28 nov 2014

DE UNA REFLEXIÓN SOBRE EL PAPEL HIGIÉNICO, EL PRIMER MUNDO Y EL SIGLO XXI (al final)


Ya cuando el Día Mundial del Retrete (19.11.2014; en realidad, contra la defecación al aire libre) nos preguntábamos en nuestro bar de cabecera (nos cerraron el “consultorio” del Lucca-no, y aunque cambió de dueño y reabrió, en el ínterin nos pasamos a otro más divertido y donde no se andan con remilgos a la hora de poner la tapa -tapa de cocina, que hablando de ese día mundial puede hacer pensar en otra-) que ¿para cuándo un Día Mundial del Papel Higiénico?, eufemismo ese de higiénico que maquilla una negra realidad.

Por cierto, el 30 de junio de 2011 ya dejé un post sobre la defecación al aire libre y los intentos de la ONU para evitarla; incluso acabar con ella por cuestiones de salubridad y dignidad. Pero ahora, al papel higiénico.



Y preocupados como andábamos por los problemas de la ausencia de retretes en muchas latitudes (mengua el problema en todas partes, a ritmo lento; pero sube en el África subsahariana) reparamos en que en 2010 se calculó que con la producción de rollos de papel higiénico a nivel mundial y la población existente, tocamos a 4 kilos de papel higiénico por terrícola y año. Y como cada rollo pesa entre 100 y 150 gramos (según la calidad del papel, y como media universal) y dicen que deben disponer de -al menos- 40 metros por rollo que aseguran 325 servicios por rollo (aunque en una visita al excusado se pueden utilizar más de un de servicio… porque cada servicio sólo tiene 12 cm de largo… en España y según fabricante; que parece ser que en cada país -y según qué fabricante- mide una cosa distinta). Total, que 4 kilos de papel higiénico por habitante y año son sólo 32 rollos ciudadano/año. Y si resulta que un sueco gasta 15 kilos/año (120 rollos; 10 por mes)… hay alguien en el tercer mundo que no sabe qué es eso del papel higiénico. Pero es que si resulta que un yankee gasta 22 kilos/año (176 rollos; 14’6 por mes), puede haber incluso alguno en el segundo mundo que tampoco lo sepa.

Leí en El País allá por 2010 que en España gastábamos 2.900 millones de rollos/año; no he podido confirmarlo, pero leo en La Razón (31 de marzo de 2013) que usamos 14 kilos/año y que el resto de Europa gasta menos. Con los datos de El País (tengo la anotación) salimos a 62 rollos/español/año (46.667.174 españoles; 2010) y eso sería casi 8 kilos de papel/año, lo que me parece muy poco… porque por la vieja piel de toro, tenemos turistas que también lo gastan. Así que, ¡no me salen las cuentas!; es que hay un lío de cifras, tan dispares y tan poco homogéneas. Así, por ejemplo, resulta que en 2009 gastamos 107 rollos por hogar[1]… y si tiramos de estadística (INE dixit 2’73 miembros/hogar en 2009) salimos a 38’8 rollos por barba, con lo que me siguen sin salir las cuentas. Aquí alguien no da bien los datos.

Y sobre todo desde que me he enterado que aún quedan por ahí rollos de aquél papel higiénico que todos llamábamos “Elefante” (“del Elefante”) cuya marca y nombre comercial, en realidad, 
seguimos ignorando. Ni siquiera los fabricantes le pusieron nombre, ¿por basto? Sí, había un dibujo de un elefante rojo (de ira, ¿evacuando?) y unas letras y unos dígitos: “400” y “hojas”. Y tenía dos caras. Mi tío Paco tomaba unos excelentes apuntes en la Universidad en “hojas” de aquél mítico Elefante; aún hoy, son una delicia contemplarlas… por la parte donde no se corría la tinta de la pluma. Ah, “Elefante” era un producto Sancel SL (Álava)… que ahora es propiedad de la norteamericana Scott Paper Co. Ya tenemos al Tío Sam por en medio.
Es que, todo apunta a que, los yankees son los inventores “modernos” del papel higiénico (hacia 1857). Hasta entonces, echábamos mano de todo: desde la sufrida lechuga (imagino que las hojas de fuera), a las hierbas del lugar, pasando por agua, trapos, hojas (de árboles o de periódico), algas, conchas marinas, piedras… ¡qué dolor!

Y eso que desde el siglo II aC los chinos venían utilizando el papel para esos menesteres. ¡Cómo es la ignorancia! Yo recuerdo que nos decían, en aquellos años de la Reválida de 4º en el Bachiller que si los chinos comenzaran a utilizar el papel higiénico, se acabarían los bosques. Y lo inventaron ellos; y en el siglo XIV lo estandarizaron en producción, pero fue Joseph C. Galletty (1857) el que comercializó y puso a la venta el “papel medicinal de Gayetti” que tenía un precio prohibitivo y que por ello pocos culos tocó. Pero ahí está su nombre ligado a la higiene del tafanario.

En 1880 los hermanos Edward y Clarence Scott tuvieron la idea de enrollar su papel higiénico sobre un cilindro de cartón y venderlo por unidades, parejas y dobles parejas. Triunfaron, aunque les costó. Al principio, no se atrevían a poner su nombre en el envase, y costó entrar. Hasta 1907 no fue de uso común en los Estados Unidos y en las capitales europeas.

Es que, la verdad sea dicha, desde que inventaron el periódico resulta que había que darle algún postrer uso después de leerlo y así, no era difícil ver a una persona hacer “hojas” del periódico para “pincharlas” en el retrete. De Cuba se ha dicho que “Gramma” había resulto ese problema y había hecho más por la Revolución que sus encendidos editoriales; de EE.UU. se ha contado que el catálogo Sears se colgaba directamente en el excusado y eran 100 hojas perfectas para ese cometido. Y eso no sólo ocurrió hasta bien entrado el XX, que a finales del XIX era práctica común. Por cierto, cuando Sears cambió el sistema de impresión, recibió innumerables quejas: el catálogo ya no ejercía bien su función en el hogar. Se decidieron por el papel satinado y bien pronto fueron al color para huir de esa práctica.

Es que el papel higiénico presentó al principio más problemas que ventajas a los hogares y a las personas: o resultaba muy caro, o… era como una lija del 8. Habrá que esperar a 1935 para ver la primera comercialización del papel higiénico “libre de astillas” -¡Dios!, ¿pero tan mal trabajaban la pasta de madera entonces?; ¡qué dolor!- y a 1942 para encontrarnos con la doble hoja (en el papel, que no en la maquinilla de afeitar donde hubimos de esperar a 1971 para la segunda cuchilla) de la firma británica St. Andrew.

Ah, una última cuestión por mi parte. Me he informado que antes de comercializar los rollos, hoy por hoy, los papeles higiénicos del primer mundo sufren una prueba de desintegración y sólo salen al mercado si por la acción mecánica del agua -y las bacterias con las que se van a encontrar a partir del viaje por el inodoro- son capaces de desintegrarse rápidamente y no embozar desagües salen a la venta. Así pues, sabiendo esto, apliquémonos ese objetivo de Naciones Unidas (sobre la defecación para evitar problemas) y no mantengamos ese depositorio de papel higiénico usado junto al retrete que resulta que ese sí es un foco infeccioso y nauseabundo que ni siquiera los neandertales utilizaron.
Más higiene había en una letrina romana, que se limpiaban con esponjas (humedecidas y enjuagadas en una corriente de agua y sal; y algún patricio llevaba la suya propia, que los demás usaban las del local) que algunos aseos de lugares públicos que mantienen tan malsana costumbre.



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