He visto el anuncio de Operación UNCLE y me he acordado
inmediatamente (uno que ya es mayor) de El Agente de CIPOL… Sí, porque The Man
from UNCLE en el área hispana se tradujo como El Agente de CIPOL… que
chascaba cuando aparecían las letras en inglés (The-Man-from-UN-CLE) y la voz sudaca en of decía “El A-gen-te de CI-POL”: “el agente”,
uno, cuando siempre eran dos en el lío.
Bueno, ver algún episodio de aquellos de El Agente de CIPOL, lo que se dice verlo,
fue bastante difícil en su día; lo “echaban”
por las noches… y siempre me mandaban a dormir o a estudiar. Pero remoloneaba
un poco hasta que se imponía la “dialéctica
de la zapatilla”… y me iba a mi cuarto con la esperanza de cumplir los 18 y
poder ver alguna vez algún episodio. El caso es que cuando los cumplí, la serie
había pasado a peor vida
Pasaba lo mismo con Los Vengadores y el bombín y el
paraguas de John Steed (Patrick Macnee),
que eran la escusa para intentar poder ver a Diana Rigg y sus largas y perfectas piernas que, como conté en elcincuentenario de la minifalda, me ponían un montón. Diana se embutía en aquél
mono negro brillante y que para qué la nomenclatura de la IUPAC.
Bueno, a decir verdad sólo me dejaban ver “Viaje
al fondo del mar” los sábados; creo que arrastro un trauma de series de
TV. Ni siquiera “El gran Chaparral”. De “Escala en Hi-Fi” no pasé; y eso no
era una serie, aunque unos actores dieran vida a los artistas.
Nada que intentaba yo de soslayo poder ver alguno de
aquellos episodios donde Napoleón Solo e Illya Kuryakin, un georgiano
(y Georgia era una de las repúblicas socialistas soviéticas de la URSS) que “iba con los buenos” (los yankees), eran
de UNCLE (que visto con los ojos de
hoy sonaba a Uncle Sam; y estaban en
Nueva York y estábamos en plena guerra fría) y luchaban contra THRUSH (esto lo he leído ahora;
entonces iban contra “los malos”) que
abogaba por la “subyugación de la humanidad”; ¡qué cosas! Visionados hoy los
viejos episodios, dicen muy poco; pero entonces eran interesantísimos. Lo juro.
Y el Doctor Waverly hoy me parece un ridículo tocapelotas.
A mí me quedan recuerdos inconexos (por mi trauma, claro; ni
siquiera me dejaban ver al orondo detective “Cannon” y su gran
Continental), pero a todos nos queda un recuerdo material de “El Agente
de CIPOL”; de aquellas aventuras contra el mal.
Cuando los agentes (de CIPOL) querían acceder a la sede (camuflada
y a la que se accedía por una tintorería) tenían que echar mano de sus tarjetas
identificativas ante la máquina torno de turno y acceder… y poco a poco
comenzamos a ver, por doquier, tarjetas identificativas de ese tipo para
acceder a empresas y entidades en España que pasamos a llamar, como no, CIPOLINES (aunque también se les llamó,
despectivamente, “escapularios”).
De El Agente de CIPOL nos quedan aún
hoy los cipolines.
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