Para una noche de fiesta en el diciembre de aquél Benidorm
de 1987 me puse por primera y única vez (en Benidorm) mi capa española. Fue un capricho que lleva más de treinta años
conmigo; capa madrileña, con embozo de terciopelo rojo. Lego, “he heredado” otra, dicen que auténtica
bejarana, de Béjar (Salamanca) -de donde son-, algo bordada, con embozo azul y broches
de filigrana salmantina; muy antigua. Y no me pongo ninguna de las dos. Bueno,
a mí no me importa ponérmela, pero en Benidorm… como que una capa no pega nada;
ni en invierno. Y “mi contraria” es
eso, contraria a ello.
Y el caso es que con un Benidorm a rebosar y sin un p… sitio
donde aparcar, con sol de justicia y algo de viento, vamos pasando este fin de
semana de Semana Santa que, como me dijo hace muchos años ya un director de
hotel (Paco Sellés), “se reduce a
jueves-viernes-sábado”. Vale que es un termómetro de cómo nos pude ir el
verano, pero son sólo tres días. Porque si bien los madrileños tiene vacaciones
escolares ya el Lunes santo, lo de las vacaciones se reduce a los días
señalados; que el “Lunes de mona (de
Pascua)” es festivo aquí, y nos queda toda una semana de vacaciones escolares -hasta
el lunes siguiente que es Sant Vicent y también es fiesta-, que ellos, los de
fuera del arco Mediterráneo, vuelven a la actividad ya este próximo lunes, con
hora cambiada desde el domingo.
Bueno, pues con un Benidorm así, a mí me ha dado por bucear
en el trastero y he topado con un traje de canaria (de “Maga” pone en la etiqueta) y las dos capas españolas. Y subo tan
contento para comunicar mi hallazgo y, meigas que dicen que hay, nada más
entrar me interpelan por el “motín de Esquilache”;
que están jugando al Trivial y he de hacer de juez (y parte). Y yo con las
capas en la mano.
Total, que doy la razón a “mi contraria” en el lance y visto mi capa (que habrá que airear un
poco; o un mucho)… y se me ríen a mandíbula batiente. Claro, me falta el chambergo; pero el de entonces, de ala
ancha. De siempre se ha dicho que “un
español con una capa y un caballo podría enfrentarse al mundo y conquistarlo”…
y “una espada y un chambergo”, que pocas
veces se dice.
Cabizbajo, de capa caída, y meditabundo, entregado a mis
pensamientos y en silencio, me he retirado a mis aposentos no sin antes, del
silencio, recordarle a Ana que había subido su traje de “maga” de La Orotava tinerfeña.
Y aquí, en mi leonera,
he buscado lo del motín; pues he estado a punto de amotinarme. En fin, que hago
de mi capa un sayo, y tiro de capa, y digo:
Que fue cosa de la tarde del domingo 23 de marzo (de 1766), Domingo
de Ramos -¡Cielos!, estamos en Semana Santa, a Sábado Santo, y se
cachondean de mi capa; ¿qué hago?- y se reactivó la mañana del 24 con final en
la tarde del 25 de marzo. Que el lío siguió por Zaragoza (1º de abril) y
terminó por Guipúzcoa (23 de abril)… y por en medio prendió en Cuenca,
Barcelona, Alicante, Cartagena… y así hasta en 36 ciudades más, y más de cien
villas. Sólo en Madrid, en unas 50 horas de motín hubo, dicen, 40 muertos (21 entre los amotinados y 19
entre los soldados) y una cantidad indeterminada de heridos (49 entre los
amotinados). En Madrid estaba Carlos II adoquinando las calles y proyectiles no
les faltaron a los amotinados.
Pero en las demás ciudades y villas también los
hubo: entre 2 y 6 muertos y entre 70 y 200 heridos reconocidos entre soldados
y amotinados sólo en Zaragoza y… etc. Y un ajusticiado por sedición en Madrid,
Juan de Salazar, y varios en Zaragoza y otras ciudades, a posteriori.
Cuentan que el 10 de
marzo se colgó el Bando y de inmediato
surgieron los pasquines contra la nueva normativa: desde la prohibición de los
juegos de cartas y dados en las tabernas (que había que cambiar por el ajedrez,
¡válgame Santa María!, ajedrez en los tugurios) a la archiconocida de la
reducción de la capa… y la prohibición del chambergo
(que casi nunca se dice). La retahíla es larga; pero la capa (y el chambergo),
los protagonistas. El 20 ya se mascaba la tragedia; el 23 estalló.
Al final Carlos III
largó a Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, a Nápoles,
por Cartagena… Pero poco más cambió. Juan
Grimaldi siguió en el Gobierno, la Guardia
Valona al poco fue reintroducida en la custodia de SM… Hombre, hubo
novedades: se “limpió” Madrid de vagabundos,
mendigos, majas y clérigos desocupados; las ciudades se dividieron en barrios, se crearon las comisarías (para el orden en los
barrios) y se fundó el Hospicio de San Fernando. Y más, que excede de este
Post.
Y digo que poco más cambió porque no hubo novedades en la política agraria. El desencadenante del motín fue el precio del pan y otros alimentos.
Desde 1763 España sufría de malísimas cosechas y todo se encarecía. Encima les
había dado por iluminar las calles de las ciudades a base de velas y aceite y
estos subieron como la espuma; la gente no tenía ni qué comer ni cómo
alumbrarse en las noches. Sólo el sebo rancio estaba al abasto de todos.
Por cierto, a los campesinos se les permitió vestir “a su manera”… y desde entonces hay regusto
por los trajes tradicionales de las distintas partes de España. Carta de
naturaleza al traje de “Maga” que he
subido.
PD.- De la noche decembruna que vestí capa en Benidorm
recuerdo un chiste de Vicent Picó (viejo amigo y concejal que fue; el de la moción in vitro): el de la capa del
cura. El del cura que mandan a Confrides y como allí hace frío deciden
regalarle una capa por suscripción popular. Hasta que salta el anticlerical del
pueblo y dice: “Pa la capa del cura, 200
reales; ¡¡pero lo capo yo!!”
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