A raíz del charco que pisé en junio de
2004, también publiqué un extenso artículo sobre planes hidrológicos que, en
pequeñas dosis, saco nuevamente a navegar….
Para los
romanos, el problema es que Hispania
estaba mal regada. Y ellos fueron los que acometieron las
primeras obras hidráulicas patrias de envergadura: acueductos y presas. Así
pues, la cultura del agua en este país la inician los romanos… y la
engrandecerán los árabes… y la van dejando morir los propios españoles poco a
poco, en los siglos posteriores, por las dificultades orográficas y variaciones
climatológicas que entraña la península Ibérica. Hasta el XIX no se retoma con
brío esto de la hidráulica patria, aunque por en medio hay breves destellos de
genialidad.
Trasvases España (Infografía El País, 2007) |
Los primeros
proyectos de trasvases se desarrollan entre los siglos XV y XIX. Así llegarán
el “Júcar-Vinalopó” (solicitado ya
en 1.420), el “Castril-Guardal o Canal de Murcia” (1.566), el del “Alto Aragón” (1855), el “Canal de Aragón y Cataluña” (1876) y
algunos otros más sin mayores logros que el diseño y algún comienzo de obra,
pues la financiación y la orografía son decisivas. Y me refiere a canales para
riego, que obras hidráulicas hay otras.
Y, la verdad,
es que todo cobró un impulso especial en el XIX a partir de una Ley de Aguas (13.06.1879)… que estuvo en vigor hasta 1985. Ciento seis años de “reinado”
sobre la vieja piel de toro y al amparo de la que se programaron mil y una
iniciativas.
La diligencia no ha sido nunca nuestro fuerte, aunque ya, con marco
legal, nos pusiéramos manos a la obra y en 1899 se hiciera público el Avance
del Plan General de Pantanos y Canales de Riegos… que hasta 1902 no alcanzaría el rango de ley. Y
así llegamos, 1902, al 1er Plan General de Canales de Riego y Pantanos, que es
el llamado Plan Gasset (de don José Ortega y Gasset), y en base a
él, en la Comunidad Valenciana, se llevó a cabo el pantano de Buseo (1906,
cerca de Chera, sobre el río Reatillo, en el desfiladero del Tormagal) y se
recreció la coronación del Pantano de Tibi, que es una construcción iniciada en
1580, por mandato de Felipe II, y desarrollada por Juan Bautista y Cristóbal
Antonelli.
El Plan
Gasset era “una carta a los Reyes Magos” que conforme a las penurias económicas
del país se iban haciendo cositas por aquí y por allá en 1906, 1909, 1916,
1919, 1922…
Cual tortuga coja íbamos avanzando -en organización y estructura más que
en obras- y en 1926 se
crean las Confederaciones Hidrográficas
para planificar la regulación de los aprovechamientos de los ríos y con este
tocho debajo del brazo se desarrolla entonces, más papeleo, el Plan de Mancomunidades
Hidrogeográficas, bajo la dirección de Manuel
Lorenzo Pardo y Rafael Benjumea,
Conde de Guadalhorce, con el objetivo de corregir las desigualdades hídricas
entre el Este y el Oeste de la península.
Bueno, mucha teoría y poco más. Tan poco como pesetas rubias y ganas hubo.
Y aún así, en 1933, se
pone en marcha el primer Plan Nacional
de Obras Hidráulicas, también de Manuel Lorenzo Pardo -que no cejaba en su
empeño-, con el objetivo de “garantizar las dotaciones de los regadíos
del litoral mediterráneo” y desarrollar otros nuevos aprovechando los
sobrantes (que entonces los había) de los ríos Mijares, Turia, Júcar y Segura a los que se añadirían, atención, las aportaciones de las
cabeceras del Tajo y del Júcar, así como del padre Ebro a través canal Cherta-Peñíscola que se realizaba para aportes
para y desde el norte de Castellón.
Este plan
proyectó también el Trasvase Tajo-Segura
y diseñó el Plan de Mejora de los Riegos
de Levante.
Y dentro de
este primer plan nacional se fijó un volumen anual a transferir para el Levante, cifrándose en 2.297’16 hm3 (1.712’16 Hm3 a la cuenca del
Segura y Almería, y 585 Hm3 a la del Júcar)[1].
En este Plan de Mejora se diseñó también la conexión Talave-Cenajo, el canal
Júcar-Turia y el canal Lorca-Almanzora. Planificando somos los mejores; es cosa
de papel y lápiz.
Vamos, estábamos
ante un plan que lo planificaba todo y, lo mejor: un plan que no tuvo trámite
parlamentario. Fue un “ordeno y mando”
de Indalecio Prieto[2].
En una etapa
de euforia en la planificación de obras hidráulicas (porque una cosa es planificar
y dibujar y otra construir; que para eso ya hace falta dinero), en 1934 se
reorganiza la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) y se elabora, como no,
el Plan Nacional de Aprovechamiento de
las aguas del Ebro que, como tenía excedentes, se diseña toda una red de
canales para Aragón… sin tener mucho en cuenta clima y suelos. No es la primera
vez que se “mete la pata” en cosas así. Tres décadas después los del Banco
Mundial y Banco de Desarrollo Americano decidieron deforestar buena parte de la
Amazonía para conseguir tierras de cultivo sin querer saber que estaban ante
suelos lateríticos, ricos en aluminio, y malísimos para cultivar. Los árboles
de la selva no hincan sus raíces en el suelo para obtener nutrientes… Lo
descubrieron ya en los setenta, con el mal ya hecho…. Y el dinero, perdido.
Y como a
planificar no hay quién nos gane a los españoles, en plena Guerra Civil, en 1937,
el director de la CHE, Félix de los Ríos,
eleva un informe al Gobierno de Madrid sobre el Plan Nacional de Obras
Hidráulicas en el que considera que el
Ebro debe ser el principal río cedente y no el Tajo. Don Félix buscaba “la
aportación de recursos para garantizar tanto la consolidación como el
crecimiento agrícola en el Levante y en el Sureste” derivando desde Cherta
tres canales y nada menos que 1.260 Hm3/año “en
una acción combinada con las aguas del Júcar para los llanos meridionales de
Alicante”[3].
Pero el Dr. Negrín tenía otras cosas en su agenda de presidente de Consejo de
Ministros y ministro de Hacienda y Defensa… y por aquí nos quedamos sin las
buenas ideas de Manuel Lorenzo Pardo y Félix de los Ríos Martín.
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