Lo primero que hizo la responsable griega de Turismo, la
viceministra Elena Kountoura (cuando
Syriza ganó las elecciones y Tsipras formó gobierno -26.01.2015-
nombrado superministro de Economía, Infraestructuras, Marina y Turismo a Yorgos Stathakis) fue decir a los 4
vientos (en realidad a los rotativos ingleses) que, por mucho discurso de
campaña que habían hecho contra el ‘TI/AI’,
“no
habrá medidas contra los productos con el ‘todo incluido’” (29.01.2015).
Al mismo tiempo anunció que lo que iba a hacer era “una actualización de estos
productos, con el objetivo de “difundir” los beneficios que reporten a los
mercados locales, y afirmó que una mejora cualitativa de estos productos
fortalecerá al sector local”. (¿?)
Lo primero que hizo el PSIB
-Partido Socialista de las Islas Baleares- (con Més y Podem) al llegar
al gobierno de las islas fue anunciar medidas para regular el ‘TI/AI’. Los
acuerdos de gobierno alcanzados contemplan medidas
reguladoras del turismo, especialmente sobre el ‘TI/AI’, modificando la Ley
de Turismo para apostar por un “turismo sinérgico con otros sectores
económicos” y mejorar las condiciones de contratación”, lo que aventuro
yo es lo que persigue la iniciativa del lunes que presentó el GM Socialista en
Benidorm y aborregaron todos; que tampoco es original del grupo local.
En fin, que ni unos ni otros.
Hasta donde llego, el ‘TI/AI’
es una forma de comercialización y
no una modalidad de alojamiento y, la verdad es que, da respuesta a
una demanda real centrada en un segmento de clientes, de momento minoritario. Es
un modelo vacacional como otros. Y,
coincido, no es una moda pasajera.
Llegó impactante, desde mediados de los ochenta -aunque ya
existía-, como una “modalidad alimenticia” (recordemos) aliada con la sensibilidad
económica de un sector (controlar el gasto extra) ante una relajación de la relación calidad/precio en la oferta extrahotelera
que se manifestó, especialmente, con la entrada en vigor del Euro y el “redondeo”
(aumento de precios con la llegada del €) y una oferta local caduca y conformista que rodeaba los núcleos
alojativos. Los hoteles no tuvieron mayor problema en adoptar la modalidad,
dando entrada a lo que en los estudios turístico se llama ‘todo incluido español’
que es un ‘pensión completa, con bebidas’.
De las múltiples encuestas realizadas -como la que se piensa
hacer en Benidorm- en varios de los destinos turísticos españoles que
contemplan la modalidad se desprende una conclusión común: “el
sector -hotelero- debe atender los gustos del segmento
demandante o este buscarán otros destinos que lo ofrezcan”. Y, ante
esto, ¿qué decir?
De todos los informes que me he leído (de parte y a parte) hay
una conclusión común a todos: “la solución NO pasa por regulación de la
oferta; y mucho menos por su prohibición”. Es que, resulta que, “los
estándares del ‘TI/AI’ no son técnicamente regulables por decreto” y
forman parte del conjunto de estándares “que regulan los mecanismos del mercado”.
Y, ante esto, ¿qué decir?
En los destinos turísticos españoles que llevan tratando el
tema este con intensidad desde 2009 (espoleados por la crisis) ya se han
convencido los sectores “afectados” de que “No se puede ir en contra del
derecho de los hoteleros de adscribirse a esta fórmula”. Pero hay
iniciativas -que se siguen estudiando (y se seguirán)- que podrían incidir en
la modalidad. ¿Por qué no se aplican? Pues porque hay posiciones encontradas
entre los mismos afectados. Hay quienes defienden la imposición de unos estándares mínimos que llegan incluso a
lo laboral -¿y quién los define y regula?- y quienes plantean aprender a gestionar el “fenómeno”, que es la línea de
trabajo de los estudios (universitarios y de consultorías) más modernos: “gestionar
la existencia de los ‘TI/AI’ y llegar, incluso, a nuevos modelos muy
diferenciados de esa modalidad para el sector que los demanda”.
Y en esas estamos.
Hasta ahora, no he
encontrado (sigo buscando) una
iniciativa que plantee replantear todo un modelo de éxito para contrarrestar la
influencia de un sector. Sí he encontrado líneas de investigación (y sigo buscando) para, incluso, reposicionar un destino que incluye
hasta los modelos ‘TI/AI’.
El ciclo de un
destino turístico es conocido (Butler, 1980): nacimiento, crecimiento,
madurez y declive... al que puede seguir la reorientación. Como la vida misma;
hay jubilatas con una vitalidad
insospechada. El destino turístico lo componen los productos que se desarrollan
al compás del ciclo de vida del destino; y se renuevan. Los cambios sociales,
económicos, tecnológicos (incluso políticos) implican cambios en la concepción
del propio destino y de los productos que ofrece. Los estilos de vida y la moda
afectan; los gustos cambian a un mayor ritmo del que ni siquiera somos capaces
de pensar que podríamos adaptarnos a ellos. Hay desfase entre “verlas venir” y
ofrecer la respuesta.
En las fases de madurez y, especialmente en la de, declive
se hace necesario aplicar iniciativas de
rejuvenecimiento que implican
cambios de modos de actividad. Hasta ahora, esto, Benidorm lo ha hecho muy
bien, pero conforme engordamos el concepto nos
cuesta más emprender una reactivación. Pasamos de la fase en que la
iniciativa local se vuelca en satisfacer las necesidades del turistas (y este
le responde) a aquella otra donde los agentes externos la alteran y se produce
inestabilidad (el incremento de la oferta presiona sobre los precios) una vez
que la actividad turística condiciona
totalmente la economía local. En el momento de auge de un destino,
disminuye la oportunidad de nuevos negocios por la competencia de unos sobre
otros. Se hace necesario efectuar cambios y es necesario eliminar productos agotados y de ínfima calidad. Es
hora de aplicar alternativas porque ni
han envejecido los recursos ni ha caído el concepto vacacional.
Hay que eliminar todo
aquello que no aporta valor; pero pasa como en el fútbol: cuando el equipo
va mal, se tira al entrenador antes que a 25 futbolistas. La destrucción creativa es el
hecho esencial del capitalismo (Joseph Schumpeter). Duro, sí; pero es
que estamos ante la imperiosa necesidad de un proceso catártico para el
conjunto del producto y resulta que los más innovadores son los que perviven.
La gallina seguirá poniendo huevos de oro, pero habrá que adaptarse para conseguirlos.
Se hace imprescindible llevar a cabo un continuo análisis de
los gustos y exigencias de los visitantes (turistas) y estar dispuestos a
adaptarnos a ellos; ser capaces de diversificar para evitar la desaparición de
negocios y puestos de trabajo. Pero tiene
que haber capacidad de reacción -de respuesta- muy superior a la de queja y
aflicción.
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