A estas alturas del Blog, se habrán dado cuenta: me chiflan
los faros.
De una columna de prensa que apareció en El Diario -“Vigías del mar, estrellas en tierra”-
salió un librito al alimón -“Los faros y
otras luces de mar de la provincia de Alicante”- con el amigo Pepe Bañuls “El Bueno” -hubo otro Pepe Bañuls -“El Malo”- en lo de la moción de censura en el Ayuntamiento de
Benidorm, hoy felizmente defenestrado… aunque con un ramalazo de ave fénix que
no vean, y el fotógrafo Antonio García.
Yo, es ver un faro y encaminarme hacia él a piñón fijo; no importa por qué
derroteros. Y lo hago por tierra. He llegado a proponer una iniciativa para los
faros mediterráneos similar al programa europeo Al-Light (Atlantic
Lighthouses) para la recuperación y uso público de los faros, ya que todos
están automatizados. Y, claro; nadie me ha hecho caso.
Hace nada, el faro de Trafalgar. Hoy, el faro de Chipiona.
Ya les dije: en Chipiona… el reloj de sol y naturalmente su
faro, que tiene su miga y su baliza.
A 36º 44’ N y 6º 28’5 W se encuentra la Baliza de Salmedina que evita que las embarcaciones zozobren con la
Piedra de Salmedina, un arrecife que está unos siete kilómetros de la Punta del
Perro, en Chipiona. La baliza es un faro
cardinal oeste. Una marca cardinal, les cuento -porque lo leí para
documentar el librillo de faros- indica que las aguas más profundas de la zona
se encuentran en el cuadrante que le da nombre (Oeste, en este caso) y por ello
luce sus colores (amarillo-negro-amarillo, en este caso) y son 9 sus destellos.
Es la antesala a la navegación por el Guadalquivir. Es, en ese sentido, casi
tan importante como el faro que tiene a sus espaldas.
Y, en tierra firme está el faro; a 36º 44’271 N y 6º 26’522
W. Es el faro más alto de España (69
metros), tercero de Europa y quinto del
mundo. Es famoso, pero no el primero que tuvo el lugar.
Dicen que Quinto Servilio Caepion, el de Viariato (absténganse los que hayan
visto la serie de Antena 3 TV porque nada tiene que ver con la realidad), fue
el que a sus expensas ordenó levantar en la Piedra Salmedina un faro (Estrabón cita la Turris Caepionis) que es
lo que ha dado nombre a Chipiona/Caepionis…
y la hace famosa; no la folclórica aquella. Bueno, en ese lugar o más en tierra
firme -en lo que luego fue el “castillo” de los Ponce de León, luego Monasterio
de Regla… que hasta 1490 Chipiona no era municipio- hubo un fanal desde tiempo
inmemorial y… una serie de casas en torno a la torre defensiva de uno de los
noble de la Casa de Arcos, linaje de alcurnia que sería el embrión de la
población.
No obstante, la Piedra Salmedina entra en todo esto y es de
“rancio abolengo”. Es que en aquella piedra se levantaba, también -cómo si no-
la tumba de Gerión (la Ars Gerionis).
Recordemos, con la lógica abstención de los de la EGB y similares posteriores,
que acabar con el deforme y antropomorfo Gerión fue uno de los trabajos de Hércules,
y que Gerión, mira por donde, vivía en la Isla de León (Real Isla de León, hoy
San Fernando, entonces Isla Eriteia), donde hace 200 años se firmó la 1ª
Constitución española.
Pero vayamos a tierra firme: el faro de Chipiona al que me
refiero, el del siglo XIX
(proyectado en 1863 e inaugurado en 1867), es
magnífico y esbelto; es lo que se llama un faro de recalada (un destello cada
10 segundos). Se localiza en la Punta del Perro (Restinga del Perro), allí
donde convergen las playas de Regla y de la Cruz del Sur. Es muy atractivo y
“distinto”. Por lo general, los faros alertan de un peligro; invitan a no
acercarse a un lugar determinado. Este, en concreto, llama, y así los que
quieren remontar el Guadalquivir hasta Sevilla lo buscan con anhelo; dicen que
alcanza 150 km (en realidad, 30 millas náuticas) y que tiene 344 escalones
hasta su linterna. Se remató, en su momento, con uno de los primeros pararrayos
que se instaló en España. Hoy es, además, uno de los 20 faros aeromarítimos que
tenemos en España (desde 1964), que también proyecta su haz luz en vertical
para la navegación aérea.
Sus paredes están hechas de piedra ostionera, una
aroca sedimentaria, muy porosa, formada por restos de conchas marinas muy
empleada en la zona y ya se empleó para la catedral de Sevilla. Es una piedra
que, con el tiempo y la meteorología, suelda los sillares y se compacta aún más.
En realidad, es casi como una columna conmemorativa romana… en homenaje al
cónsul romano.
Además es un vértice geodésico, uno de los 11.000 (más o
menos) que hay en España (y este tiene el número 104724) y que indica la altura
exacta de ese punto sobre el nivel del mar. Y la particularidad, además, es que
no está colocado en el típico cilindro de 1’20 x 0’30, sobre base cúbica de
hormigón. Aquí el cilindro mide 69 metros de altura (sobre la tierra firme y 72
metros sobre el nivel del mar)… y el vértice está materializado por una
tachuela metálica en la terraza a 65’725 metros sobre el nivel del mar.
Y el caso es que este faro debió medir 100 metros… pero
aquella España de 1853 no estaba para aquél dispendio y hubo que esperar una
década para realizar otro, el actual, que no pudo llegar a los 70 metros de
altura. Y a pesar de ello es el más alto de España.
Otro día, más de faros. Ah, este de Chipiona es visitable, subible y fascinante. De lo que te lo
explican casi todo. A ver si aprenden en otros sitios.
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