Aún con el buen tiempo a cuestas, tras una comida de colegas
geógrafos (que no ha resultado nada aburrida) aprovechando estas primeras Jornadas
de los arroces de Benidorm -a la que he llegado después de una rueda de
prensa (con aperitivo) en Alicante con el nuevo responsable peninsular de Air
Berlin, Paul Verhagen- hemos
terminado hablando, en sensacional sobremesa sabiamente alcoholizada para una
soberbia digestión, sobre la pobreza
energética. Hablando, debatiendo y manifestando nuestro temor a los efectos
perniciosos -este próximo invierno- que sobre la población y la salud, especialmente
de nuestros mayores y los más afectados por la crisis (con la que está cayendo
en lo económico y social), se produzcan por efecto de la pobreza energética, un tema muy poco tratado.
¿Pobreza energética?
Y eso, ¿qué es lo que es?
Llamamos pobreza
energética a la incapacidad de un hogar de satisfacer una cantidad mínima de servicios
de la energía para sus necesidades básicas. Para la investigadora
británica Brenda Boardman (Instituto de Geografía, Universidad de
Oxford), la primera en definir este
problema en 1991, se alcanza la pobreza energética si no se pueden pagar los servicios
adecuados de energía, sobre todo calefacción, con el 10% de los ingresos.
Va en el sentido de una climatización
adecuada en la vivienda que si bien en verano la lucha barata contra el calor
se arregla con paciencia, un abanico y un botijo, en invierno mantenerse por
encima de los 18ºC es cuestión de euros, y sólo euros, en calefacción; que los sabañones
(el eritema pernio, picazón incluida)
debieran de estar ya olvidados y sólo ser recuerdo de tiempos pasados que
huelen a naftalina y alcanfor.
A la pobreza
energética se llega por frío.
Por ejemplo, cuando los ingresos
de la unidad familiar son bajos,
cuando el precio de la energía es alto
(como ahora, y lo que te rondaré morena) y cuando la calidad de la vivienda es insuficiente.
Los riesgos se manifiestan a través de la incidencia que tiene la falta de calefacción en la salud física y mental
de los individuos. Hay una necesidad de un mínimo de calefacción invernal y
esperamos -los contertulios arroceros, al menos- que este invierno no llegue
tan fuerte como el recientemente pasado. Les recuerdo, por la fragilidad que
tenemos en ese campo gracias a los calentólogos, que este febrero último -pasado,
reciente- fue, para la AEMET, extremadamente frío; el más frío de
referencia climática de 30 años entre 1971 y 2000.
Una de las cuestiones para combatir la pobreza energética
radica en la eficiencia energética en la construcción. En Europa, tengo una
hija que va por la vida como ingeniero -en paro- de la construcción y este tema,
que es clave en esto de paliar la pobreza energética, es -además- cuestión
recurrente en los dislates caseros. Y no porque sea tema recurrente en casa, la
cuestión de la eficiencia energética en
la construcción es cosa que preocupa en la UE que ya en febrero de 2011, elaboró un Dictamen al respecto desde el Comité
Económico y Social, reforzando directrices anteriores, que urge a
considerar la pobreza energética como
prioridad social. Y resulta que,
también, es uno de los llamados objetivos
“faltantes” para el cumplir los Objetivos del Milenio que propuso la ONU.
Pobreza Energética.Tasa por CCAA. Periodo 2006-2010 Fuente: Eroski Consumer |
En España no hay
estudio completo sobre la triste, adivino, realidad de la pobreza energética
patria. Y más ahora, con la que está cayendo. Pero hay que recordar que algunos
aspectos estadísticos analizados en 2007[1]
(estamos en el último cuarto del 2012) ya incidían en que un 10% de la población española estaba
en situación de pobreza energética. Y entonces (2007) el porcentaje de
personas en pobreza relativa era del
19’7 %; el 21’8% en 2011… y vamos
cayendo, lo que en subir en tanto por ciento.
La UE ya dictó
directrices al respecto en 2009 (2009/72.CE
y 2009/73-CE) que, hasta donde
llego, no aparecen en los planes patrios. España es asín. Lo que empieza a preocuparnos. Y no me vale que en este
Levante nuestro estemos en esa España templada, incluso cálida; por esa cuestión
resulta que somos la España más expuesta porque, con eso de estar en la España meridional
y levantina las viviendas están peor aisladas y los sistema de calefacción son
los recurrentes puntuales de última hora, que chupan € del mix eléctrico, cada
vez más caro.
Hay algunos frentes abiertos en este tema y me ha
sorprendido que algunos colegas estén trabajando ya en ello y dándose cabezazos
contra los muros de la indiferencia. Uno de ellos, Jorge Soler (SIGA-cma), hasta me ha hablado de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) que es pionera en trabajarse esto de
la pobreza energética, pero me han acojonado: “La tasa de mortalidad adicional de invierno
relativa de España (20,5%) no ha descendido desde la década de los 90 del siglo
pasado y es una de las más altas de los países occidentales. Se estima que la
pobreza energética es responsable en España de entre 2.300 y 9.300 muertes
prematuras, una cifra más elevada que la de víctimas mortales de accidentes de
tráfico en carretera (1.480 personas en 2011)”.
Y
los españoles no estamos mejor en 2012 que en 2011; la crisis golpea.
El
estudio de ACA estimaba para 201o que 5’3
millones de personas en España estarían en esa situación de pobreza económica
y… las subidas del recibo de la luz desde entonces no harán más que subir esta
alarmante cifra.
Pero
no todo esto de la pobreza energética es malo. Lo habíamos hablado ya en casa,
lo hemos tratado hoy en la sobremesa y hasta esta gente de la ACA lo propugna: la
rehabilitación de viviendas es solución a la pobreza energética y a la
generación de empleo. Leo, de un estudio de 2010, que “generaría
47 empleos anuales por cada 1.000 m2 rehabilitados”.
Y
mientras tantos nuestros arquitectos y gente formada sólo tiene en mente hacer
las maletas y buscarse la vida. Y aquí podrían encontrar trabajo en ese nuevo
campo, tan necesario.
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