El gobierno alemán ha sido el pagano: ya tenemos un
documento que analiza el impacto deldesperdicio de alimentos sobre el planeta. La FAO está contenta; ya hay cifras e impactos a la hora de señalar
culpables.
A la asombrosa cifra, ya comentada en otros varios informes
y en este blog (10.01.2013), de 1.300
millones de toneladas de alimentos que se desperdician anualmente (1.200
dijimos entonces) unimos ahora el impacto
de 750.000 millones de dólares/año en costes económicos directos (y no han
tenido en cuenta el apartado de pescados y mariscos) y el daño a los recursos
naturales. Vamos, que 1/3 de los alimentos
que producimos se echa a perder… y
tenemos 870 millones de personas que pasan hambre.
Y en estas ha aparecido como de la nada el PNUMA[1] y se ha unido a la FAO
señalando la “gran oportunidad para que los países hagan una transición hacia una
economía verde”… y por ahí no paso a pesar de que la FAO, con este
informe destaca un montón de beneficios a través de medidas muy sencillas que
ha plasmado en un “Manuel de Uso” (a modo de conjunto de herramientas) para
hogares, comercios, restaurantes, escuelas, empresas, industrias y organismos.
La cuestión es contribuir tanto a la sostenibilidad del planeta como a una
mejora de la seguridad alimentaria.
El informe de la FAO se llama “La huella del desperdicio de los
alimentos; impactos en los recursos naturales”. El informe debía
llamarse “Informe sobre el despilfarro alimentario”; todos lo
entenderían. Son 55 páginas de texto con
muchos gráficos, y en color.
Lo que sí que queda muy claro es la necesidad de “hacer cambios en todos los eslabones de la
cadena alimentaria” para evitar esta situación y poder reciclar o
reutilizar lo más posible. Por en medio flota la campaña “Desafío Hambre Cero”
y para ello han creado hasta su propio lema: “Piensa, aliméntate, ahorra;
Reduce tu huella alimentaria”.
Es que, por ejemplo, la putrefacción de esas 1.300 millones
de toneladas de alimentos produce del orden de 3.300 millones de toneladas de gases que terminan complicando las
interacciones en la atmósfera. Por cierto, como en otros problemas, Asia -con
todo- se lleva la palma; África -a pesar de todo- se queda con el hambre.
Pero vayamos al meollo de la cuestión: ¿cuál es el punto más crítico de la cadena alimentaria? Un poco más
de la mitad de las 1.300 millones de toneladas se echan a perder (o se
desechan) tanto en la producción, como en la manipulación y el almacenamiento.
Y un poco menos de la mitad durante el procesado, la distribución y el consumo.
Vamos 54% frente a 46%. Pero no carguemos las tintas contra el agricultor y las
cooperativas porque ellos actúan sobre lo que nosotros queremos; desde sólo
calibres comerciales a cuestiones de imagen y sanidad.
Lo que sí que es grave de verdad es que en los países más
desarrollados en el tramo final (el del minorista-consumidor) se desperdicia un
volumen 30 veces superior al de los países menos desarrollados y de ingresos
bajos. Y, como agravante, resulta que “cuanto más tarde se pierde un alimento a lo
largo de la cadena, mayores son las nefastas consecuencias ambientales”.
En el bancal, lo que supuestamente se desaprovecha, se aprovecha más o menos.
En el hogar, lo que se desaprovecha va a complicar los procesos de fermentación
en los basureros.
Los
mayores impactos surgen del desperdicio de frutas y hortalizas en los
países desarrollados tanto por las necesidades de agua en la producción como
por la química de su descomposición. El desperdicio
de cereales en Asia (arroz) van en cabeza: impacta sobre el agua, el suelo
y emisiones muy concretas. La carne,
por el contrario, es de lo que menos se
desperdicia, pero el sector productor
cárnico es de fortísimo impacto, en suelo, agua… y todo lo que se menea.
En informe no deja títere con cabeza: los consumidores, nosotros, “no planificamos las compras, compramos en
exceso, desconocemos la realidad de las fechas de caducidad y de consumo
preferente y abusamos de la estética de los alimentos”. Nos gustan
perfectos… y buscar esa perfección puede ocasionar un gasto en tratamientos y
manipulaciones específicas que no mejoran la vida útil. El paso por cámaras
frigoríficas, con recolección adelantada, acortan la vida del producto.
En informe aconseja “priorizar la reducción de desperdicio de
alimentos en las etapas del sector primario” y, cómo no, emprender
acciones positivas que van desde equilibrar
las producciones a prácticas
culturales más eficientes. También, “buscar soluciones a los excesos de
producción a través de mercados secundarios, donaciones efectivas o
alimentación del ganado”. Y, finalmente, mejorar en reciclaje y
recuperación: “el reciclaje de subproductos, la digestión anaeróbica, el compostaje y
la incineración con recuperación energética”, es mucho mejor que
terminen en el vertedero produciendo metano y contribuyendo a los lixiviados.
Estas son de las pocas cosas que están en nuestra mano hacer
por la sostenibilidad del planeta. El informe, merece la pena.
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