Desde el siglo VI a.C. tenemos referencias griegas de nuestras costas: accidentes
costeros y escasos informes de los pueblos del litoral. A finales del III a.C. comienzan los romanos a asentarse en ellas.
A la vista de las
referencias en textos que han llegado hasta nosotros podemos inferir que la
línea de costa era mucho más recortada en la antigüedad y que su evolución en
los dos últimos milenios la ha regularizado, formando la mayor parte de los
deltas y llanuras litorales actuales. El Delta
del Ebro, si es que empezaba a emerger, no constituiría un peligro para la
navegación en tiempos de fenicios, griegos y romanos; no lo citaron nunca.
Orbis Terrarum - Agrippa |
Cuando Estrábon (siglo I a.C.), en el reinado
de Augusto, redacta su famosa Geographiká
(libro III, Iberia), aprovecha los datos suministrados por anteriores
visitantes como Polibio de Megalópolis,
Artemidoro de Éfeso, Posidonio de Apamea y Asclepiádes de Mirlea, cuatro grandes
mentalidades de la ciencia helenística que conocieron bien las costas y, parece
que, el inmediato interior. Sin tener claro aún el por qué, pocos decenios más
tarde cambia el aspecto de las costas. El mapa (Orbis Terrarum) que por aquella época Marco Vipsanio Agrippa hace pintar en una de las
paredes del "Porticus" en Roma, y la Chorographia que
acompañó, como texto explicativo a dicho mapa, no dejó de influir directa y
eficazmente en los escritores geográficos de su tiempo. Poco se dice de las
luces de mar, pero existieron: la Torre
de Hércules (construida entre los reinados de Nerón y Vespasiano, aunque
hubo otra en época de Trajano) o la Turris
Caepionis, de la que ya hemos hablado en este Blog.
Si romanos y
árabes dominaron estas costas y marcaron su iluminación estratégica, al llegar
la Edad Media se abandona todo y ni siquiera podemos hablar de puertos aún. El
término puerto se refiere más a un lugar que a una realidad material, ya que la
ausencia de infraestructuras portuarias fue normal en muchas ciudades costeras
bajomedievales. En la Corona de Aragón
sólo Mallorca y Alicante tenían muelles de piedra a fines del siglo XV, mientras Barcelona y Valencia,
vieron fracasar sus intentos por mantener unos muelles de madera, de difícil y
costosa conservación. La iluminación de
la costa desaparece como tal y se dedica, sobretodo, al aviso de la presencia
pirática.
Así, la verdadera iluminación de las costas
comenzó con la Edad
Moderna.
Al puerto de la ciudad de Alicante le
cabe el honor de haber sido el lugar donde se levantó el primer faro
provisional para analizar lo que sería la normativa a aplicar una vez
estatalizado el servicio de faros en 1835.
Con la pérdida de las colonias hacia 1821, España volvió los ojos hacia su
suelo peninsular.
Para fomentar el comercio marítimo se comenzó por
reconocer los puertos naturales, labor realizada por la Armada , la Dirección de
Hidrografía y otras instituciones. En
1842 la Comisión Permanente de Faros y en 1847 se
aprobó el Primer Plan de Alumbrado
Marítimo de las costas españolas del que proceden la mayor parte de los
faros que hoy existen en nuestro país y que condujo a la
construcción de la red de faros y balizamiento de puertos naturales
.
Ya existían algunos. Por el Real Arancel del Almirantazgo sabemos que el Impuesto de Linterna (luz de puertos, de 23 de diciembre de 1748) se aplica, al menos, desde 1833 en el Puerto de Alicante, cobrándose entre 1 y 12 reales por embarcación
que recalara.
Y en 1847 sabemos
de luces de puerto, en los puertos de Alicante
y Villajoyosa; de su altura y alcance
(ambos, 13 millas) y de los costos anuales de mantenimiento de la luz del
Puerto de Alicante (4.800 reales), mientras que la de Villajoyosa era mantenido
por los pescadores.
A primeros del siglo XX aparece la crisis debido a
la guerra arancelaria y a la filoxera, que arruino los viñedos de Europa. Fue
la primera crisis de la globalización y el comercio mundial se resintió durante
décadas. El mundo marinero, dedicado al transbordo de las playas y embarcaderos
a los buques fondeados entra en crisis. La existencia de los muelles en los
grandes puertos deja en el paro a estos colectivos que crearon potentes
sindicatos de estibadores cuya fuerza todavía persiste y que supone un freno a
la modernización de los puertos.
La pesca, que era una actividad económica
irrelevante, con apenas un 5% de población activa en 1895, para a ocupar el 30%
de la población de los municipios costeros en 1925. Este cambio debido a
sucesivas crisis sociales por la falta de industrialización, originó la
creación de puertos de refugio para pescadores, que se concreta en un plan
nacional de 1925.
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