Aquí, sin estar en Al
Aziziya (57’7ºC a la sombra, lo que se estima rondó los 70º al sol;
13.09.1922), en el desierto libio, a 55 km de Trípoli -y sin que sople el
ghibli-; ni en el Bad Water del californiano Valle
de la Muerte (58’1ºC, 28.07.2006); ni en Tirat Zvi (un kibutz en el valle de Beit Sheam, Israel; 53’9ºC,
21.06.1942); azquí, en la vieja piel de toro, también Lorenzo se deja notar, aunque
sin llegar a esos extremos.
Ahora mismito, mi ventanométrico
benidormense -a la sombra, faltaría más- marca 30’5ºC (19 h. 30 m) y “el fraile”, en un recodo de la pared,
tiene la varita situada justamente entre Inseguro y Ventoso, pero habida cuenta
de su ubicación, yo ni lo mencionaría. Es un regalo y le tengo cariño, pero
donde está, no mide nada.
Vayamos con el calor, que eso sí que existe. El frío, por su
parte no: es la ausencia de calor, como la oscuridad es la ausencia de luz.
Bueno no, una cosa es termodinámica pura y la otra… física también.
El 22 de agosto de
1902, hará mañana 110 años, Sevilla
entraba por la puerta grande con un registro de 47’1ºC… y como no existía esta pléyade de apocalípticos del clima,
pues no pasó más que a las páginas de algún periódico y a los cronicones. Incluso
hay dos registros más de armas tomar: los 49’8ºC
del 11 de julio de 1873 y los 51ºC del 30 de julio de 1876. Bueno,
pues ninguno de estos registros se acepta como válido porque el termómetro con
que se midieron estaba es un garita en la azotea de la antigua Universidad de
Sevilla (hoy Facultad de Bellas Artes), junto a la iglesia de la Encarnación, pegadito
a una pared encalada que impedía un buen aireamiento (verano en Sevilla) y propiciaba
que se caldeara el conjunto (verano en Sevilla). ¡Ozú!
Bueno, no muy lejos de Sevilla, Valle del Guadalquivir por medio, en el tórrido mes de agosto de 1916, tenemos un registro de 52ºC en el cordobés pantano de Guadalmellato (38º3’N – 4º59’W)
que un climatólogo tan reputado como don Inocencio
Font (1914-2003) lo señala en varios de los tratados que escribió. Y no se
acepta como veraz, como tampoco se aceptan bien a las claras los 48’8ºC medidos en Cazalla (Sevilla) el 30 de
agosto de 1926.
Desde que la AEMET
tiene sus datos oficiales la cosa no ha sido para tanto. Bueno, que no se lo
digan a Murcia con 47’2ºC el 4 de julio de 1994… que tiene el récord oficial.
Olas gordas de calor las hemos tenido en 1968, 1978, 1982,
1995 y 2003…
En la de 1968 se
alcanzaron los 47ºC en dos
poblaciones cacereñas: Herrera de
Alcántara y Talayuela, esta
última en la comarca de Campo Arañuelo. En la ola de calor de 1978 llegaron a los 47ºC a mediados de julio en varios
municipios: Beas de Segura (Jaén,
donde se hacen buenas Cabañuelas), Vianos
(Albacete, en la Sierra de Alcaraz), Alcantud
(Cuenca) y Cieza (Murcia). En la
ola de calor de 1982 los registros
que rondaron los 47ºC se quedaron en
la mitad norte de la península y en la primera quince de julio: Viana y Caparroso en Navarra, en zonas de clima continental pero con
transición al clima mediterráneo que le es propio a la Ribera del Ebro, y Grañén (en Los Monegros, 3 meses de
invierno y 9 de infierno) y Ontiñena
(Bajo Cinca) ambas en la provincia de Huesca.
En la ola de calor de 1995
todo volvió “a la normalidad”; de la meseta para abajo. Y ese tope de los 47ºC, en la segunda quincena de julio,
se alcanzó en Sanlúcar la Mayor
(Sevilla, comarca del Aljarafe), Hornachuelos
(Córdoba, en un balcón sobre el río Benbézar), Bohonal de Ibor (Cáceres; volvemos a Campo Arañuelo, al precioso
río Ibor y al embalse de Valdecañas) y en la estación meteorológica del Embalse de Montijo (Badajoz;).
Hornachuelos, aunque haga calor, no viene de horno, sino de hoyos mineros.
Finalmente, la ola de calor del verano de 2003. Esa me pesa a mí aún; pánico le
tengo. Se prolongó del 27 de julio al 14 de agosto. Y estuvieron así-así con
los 47ºC tanto en San Pedro de Trones
(León, el pueblo de las pizarras; el único Museo de la Pizarra que hay en
España), como en Gata (Cáceres, con
el castillo de la Almenara y la Orden Militar de Alcántara). Y superaron esa
barrera, con 47’1ºC, en Montoro (Córdoba; en un meandro del Guadalquivir),
el 1º de agosto.
Así, con esto… no nos quejemos tanto. Verano es calor… y nos
estamos volviendo muy pusilánimes en esto del calor.
Bueno, me bajo a la piscina a refrescarme un rato, que el
baño vespertino es una gozada. Es que hace calor y el botijo es sólo parte de
la solución.
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