Por Dídimo el Ciego (siglo IV), jefe de la catequética
Escuela de Alejandría (contraria a la exegética Escuela de Antioquía), sabemos
que “Uno de los Apóstoles recibió en reparto la India, otro Hispania, e
incluso otro más una región hasta la extremidad de la tierra”. Lo dejó
escrito en el segundo libro de su tratado “Sobre la Trinidad”. Vamos que, aquí,
lo que se dice venir, vino uno.
Ese “otro -apóstol- a Hispania”, sin nombre,
nos dejó la duda de saber cuál de los 12 y como en esta vieja piel de toro
somos banderizos (un bando u otro) enseguida salimos los de Sant Yago y los de
San Pablo, como los del Madrid y los del Barça.
Y resulta que San Pablo sí dejó clara su intención de
venir a Hispania: Epístola a la Romanos; Libro VI del Nuevo
Testamento. Sí, tenemos a Pablo en Roma en el año 61, donde coincide con el
cordobés Séneca (tutor, consejero y cónsul sufecto con Nerón). Lo mismo le
animó a hacerlo, no sabemos; pero Pablo estaba en Roma ‘preso’: tenía un
proceso abierto y terminó decapitado en la Vía Ostiense (año 64; todo un honor,
por ser ciudadano romano), con los -a mí me parece que- que no le pudo dar
tiempo a dejarse caer por la Tarraconense. O sí; un congreso en Tarragona, en
2008, concluyó que sí.
Los investigadores sostienen que llegó exiliado (un
castigo de la época por ser cristiano, pero ciudadano romano), como uno de los
dos hijos de Herodes. Además está lo de Santa Tecla, que es patrona de
Tarragona; y dice la tradición que allí llegó con San Pablo. Y, parece que,
volvió a Roma y lo decapitaron.
Los que sí llegaron a Hispania fueron los 7 Varones Apostólicos
de la Bética, elegidos por Sant Yago y que ordenados obispos por San Pedro se
dedicaron a evangelizar la Bética: Torcuato (Guadix), Tesifonte
(Berja), Indalecio (Almería), Segundo (Abla, y no Ávila), Eufrasio
(Andújar), Cecilio (Granada) y Hesiquio/Isicio (¿Carecesa?).
Los Calendarios Mozárabes hispánicos les dan carta de naturaleza
y el Papa Juan Pablo II en su primer viaje a España (1982) nos dejó
aquella frase: “España fue conquistada para la fe por el afán misionero de
los Siete Varones Apostólicos”.
San Jerónimo (340-420) en sus Comentarios al
profeta Isaías tampoco afina: “uno de los apóstoles que fueron
pescadores en el lago de Genesaret estuvo precisamente en Hispania...”. Y
ese grupo de ‘pescadores lacustres’ lo integran Pedro, Andrés, Santiago y Juan.
Pedro, no vino; Andrés, se quedó en el entorno del Mar Negro; y Juan, en el
entorno del Mar Jónico. Nos quedaría Santiago. (Primer punto para Santiago).
A los pies del Monte Sinaí, en el Sagrado e Imperial
Monasterio de la Transfiguración (Monasterio de Santa Catarina, Monasterio de
la Zarza Ardiente), mandado construir por Justiniano (~ 550) donde la tradición
dice que Moisés vio la zarza ardiente, se conserva una referencia a Jacobo
el Zebedeo (Sant Yago)… en Hispania. (Segundo punto para Santiago).
El Breviarium Apostollorum (liturgia
Bizantina, siglo VII) es el que dice que “Jacobus (…), frater
Iohannis; hic Spaniae, et occidentalia loca praedicatur (…) sepultusque
est in Achaia Marmarica”. Clarito, clarito: que estuvo y está enterrado.
Y San Isidoro de Sevilla, San Julián de Toledo, San Veda el
Venerable y San Aldhelmo de Malmesbury son de esta misma opinión:
predicó y está enterrado en Hispania. (Otro punto múltiple para Santiago). Resumo
Achia Marmarica en Santiago de Compostela.
Y si tiramos de tradición, en el año 40 me lo sitúan las
buenas gentes, con los 7 varones, en Zaragoza para la aparición de la Virgen,
desde donde vuelve al Monte Sion (Jerusalén) para la dormición de la Virgen; y en
Jerusalén será detenido, torturado y muerto (entre los años 41 a 44) por orden
de Herodes Agripa; dos de sus discípulos lo trasladaron a Hispania.
Vale, predicó y fue enterrado, finalmente, en Hispania. Veda
el Venerable es tajante: in Hispania (…) requiescit,
explicando en su Martirologio que “ab Hispaniis translata
sunt, et in ultimis earum finibus, videlicet contra mare Britannicum condita”:
y que sus restos fueron trasladados a las Hispanias, y escondidos
en sus últimos límites, aunque los georeferencia enfrente del mar Británico,
con permiso de la Reina Lupa y un sinfín de detalles preciosos.
El Obispo Teodomiro, en Solovio, donde el ermitaño Paio y el lugar |
Lo cierto es que la arqueología, desde 1875, ha trabajado bajo
la catedral compostelana; especialmente entonces y en los años 1946, 1954 y
1988. Y nada más comenzar se localizó la tumba donde estaban las reliquias, que
se examinaron por el Grissom de la época: huesos mezclados de 3 varones, 2
adultos (con señales de haber sido decapitados) y 1 anciano. Se abrió un proceso
canónico para verificar las reliquias que enmudece a los laboratorios de
criminalística de ahora. Desde Pistoia (Italia) se trajo un fragmento de la
apófisis mastoidea derecha que se tenía confirmada que había sido enviada por
el arzobispo Diego Gelmírez desde Compostela (~ 1138). A uno de los tres
cráneos le faltaba esta parte que encajaba, además, con la de Pistoia. Ante tal
prueba, el papa León XIII por la bula Deus Omnipotens (1879)
declaró que se trataba de las reliquias de Santiago el Mayor (y
sus discípulos Teodoro y Anastasio).
Las reliquias del santo, a lo largo de la historia, han
pasado por innumerables peripecias: desde la llegada de los suevos a la de los
musulmanes han tenido que ser escondidas temiendo la profanación. La más
recordada de este juego del escondite es de 1589. El piratilla bonito de Francis
Drake, en respuesta a la acción de la Grande y Felicísima, va y se nos presenta,
con ánimo -dicen- de revancha, a las puertas de La Coruña con 150 barcos y
23.000 soldados, de los que 10.000 desembarcaron y toman La Pradería e iban
tierra adentro. Entonces se ordenó poner a buen recaudo los restos del apóstol
y... Ni los ingleses ni el cabildo catedralicio contaban con que María Pita
enardeciera a los coruñeses y consiguieran que los británicos se retiraran, lo
que es una derrota para los chicos de la bandera de las tres cruces. Y sabiendo
que los restos estaban a buen recaudo, se guardó el secreto del lugar. Es que
aquí, cuando se esconde algo, se esconde de verdad.
Unos años después vendría lo del patronazgo de Sant Yago. Santiago
el Mayor, es, desde el año 1630 -siendo monarca Felipe IV y Urbano VIII papa-, “solo
y único Patrón de la Nación Española”.
Sabiendo que es el patrón y que está confirmado, sólo me
queda referir que el nombre original del santo es Jacob (Ta’akov), Jacobo;
y de él, Jacob, han venido derivando los nombres de Yago, Iago, Jaime,
Santiago, Tiago o Diego.
Y dos detalles, por el precio de esta lectura:
a)
El ¡Santiago y cierra, España! es un
grito militar donde el “cierra” es una orden de ataque: de acometer; nada de
doble candado.
b)
Sobre el Voto de Santiago, decir que
es una iniciativa del siglo XII. No se dio la famosa y fabulada batalla de
Clavijo (884), por lo que malamente lo instauraría Ramiro I tras ella. Sí,
había costumbre de ofrecer, desde Galicia a la Rioja, cada año al Santo (al arzobispado
de Santiago con la excusa del santo) presentes de las primeras cosechas y
vendimias. Felipe IV lo institucionalizó (1643) como ofrenda nacional. Las
Cortes de Cádiz abolieron el voto en 1812; Franco lo reinstauró simbólicamente
como ofrenda al patrón (1936)… y hasta hoy, con abrazo y todo (que yo también lo
he hecho en Santiago)
Y a todo esto, ¿de qué color era el caballo blanco de
Santiago?
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