Ya se han cumplido más de 50 años de la reivindicación
benidormera de la figura económica del “municipio
turístico”. En 1964 un benidormer ilustre y añorado se atrevió a pedirla en
público, en la 1ª Asamblea Nacional del Turismo. Le hicieron el caso justo en
esa jornada; fue flor de un día. Pero este benidormer no tuvo empacho en seguir
reclamándola allá por dónde iba. Un lote de libros de José Mª Díez me ha hecho bajar al trastero hasta encontrar “mí” ejemplar del “Así lo dije y hoy agrego”
de Pedro Zaragoza, don Pedro Zaragoza, donde habla de esa
figura que aún hoy por aquí aún hay quien ansía.
Logo central de Hogarotel |
En el Palacio de las Naciones de Barcelona se celebraba Hogarotel (Salón Nacional del Hogar,
decoración gastronomía e Internacional del equipo hotelero), siempre en Noviembre.
Y en su quinta edición (Hogarotel-5, aunque la primera se llamó
Hogar-Decoración) acudió Pedro, don Pedro, a predicar, una vez más, lo del
“municipio turístico”.
Y siempre -didáctico- Pedro, don Pedro, abogaba por la
planificación y explicaba a la concurrencia: “lo primero que debe proponerse un
municipio al proyectar una posible operación turística, es la de considerar
seriamente su potencial, pues hay que partir siempre de una realidad
susceptible de mejoras o de perfeccionamiento, pero de una realidad”. Y recomendaba “considerar seriamente su
potencial y planificarlo totalmente”. Y proponía “un muy buen estudio urbanístico
que ha de ser desarrollado con la suficiente calma y tiempo para evitar
soluciones rápidas o provisionales”. Y concluía: “la planificación urbanística debe
ser abordada desde el principio y no esperar a hacerlo más tarde… porque
obstaculiza los planes… y la codicia de los beneficios crea
dificultades… muy difíciles de superar”. ¡Si le
hubieran hecho caso en todas partes! Pedro, don Pedro, lo tenía muy claro.
Pedro, don Pedro |
Ya entonces -1965- Pedro, don Pedro, señalaba la
interdependencia e influjo mutuo entre Turismo y Paisaje: “en ningún caso las construcciones
han de alterar el paisaje, antes al contrario, deben armonizarlo”.
Lamentaba la inexistencia en España de un organismo valedor para estos
menesteres -¡1965!- y planteaba crearlo: “la conveniencia de que por el organismo competente
se llegue a crear una entidad responsabilizada en la tarea concreta de
planificar por el turismo, defendiendo el paisaje”.
Defendió Pedro, don Pedro, la construcción en altura: “La
elevación… del precio de los terrenos, que hace cada día más difícil la fórmula de
la vivienda unifamiliar… han hecho pensar en la fórmula del
apartamento, más económica y de más fácil acceso para amplias zonas de la clase
media y… de la clase obrera…”. Y va a más: “…resulta práctico en cuanto
dispone de servicios comunes… que representan también una economía para la
gran clase media…”. Pero, al mismo tiempo, exponía: “hay
que evitar la monotonía de los grandes bloques”. Y planteaba la
solución de los 3m3/m2 que tan buenos resultados daba en
Benidorm. Y no me consta que sacara a relucir la Teoría de la Caja de Cerillas…
o, al menos, en el texto no hay referencia a ello.
Pedro, don Pedro, no hacía apología de “su” Benidorm; la
hacía del Turismo y de España. “El turismo interior ha de ser una
preocupación común… Hemos de procurar que el español haga más
turismo, que nuestras costas y nuestras zonas turísticas del interior, sean
cada día más conocidas y visitadas por todos los españoles”.
Y Pedro, don Pedro, se metía en cifras, prolijas cifras, y
en multitud de conceptos contables, para explicar el dificultoso funcionamiento
económico del municipio turístico, destacando que era muy necesario realizar “el
apoyo fundamental en la iniciativa privada”. Y tras señalar el éxito ya
alcanzado en 1965 por Benidorm, no dudaba -ante un auditorio tan notable- en
cerrar el párrafo con un “en honor a la verdad, debo decir que todo
esto se ha logrado sin apenas ayuda estatal”. Y esa ha sido la tónica
de la ciudad de Benidorm desde que se metió en el berenjenal del Turismo.
Acto seguido explotaba Pedro, don Pedro: “Hemos
llegado a un situación límite. Hemos agotado los recursos normales, las
colaboraciones previsible, los esfuerzos ordinarios… ahora
hay que solidificar lo creado”.
Entonces, tiempo de planes de desarrollo, planteaba para los
municipios turísticos “plataformarlos en el Plan de Desarrollo”.
Iba a más, lanzado, muy lanzado, Pedro, don Pedo: “es indispensable una política de
créditos… del Estado y como amortizaciones a largo plazo. No se trata de
subvenciones, sino de un régimen especial… con amortización diferida que,
sin constituir una pesada carga, beneficiarían los presupuestos municipales…
En
realidad, cada municipio habría de tener su propia carta económica que le
sirviera para autofinanciarse”. Y lo explicaba con los números de
Benidorm de 1965.
Pedro, don Pedro, recordaba que “el turismo es, sí, como un maná,
pero un maná que puede cesar en un momento”. Y apuntaba las causas: “la
competencia turística puede enconarse en un futuro inmediato”. Y
señalaba peligros potenciales: “Una imprevisible coyuntura exterior puede,
puede repercutir en nuestro sistema turístico”… una advertencia muy
sensata en 1965.
Y entonces contaba la aventura que llevaban a cabo los 4
tenores (los alcaldes de Benidorm -Pedro Zaragoza-, Alicante -Fernando Flores-,
Málaga -Rafael Betés- y Palma de Mallorca -Máximo Alomar-) para conseguir la
que don Pedro creía iba a ser la 2ª Asamblea Nacional del Turismo (autorizada
por los ministerios de Gobernación e Información y Turismo), ya que en la 1ª no
le había hecho demasiado caso. Buscaba aliados, y por ello invitaba a todos los
alcaldes a acudir con “nuestros técnicos y especialmente con los
Secretarios de los Ayuntamientos, Interventores de Fondos, Arquitectos e
Ingenieros municipales”. El objetivo: reivindicar esos fondos y logar la “mutua emulación y aprendizaje del
magisterio ajeno”. Buscaba: “corregir orientaciones equivocadas, evitar
competencias absurdas, fomentar recursos nuevos y sobre todo aprovecharse de las
energías sociales que Ayuntamientos condensan y polarizan”.
No hubo 2ª Asamblea hasta 1975, pero Pedro, don Pedro, siguió
reivindicando esa figura, la del “municipio turístico”, allá por donde fue. Y
argumentos nunca le faltaron. Es una lástima que no se le tuviera más en
cuenta; mucho más.
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