Dicen que ya en
la
Odisea (siglo VII a.C.), Homero habla
de los faros.
Pero lo cierto
es que lo hace en la Ilíada, en el Canto XIX: “Como aparece el fuego encendido en un sitio
solitario de la cumbre de un monte a los navegantes que vagan por el mar,
abundante en peces, porque las tempestades los alejaron de sus amigos; de la
misma manera, el resplandor del hermoso y labrado escudo de Aquileo llegaba al
éter”.
Dejemos la
poesía y sin abandonar al bueno de Homero vayamos a la Tróade, a la actual
Turquía, a la costa, cerca de Troya, en
el Egeo, para encontrarnos con el primero documentado. Porque en materia de faros, luces
de mar, desde el siglo IX a.C hay vestigios. Sabemos que fueron los kutitas[1]
y los libios
(cartagineses) quienes construyeron “torres de fuego” en las costas del
bajo Egipto desde el siglo VIII a.C., si bien el faro más antiguo referenciado,
en torno al año 650 a .C.,
es el faro del cabo Sigeo, en la
costa occidental del Mar Egeo (a la entrada hacia los Dardanelos/Helesponto),
frente a la ciudad homérica de Eleunte (en el Quersoneso tracio) construido por
los griegos y muy citado en todos los relatos sobre la Guerra de Troya porque allí
fondearon las naves aqueas, junto a la desembocadura del Escamandro.
Como podemos imaginar,
las ayudas visuales a la navegación se remontan a los primeros intentos del
hombre por explorar nuevas rutas para el comercio, alejándose considerablemente
de la costa con sus embarcaciones, cosa que ocurría muy pocas veces.
Durante el
día los propios accidentes geográficos les servían de orientación, pero durante
la noche tenían que ayudarse de la luz emitida por algunas hogueras encendidas
en puntos estratégicos suficientemente elevados para poder localizar la costa
(generalmente templos de deidades) y regresar a puerto. Más tarde, para que
estas hogueras no se apagaran con la lluvia o el viento, las protegieron con
algún tipo de estructura y después colocaron superficies reflectoras a su
alrededor para que amplificaran la luz y fueran visibles desde mayores
distancias. El dispositivo no era complicado pero exigía que alguien (el
servicio de las sacerdotisas del templo) cuidara siempre de mantener el fuego
encendido para que la ayuda estuviera siempre disponible y el navegante se
sintiera protegido. Así nacieron los faros.
Los faros son
estructuras que tanto ayer como hoy señalan la situación de la costa a los navegantes,
pero alguno de ellos tuvo aún mayor protagonismo; se enseñó en ellos la ciencia
de la hidrografía y del pilotaje, el arte de establecer el rumbo de la
embarcación atendiendo a las constelaciones.
Restos de un faro en Acre, sobre la base del primitivo faro |
De entre los
faros más antiguos del mundo en el Mediterráneo tenemos múltiples ejemplos. Aún
hoy quedan restos del antiguo faro fenicio de Akko (Acre; San Juan de Acre, hoy Israel, al norte de la bahía de
Haifa); del faro cartaginés del puerto de Lilibea,
(hoy Marsala) en Sicilia (el faro se ubicaba en el cabo Lilibeo, hoy cabo Boeo)
que dicen que alguna torre de los molinos de los estanques de sal fue su base;
sabemos del famoso faro de Alejandría,
y de entre los construidos por Roma conocemos de la existencia de bastantes
estructuras fijas, aunque, sin lugar a dudas, el más famoso y aún en activo con
su original misión es la Torre de
Hércules, en La Coruña.
Y el nombre de
todos -faro- viene de viene de
una torre de señales que se levantó en la Isla de Faros (Φαρος, Pharos) situada
frente a Alejandría. Dinócrates de Rodas
la unió a tierra firme mediante un dique artificial, el heptastadion, que servía
al mismo tiempo de paso y conducción de agua canalizada. En la isla, en torno
al siglo III a.C., levantó Sóstrato de
Cnido, contemporáneo de Eratóstenes
y Euclides -por orden de Ptolomeo II-, una fastuosa torre de
señales que como una las Siete Maravillas del Mundo Antiguo,
señaló Antípatro de Sidón, ha pasado
a la posteridad como el Faro de Alejandría. El por qué de
aquella construcción en el extremos oriental de la isla, el actual fuerte Kait
Bey, se debe al importante tráfico marítimo de la zona y en las características
de la costa egipcia: aluviones del Nilo que restaban profundidad entre breves y
traicioneros arrecifes de caliza que sólo permitían canales de entrada
difíciles de ver desde el mar. El faro de Alejandría reflejaba la luz diurna
del sol y proyectaba la de su importante hoguera en las noches señalando el
cobijo del puerto alejandrino. Fortaleza además de faro, el Faro constituía el
eje de las defensas marítimas de la ciudad, y más hacia el Oeste el sistema se
veía prolongado por una larga línea de atalayas y faros que jalonaban la costa
norteafricana y conectaban Egipto con su reino filial de Cirene.
Un terremoto
acabó definitivamente con el Faro de Alejandría en el siglo XIV.
A partir de
entonces, llamamos faro a toda construcción que recuerde la utilidad de
aquella.
Como tal
palabra, faro, llega al castellano con Covarrubias
en 1611, hasta entonces era una luz de mar.
El tsunami del año 365 cambió la estructura de toda aquella costa… y los arqueólogos
buscan y rebuscan porque el Mediterráneo, por aquella zona, cubre con sus aguas
muchas cosas más.
[1] Pueblo babilónico que en el
Imperio Medio Asirio se adueñó de todo el borde oriental del Mediterráneo
(Líbano-Israel) y desde Asurf (también llamada Resheph y Apolonia) y desde
Pyrgos Stratonos (luego Caseárea Marítima) comerció hasta más allá del Egeo, especialmente con Egipto,
también bajo dominación asiria, y luego caldea.
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