En el último Post me salió a relucir un pasado, que debe
investigar, de Benidorm con el tabaco. Y buscando me he encontrado con
una cosita del 93, para The Enternainer (cosas del amigo Berto Orozco) -que se las vieron y
desearon para traducir, me dijeron- y que luego publicó Maesba en Canfali -el viejo semanario local con
nombre del lugar: Can Falig- y que
hoy me he encontrado en esa búsqueda preliminar.
Y aprovechando que este mes se cumplen los 520 años de que
los españoles vieron al primer indígena fumar… pues ahí va:
Es terrible: fuimos los primeros en verlo (Colón
dice que fue en octubre de 1492), los primeros en probarlo (Noviembre de 1492;
todo un mes después. Se lo pensaron), los primeros en sancionar su uso (1493), los
primeros en traer las semillas y plantarlas (1559, cigarrales toledanos), los primeros en producirlo… y pasa a la
Historia por un nombrajo turco, tabaco, y los botánicos lo clasifican
con un nombre gabacho. En esto del Tabaco, estamos gafados.
Lo del gabacho tiene su historiera. Se llamaba Jean Nicot de Villemaine (1530-1600) y
era embajador del Reino de Francia en la Corte portuguesa. En Portugal, ahí al lado. Como
todo embajador de la época su misión era la de cotillearlo todo y luego dotoreárselo
a sus jefes. Y así lo hizo. Los españoles lo habían descubierto las “Indias” y
se traían de allí todo lo que podían; los portugueses no les habían ido a la
zaga y hacían lo propio.
Nicot dejó su apellido al tabaco; pero ninguno
de los españoles que se toparon con él quedó ligado a él. Si hacemos casos a
los libros de Colón, en octubre de 1492 los expedicionarios se toparon en el
tabaco en el Caribe; en noviembre de 1492 Rodrigo
de Jerez y el “intérprete” Luis de Torres, vieron por primera vez
a unos indios fumar aquello: “aparentemente
los nativos hicieron rollos de hoja de palma y maíz a la manera de un mosquetón
hecho de papel, con tabaco dentro. Uno encendía un lado y bebía el humo que echaba por el otro lado”. Buena descripción.
A su vuelta a la vieja Europa, a Rodrigo de
Jerez, afincado en Ayamonte y acompañante de Colón en su primer y decisivo
viaje, le había dado por fumar, a escondidas, y su mujer que estaba de él hasta
la coronilla le había denunciado a la Santa Inquisición
sevillana por endemoniado -¡Faltaría más!- y casi termina sus días malamente,
encarcelado… hasta que se dieron cuenta de que el fumar y el Demonio no iban
parejos. Aquello estaba pero que muy feo, por novedoso; pero nada más. En fin,
el tal Rodrigo; el primer europeo en fumar fue el primero en ser castigado
traumáticamente: 7 años en prisión. Mal comienzo, vive Dios. A Luis de Torres,
el compañero de andanzas y fumeteo,
no crean que le fue mejor; se quedó en el Fuerte de la Navidad … y la palmó a manos de los indios del lugar. Además
era judío converso; vamos, que entre eso y fumar… el mismo final que le pilló
al sol del Caribe.
La palabra tabaco, lo más probables es que
proceda del v0cablo árabe “tabbaq”,
que era el nombre que se aplicaba en Europa, desde al menos el siglo XV, a muchas
plantas medicinales que se usaban a diario. Parece que los mayas llamaban a los
fumar algo así como “Cikar”, pero ni lo de cigarro
viene de ahí. Cigarro, sostengo, viene de los terrenos toledanos donde se
comenzó a cultivar las primeras semillas de tabaco traídas a la península por Hernández de Boncalo a instancias
expedicionarias del propio rey Felipe II
allá por 1559. Llegaron con fama de que poco o nada les atacaba y por ello se
destinaron a los cigarrales, unos terrenos toledanos que asiduamente
asolaban las plagas de cigarras. Por eso algunos fumadores sostenemos que el
nombre “cigarro” viene de lo cultivado
en los “cigarrales”.
Ya en el XVI el tabaco está por todos lados. Lo
consumen liado, picado y molido, para fumarlo liado o en pipa o, sencillamente,
inhalar su humo. Hasta llegan a mascarlo. Lo recomiendan hasta para las gripes
y las afecciones respiratorias.
Volvamos a Nicot. La Reina de Francia, Catalina de Médicis, sufría jaquecas y
el embajador Nicot, muy preocupado por su regia salud, no dudó en enviarle “picadura selecta” que la reina consume
(aspirando su humo por la nariz) y, ¡oh, prodigio!, mejora considerablemente
por lo que no duda la real persona en recomendar por todas partes la "hierba de Nicot", con lo que el
Señor Embajador -y médico-, sin comérselo ni bebérselo pasa a la historia en
detrimento de todo lo español. Pero es que hay más: en 1570 otro gabacho -Liébault- llama al tabaco Nicotiana
en honor del tal Nicot, y en 1737 el naturalista sueco Carl von Linneo no duda en su Species
Plantarum en llamar Nicotiana Tabacum a la planta.
¡Cachis la!
Bueno, una medallita nos la pusimos con Hernández de Oviedo, en 1535, al ser el primero en describir la
planta en Historia natural de los indios. El tabaco -dice- “es
una planta hermosa, de gran porte y grandes hojas, con flores blancas, rosadas,
rojas o verdes que tanto adornaban las casas como se utiliza en otros
menesteres”. Y es que 1.500 años antes que Colón, y el ayamontino,
llegara a América, los mayas fumaban. Sus sacerdotes lo hacían para adorar al
Sol y todos lo usan como remedio curativo. Estaban convencidos de que la
enfermedad era producida por un espíritu y la única manera de echarlo fuera del
cuerpo era con el humo del tabaco. Cuando a finales del XII los aztecas invaden
a los mayas, asimilan sus costumbres y terminan fumando como carreteros; eso
si, refinando las costumbres con pipas y otros utensilios. Son bellísimas sus
leyendas sobre el fumar tabaco: el mundo estaba cubierto de hielo y el chamán
fumó... y su humo fundió el hielo y surgió la vida... ¡toma ya!.
Hoy sabemos que en aquella América precolombina
se daban dos clases de tabaco. En la del Norte encontrábamos la Nicotiana Rústica ,
de hoja estrecha, alto contenido en nicotina y muy amarga -por lo que había que
fumarla en pipa y se hacía en la Pipa de la Paz de los comanches, sioux y todas las
tribus indias que salen en las pelis
de indios y del 7º de Caballería de Michigan -que es más famoso que los demás
escuadrones porque casi lo exterminaron cuando Custer (que estaba ya alopécido
y que por ello no le pudieron cortaron la cabellera) en Little Big Horne-, y en
América Central y del Sur teníamos la Nicotiana Tabacum ,
la descrita por Hernández de Oviedo, que era más suave y dócil.
Llegados aquí quiero señalar las importantes
contribuciones del tabaco a la Humanidad. Gracias al estudio de una enfermedad
de la planta -el mosaico del tabaco (TVM)- los científicos lograron aislar el primer virus de la virología y comenzar
a estudiarlo para acabar con él -y con todos-, en beneficio de la salud de
todos. Gracias al estudio de las células
de esta planta los científicos descubrieron la existencia de los cromosomas.
El tabaco es materia prima en la
industria de los pesticidas de origen natural, en la de productos dentales, en la industria
farmacéutica de los antibióticos, en
la de los plásticos biodegradables,
en la de los sustitutivos de la sangre,
en la industria papelera con enzimas para el reciclaje del papel, en la industria química de última tecnología
para el desarrollo de biopolímeros y
enzimas industriales, en la investigación para el desarrollo de nuevos fármacos en otras parcelas más de la investigación
biomédica. En la
Universidad de Standford (USA) trabajan sobre una vacuna
genética contra un linfoma maligno, teniendo como base la planta del tabaco. Es un veneno de la naturaleza y nos es muy
útil. No por ello quiero sacarlo de su contexto y pedirles que lo consuman,
pero que el menos lo sepan.
Claro, y también sus cosas negativas. Además del
ayamontino, otros lo pasaban mal con el tabaco mucho antes de la actual
legislación contra él. Durante el siglo XVII, en algunos lugares de Alemania,
los fumadores terminaban en el patíbulo; en el siglo XVIII, en Persia, el
propio Sha descabezaba personalmente
a los fumadores, y en Turquía, el Sultán Amarantes IV, hacía desmembrar a los
fumadores. En Rusia por aquellos días, el zar Miguel Fedorovich mandaba
torturar a los fumadores para que confesaran quién les había proporcionado el
tabaco y se perseguía de oficio a quienes lo proporcionaban. En China el
emperador mandaba que se les cortara la cabeza mientras fumaban. El papa Urbano
VIII prohibió fumar cerca de las iglesias y en el interior de los templos,
llegando a excomulgar a quienes fumaran o consumieran rapé....
Pero ¿fumar no era un placer?...
Hubo otro tiempo más tranquilo. Próspero Merimé nos cuenta lo de la gran
demanda de cigarros de la
Fábrica de Sevilla; se decía –y hasta se ilustraba con
dibujos fantásticos- que Carmen y sus compañeras sevillanas liaban las labores
sobre sus torneados muslos, bien arriba de la rodilla y hasta el pubis,
despertando hasta el más olvidado erotismo en los fumadores.
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