,95%) frente al 67,3%
que lo hacía en colegios públicos y el 6,9%, en totalmente privados, en el
curso 2017-2018. Y esole puede producir urticaria a más de uno.
Sólo Bélgica, Reino Unido y Malta, según datos de Eurostat, tienen más
escuelas concertadas que España. En el otro extremo, países como Irlanda,
Rumanía, Croacia, Alemania o Finlandia superan el 90% de sus estudiantes en
centros públicos. De media, los países europeos tienen un 81% de escuela
pública, un 13% de concertada y un 6% de privada. Fuera de Europa, en Estados
Unidos, la educación primaria y secundaria es abrumadoramente pública, el 91%.
Además, la enseñanza de religión está prohibida por la Constitución en la
educación pública.
Vengo de una familia de docentes de la pública. Yo he sido docente en la
pública; poco tiempo, tal vez, pero suficiente para conocer la gloria y
desvergüenzas que atesora.
Y preparando este post, con la que estaba cayendo de estos días atrás, me
ha impactado un editorial de El País, del sábado 4 de julio, a favor de la
Concertada. Bajo el título –Un veto injustificado– ya a las clara deja
caer que “La educación concertada no puede ser excluida del reparto de
fondos por ser de titularidad privada”. Y es que es así.
De momento, el Artículo 27 de la Constitución consagra el derecho de
libertad de enseñanza; y con la concertada hay una posibilidad más para ofrecer
garantía de pluralidad ideológica, lo que le debería venir muy bien a una
sociedad democrática como la nuestra. ¿O no? Con la concertada hay modelos
educativos que irrumpen en escena, siendo esa variedad de modelos un síntoma de
madurez democrática. ¿O no?, que vaya usted a saber que es lo que se quiere en
Moncloa. Y para cerrar este primer pildorazo de la serie está la cuestión -que
alguno olvida por banderizo- de que son los padres los responsables de la
educación de sus hijos y el Estado es el que debe crear el marco para que se
den esas garantías de pluralidad hasta en la Educación.
El último toque del párrafo anterior va en atención a la ministra Celaá y
su “No podemos pensar de ninguna de las maneras de que los hijos pertenecen
a los padres”, perla del 17 de enero de 2020, San Antonio Abad, que la
pandemia no debe hacernos olvidar. Si es que todo ya va encadenado.
Claro, si ya de principio entra en liza la abyecta cuestión de la
homogenización al pensamiento único, mal vamos.
Y un argumento final: tal como está el parque, la educación concertada es
un apoyo para el sistema educativo en este país y casi todos. Sin ella no se
podría cubrir la demanda educativa con la misma inversión.
Y expuesto esto, llegamos a la prueba del algodón. Hay una publicación que
año tras año nos da una sonora bofetada en esto de la Educación. Es de la OCDE
y se llama Panorama de la Educación (Education at a
Glance. OECD Indicator). Recoge indicadores de 36 estados miembros y a
España se le compara, además, con los 23 estados de la UE que son de la OCDE.
Hay una cosa común a todos los informes y es que para España siempre dice
que “El nivel educativo de la población adulta española (25 a 64 años) sigue
mejorando”… que 1992 a 2019 (que es el último) es para que se notara ya,
digo yo.
Aún así, con eso de que seguimos mejorando, casi el 40% de la población
tiene solamente los llamados estudios obligatorios (estudios básicos). Si nos
vamos a la media de la UE23 ya nos da un parraque; los hay que han
reducido esa cifra al 18’7%. Con estudios terciarios (universitarios) superamos
la media europea: 37’3% frente a 35’2%. Pero en segunda etapa de Secundaria
estamos en 22’9% frente a 46’2%. Ahí tenemos trabajo.
En fin, que me propongo entrar de lleno en analizar dónde está la oveja en
esto de la educación patria… entiéndase la madre del cordero.
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