Aquí cada uno acerca la sardina del ‘TI/AI’ al ascua de su posición, de su estructura económica e
incluso de su formación política, aún a riesgo de socarrarse. Y aún no lo sabe.
Nada, que este verano no salimos de Guatemala para caer en Guatepeor. Para
abrir un nuevo y absurdo frente llega la información de Guadalest: “elpueblo más visitado, sin comensales”. Y claro, “consecuencia del ‘TI/AI’”.
Sí hombre, sí.
El “Guadalest se queda sin clientes a mediodía porque
todos marchan a comer a sus hoteles” responde a una verdad a medias
porque si bien es cierto, llamar ‘turistas’ a los que suben a un autobús de “manteros”
es tener unas tragaderas inconmensurables. El “Los hosteleros piden una
regularización del ‘TI/AI’ para evitar ‘fugas’” demuestra una
impotencia y, al mismo tiempo, una desesperación que no les deja ver el
problemas. Y el “También creen que deberían hacer más atractivos sus establecimientos”
es una realidad propia de la dinámica del momento, pero que tampoco va a
arreglar la situación.
En un momento de la noticia se lee la verdad: “no
culpa solo al ‘TI/AI’ o a las cinrcunstancias coyunturales… entona
una especia de mea culpa y considera que… lo que tienen que hacer ‘y de
hecho estamos haciendo’… es mejorar (la) oferta para hacerla más competitiva”.
Y sí; y no. Se nos llenaba la boca diciendo que esta crisis
ha traído cambios y no vemos el cambio en el turismo; en la banalización del turismo. Sí, lo banal es algo trivial, común e
insustancial (DRAE, dixit) y en eso ha caído el turismo; en lo banal. La banalización,
consustancial con los tiempos, ha llegado para quedarse.
Banalización hasta en la noticia que twittean políticos y
afectados. Le leí hace poco a Rosa María
Calaf, periodista, corresponsal de TVE en mil y un saraos que “hasta
el periodismo tiende a la banalización” y, con ello, sumarse al
proceso. La noticia aludida es el ejemplo: “Guadalest
se queda sin clientes a mediodía porque todos marchan a comer a sus hoteles”.
Y en cuanto al contenido, a lo mejor habría que leerse a Jorge Carrión -“Los Turistas”; es de una
trilogía, pero yo sólo conozco ese- donde expone bien a las claras la banalización del viaje y del turismo en
el siglo XXI: la masa se cansa de
ver cosas maravillosas e inolvidables. Prima, ahora, la rapidez, la
instantaneidad y el disfrute posterior. Ahora el ‘selfie’ -de “he
estado ahí con toda esta gente”- es el
protagonista; no el lugar. Y hecha la foto, p’alante como los de Alicante. Se acabó el lugar, aunque el sitio
quite el hipo; lo importa es sólo el
instante.
Desde que Luis
Cernuda allá por 1952 escribió que “NO HACER NADA ya es una actividad” no
vean la de gente que ha hecho bandera de esa frase. Yo mismo. Yo en mis
vacaciones no quiero hacer nada; bastante es que me sacan para aquí y para allá
para mezclarme con la masa. La
inactividad, gracias don Luis, desde
ese momento (aunque antes ya lo era; él solo lo constató) fue sinónimo de ocio. Así que sobra
todo ya.
La célebre turistificación
(ojo, palabro de órdago) trae estas cosas. Cuando
se hace un uso indiscriminado de algo, se banaliza. La turistificación
banaliza. Y si no aporta novedades; pues más. Y el 80% de los padres de los
turistas británicos de hoy en día ya estuvieron en Guadalest, y a sus banales
hijos… pues el selfie les salva la
experiencia y no necesitan consumir más.
Yo me acuerdo cuando me contaban en una conferencia de
Turismo que la visita turística se basa en una trilogía: busca la esencia del lugar, la aproximación multisensorial y la incardinación tanto en el momento como en
su historia. ¡Filosofía! Esto se lo cuentas a uno que sube a uno de esos
autobuses, armado con un 6 pulgadas o una tablet que chupa más datos que un
viejo Univat y se me descojonciona del impacto. Él/Ella va a por el selfie porque más allá del momento y del
lugar el único recuerdo que quiere lo tiene ya captado y el comercio le ofrece
lo mismo que 10 kilómetros más adelante, o atrás. Sin novedad.
Y es cierto que aún quedan quienes buscan experiencias “a la antigua”, pero por no desentonar se
camuflan (o son abducidos) por la masa.
La banalización es
mala; pero ha llegado para quedarse, como daño colateral de la crisis.
Estaba agazapada y ha salido violenta, agreste y montaraz a enseñorearse de
todo. Sí, sabemos que es una pérdida de
valor. Y por ello tal vez convendría leerse también al profesor Francesc Muñoz (tengo debilidad por los
geógrafos) en “urBANALIZACIÓN. Paisajes
comunes, lugares globales”. Es que la mercantilización que hemos aplicado
turistificando cualquier lugar trae estas cosas ahora. El paisaje/imagen del
lugar perdió su arraigo y ya es un producto más de consumo. Oiga, ¡No!; que es
un lugar increíble. ¿Increíble para quién? En cuanto lo cuelgue en el feisbuck sabrán todos que he estado
aquí. Pero yo. Es que no nos damos cuenta pero hemos creado paisajes repetidos; ya no hay un typical spanish
que enseñar. Ahora es un patrón que repetimos una y otra vez en una
epidemia de monotonía y reiteración que, más que promover experiencias -como antes-,
recorta expectativas de ocio. Porque el
ocio no es la visita; es estar con la masa. En fin, que hemos convertido
lugares -antaño de excepción- en parques temáticos de consumo esporádico de
ocio alejándolos de su función primigenia. El colmo es que hemos creado
indiferentismo espacial e indiferencia en el visitante: no culminamos sus expectativas
y en 15’ ha quedado todo liquidado. Foto de yo estuve aquí (que antes era del
lugar) y… ¡sigamos!
A un argentino en un programa de radio le oí decir que “somos
animales ópticos”: una imagen, y ya no necesito más en la creencia de
que esa imagen puede sustituir las sensaciones. Nos va la banalización. Habrá que convivir con ella.
Hasta la pasada década (y ya estamos a la mitad de esta) y
desde los años 60 del siglo XX nos empleamos a fondo en estandarizar productos
turísticos que consiguieron un incremento cualitativo extraordinario. Pero la
crisis ha destapado lo que pervivía como sustrato ya en los años 90 y no
queríamos ni imaginar.
Pues ya ha llegado: la
banalización del turismo. Seguro que si la empujamos terminará yéndose. Pero pasa lo de siempre: unos pocos sumergidos en la marabunta. Unos pocos
buenos establecimientos sumergidos en la mediocridad general; unos pocos turistas
que buscan sensaciones sumergidos en la marabunta de turistas que a golpe de
selfie prefiere captar a sus congéneres sobre el lugar.. y no el lugar ni su
esencia. La banalización del turismo.
PD. Un día en Guadalest me sirvieron “una paella” con una
proporción de 1 guisante por cada 5 granos de arroz. ¡Tiene bemoles! De todas
maneras, se salvan sólo dos.
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