(2001, En el Vº Centenario del Vodka)
Nada, que buscando, buscando, lo del tabaco he dado
con un filón de diskettes con cosas paridas entre 1991 y 2001 (guardar es un
placer) y que vieron la luz en The
Entertainer, Canfali, Portada y otras publicaciones de ámbito
local. Volvía yo de San Petersburgo, nada más despuntar el siglo XXI, de
celebrar el “5º Centenario del Vodka” (un invento para darnos un homenaje)
cuando escribí esto. Vodka, nos dijeron allí, es una palabra del siglo XVII y
una bebida, como tal, con registro en 1501, y lo conté tal que así.
Pasear junto a la verja de la vieja
-viejísima, vetusta y maltrecha- Universidad
de San Petersburgo fue uno de los momentos apoteósicos de una visita a la Venecia del Norte. Tenía ilusión y
muchas ganas de ver, entre los cristales rotos de las increíblemente
deterioradas ventanas, las aulas de la Facultad de Química donde Mendeléyev impartiera sus clases. Uno
que es así.
Y si la Perspectiva Nevsky me decepcionó
profundamente, ver el rostro perfilado del insigne químico me llenó de entusiasmo.
No había nadie en aquella calle de la vieja Universidad; solos el pétreo perfil
de Mendéleyev y yo. Al fondo, junto al Neva, los autobuses de turistas eran cercados
por vendedores de madrescas y otros recuerdos. Pero allí, ante Mendeléyev, en
aquella veterana cuna del saber, estaba yo. A la cabeza me vinieron los recuerdos
de 5º de Bachillerato (ahora no sé con qué puñetería académica se equipara)
cuando José Antonio Sánchez Mora, que era un genio, nos enseñaba química y,
además, a dominar la nomenclatura de la IUPAC y el Sistema Periódico de Dimitri Ivánovich Mendeléyev y Julius Lothar
Meyer. Nos metió a Mendeléyev entre ceja y ceja.
Pero don José Antonio, que nos contó muchas
cosas del ruso, nunca nos refirió lo del vodka... y ahí -sí, ahí- me duele. Han
tenido que pasar muchos años para enterarme que Dimitri Mendeléyev -dicen-
fue el autor de la definición de la fórmula química exacta del licor ruso.
Y ha sido en San Petersbrugo hace
unos días. De haber dispuesto de este dato cuando cursaba 5º de Bachillerato,
no les quepa la más mínima duda de que -habida cuenta de la admiración inducida
hacia él- hubiera consagrado mi vida a la química y no al análisis geográfico
regional y a la alquimia de las palabras.
¡Santo Cielo!, ¡Virgen de Wladimir! (que
hablamos de un ruso), resulta que a Mendeléyev -dicen- debo -debemos- la exacta
conjunción del “Vino de Mesa nº 21”,
nombre oficial del Vodka: agua (vodá, en ruso) y un 40% de alcohol puro,
etanol, obtenido del destilado de
granos de trigo macerados. El proof (40% de alcohol puro de trigo),
grado alcohólico en volumen de una bebida, para el vodka en este caso, es lo
que le debemos al amigo Dimitri. Bueno, en su tesis doctoral -Un
discurso en la combinación de alcohol y agua- plantea un óptimo de
porcentaje de alcohol del 38% en
volumen… y los fabricantes -dicen- redondearon al alza, hasta los 40 (por cosas
del cálculo del impuesto de alcohol). Lo de Mendeléyev tiene su miga: la
mezcla de alcohol y agua libera calor, y ese calor depende del grado alcohólico (y otras menudencias, añado yo). Cuando
la proporción es de 38º esa
liberación de calor se hace casi imperceptible y se saborea mejor obteniendo
entonces todos los matices. Vamos, que le he quitado toda la poesía y
he desnudado la magia: sólo queda el espíritu del invento.
La verdad es que el vodka antiguo, como más
de un destilado por esos mundos de Dios, iba “perdiendo” grados por el camino
que discurre desde la casa del fabricante al tugurio del consumidor, y lo que
se pretendió es que al final tuviera 40º; vamos, que no lo aguaran más.
Sabemos que en 1386 llega el primer alcohol
vínico a Moscú; lo llevaron los genoveses que comerciaban también por aquellas
latitides. Termina por prohibirse su consumo porque resulta caro, y se comienza
a trabajar en un destilado propio, como los que les llegan de Constantinopla.
En 1501, de cereal (trigo y centeno) destilan el primer zhinnenia vodá en cantidades importantes, en el Monasterio de Chlúdov, en el Kremlin
(castillo) de Moscú, para ayudar a combatir las secuelas de la peste negra. No
es que ayudara a curar la enfermedad, pero hacía olvidar las penas. Pronto fue
la bebida nacional de Rusia (tantas penas, trajeron esto). Y de 1501 a 2001… 5º
Aniversario. Y yo en San Petersburgo, alguna fiesta, varios hectólitros por
trasegar y sin un puñetero museo del Vodka (dicen que en breve -vaya Ud. a
saber, que esto es Rusia- abrirán uno) que llevarme a los ojos. Pero de 5º
Aniversario. ¿No será un invento para periodistas del Pribaltiskaya?
Volviendo al ayer. Los vodkas de aquellos días
lo mismo tenían 38 que 72 grados (samagón llamaban al vodka de alta
graduación). Y pasada la peste del momento cada uno lo fabricaba como le venía
en gana, hasta que en 1894 -dicen-llega la tesis del químico. ¡¡Y no es así!!; el estándar del 40% en volumen se
estableció en 1843… cuando Mendeléyev sólo tenía 9 años. Lo he visto en un
cartelón -y en la documentación- que anuncia lo del 5º Centenario. Vale que, marketing
ruso decimonónico por medio, aprovecharon la fama del químico, y la tesis, y
jugaron con ella. Y así llega la nueva fecha de 1894 para que todo les cuadrara y sacar una producción extra, la Moskovskaya
Osobaya -Moscú Especial-, el primer vodka estandarizado a 40º con banderín
de enganche mendelevyano.
Hasta donde uno sabe, Mendeléyev nunca estuvo
muy al tanto de eso del Vino de Mesa nº 21 y de sus famosos
“40º” de alcohol. Cuenta el
historiador William Pokhlebkin que “treinta años después de escribir su tesis se
unió a la Comisión del Vodka”
que velaba por la calidad del producto.
En mi admirado y maltrecho San Petersburgo he
podido conocer que los rusos llamaban al vodka vino de pan (por lo del
trigo), vino quemado y hasta vino ardiente; que desde 1478 -cosas
de Iván III- es un monopolio del
Estado; que otro zar, Iván “El Terrible”, puso en marcha en 1533
el primer bar oficial donde sólo se servía vodka -el primer Kabak-, una taberna de alta rentabilidad
donde sólo se servía vodka a palo seco y donde la gente se emborrachaba muy
pronto, aunque con el paso de los años se puso de moda el Traktir donde ya se
servía algo de condumio con el vodka, que siempre era monopolio del Estado.
Sitios típicos o con historia, hemos visto pocos; pero antros de vodka a gogó,
los que quieran. Y por las calles ríos de Vodka; es que la Rusia moderna, en el
2000, ingresó 470 millones de dólares por eso de empinar el codo con vodka; incluso
que 28.000 rusos murieron por intoxicación etílica por vodka en el 2000.
Los rusos celebran el quinto centenario del
vodka y por ello he sabido que la mitad del vodka que consumen es ilegal; que
no pasa por la fórmula de mi amigo ruso y no tributa a las arcas de Putin &
Co. Ahora se entiende lo de los 28.000 rusos que han palmado por el vodka.
Y metidos en aniversarios, como las
repúblicas bálticas conmemoran su undécimo aniversario de independencia este
mes de marzo debe confesarles que el vodka estonio es… ¡¡“de película”!! Me han
dicho lo mismo del vodka lituano y del vodka letón; y del vodka danés, y del
vodka sueco, y del vodka finlandés… cosas de la Revolución de 1917 que hizo
huir a los principales, entonces, fabricantes de vodka… Smirnoff, Shustow y
Keller…
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