Armand Tronc-Reynard (Foto: Mario Ayús) |
La quinta temporada de la tertulia “Los cafés del Meliá” echó
a andar el viernes día 20 con Armand
Tronc-Reynard, responsable para Europa del Grupo Garavilla. Y creo supimos sacarle punta.
A priori, a lo peor, podía imaginarse un preámbulo tedioso
centrado en algo que nos es tan lejano como la industria conservera de
productos del mar y su distribución, pero la globalización, los nuevos
productos y las nuevas tecnologías, ha creado un universo que nos gustó
descubrir. Tal vez a ello se uniera la copa de cava que Antonio Escobar, director del Meliá
Benidorm, nos ofreció para abrir boca y brindar por la nueva temporada. El
café siguió después.
Garavilla es hoy
por hoy las marcas Isabel, Cuca, Massó… Se acuerdan del
¡Qué bien, qué bien, hoy comemos con Isabel!...
La historia de Garavilla comienza en Elanchove, en el cabo
Ogoño, en 1865 con la marca La Activa, aunque en 1887 inician La
Equitativa que será su marca hasta que surja Isabel.
De una familia riojana, que se estableció en Lekeitio, surge
el fundador del grupo, José Garavilla y
Quintana, quien en 1917 pone en marcha la conservera La Equitativa y en 1922
constituye Conservas Garavilla, ya en Bermeo. En 1930, la segunda
generación, Estanislao Garavilla y
Landeta, asume la gestión. En los años cuarenta, por las penurias de la
España de postguerra -había más pesca que hojalata y aceite-, siguieron en la
brecha. Los años 50 y 60 supusieron el despegue con producción en San Juan de
Arena (1954), Mundaka (1956), Vigo (1956), Algeciras (1961), La Línea (1964),
Arrecife (Lanzarote, 1967) y Las Palmas (1967). El mercado demandaba más y
mejor y en 1975 se abriría nueva planta de O’Grove y se reestructurarían otras.
Mediados los 70, tras menguar los caladeros cantábricos,
comienza la internacionalización de las capturas y las nuevas técnicas de
producción, y así llegará la planta de Manta (Ecuador, 1978).
Un detalle, a veces olvidado, es que ETA secuestró al nieto
del fundador en 1980. Se pagó un rescate de 30 millones. En 1988 fue
destinatario de un paquete bomba, sin consecuencias.
Un poco antes, con la entrada de España en la UE (1986) se
produce la primera remodelación a tenor de las tendencias de consumo y
producción, en función de los caladeros. En 1993 se abre la planta de Agadir
(Marruecos). Garavilla termina el siglo XX con 6 plantas, 6 atuneros
frigoríficos, 1 buque de transporte, una facturación de 28.000 millones de
pesetas (168 millones €) y un mercado que alcanza 70 países (España, Francia,
Italia y Latinoamérica como principales consumidores).
2001 marca el inicio de la nueva Garavilla y 2003 el punto
de inflexión en tecnología y tendencias. Se cierran plantas (Lanzarote y
Algeciras) dependientes de caladeros con difíciles acuerdos pesqueros en el
seno de la UE, la central pasa de Bermeo a Mundaka -por aquello de la internacionalización-
y en 2006 la Familia Garavilla, ya en tercera generación, recupera el control
absoluto de la compañía (el 41% pertenecía al BBVA, desde 1975 a través del
Banco de Bilbao) y lanza los nuevos productos y nuevas tecnologías de
producción y conservación como la Natur-fresh.
Hoy, 2013, cuatro plantas industriales (O’Grove y Cabo de Cruz
en Galicia, Agadir en Marruecos y Manta en Ecuador), una central en Mundaka,
cuatro atuneros-frigoríficos, 1 buque de transporte… y sigue en 70 países pero
factura 322 millones de euros.
Por esto de la globalización resulta que las plantas andan
especializadas: Sardinas y sardinillas en Cabo Cruz; sardinas, caballa, melva y
anchoas en Agadir; atún y sardinas en Manta; y mejillones, berberechos,
cefalópodos, ensaladas y atún en O’Grove. Vamos, que así se puede ir dando
cuenta uno de dónde es lo que come.
Una buena parte del atún que procesan, 40%, lo consiguen sus
propios atuneros en Kiribati, en el
centro del Océano Pacífico; en la Micronesia.
Tal vez no les suene Kiribati; son 33 atolones coralinos
(Islas Gilbert, Islas Fénix e Islas de La Línea), pero es un país… y por si les
sirve les diré que su capital es Tarawa.
Allí anduvieron a la greña japoneses y yanquis en la IIGM; tres infernales días
de noviembre de 1943 en la Batalla de Tarawa. Pero si no les basta eso, recuerden
que Kiribati es el país cuyo consejo de ministros celebró una sesión, metidos
en el mar -con el agua al cuello-, denunciando que “por el CC, el aumento del
nivel del mar iba a sumergirles el país” y plantearon irse todos los habitantes
a Fiyi. Veremos.
Ahora, lo de Kiribati se las trae. Las islitas suman casi 5
millones de kilómetros cuadrados de aguas económicas y tienen un acuerdo
interesantísimo con la UE en el que el principal beneficiario es España, y está
muy lejos del Cuerno de África y sus piratas puñeteros. Vamos, que el atún va
de Kiribati a Manta y de allí al mundo.
En fin, que después de tertuliar con Armand Tronc-Reynard sabemos un montón de convenios
internacionales, de calidad y de innovación, de estándares globales
internacionales, de caladeros y certificaciones, de sostenibilidad y de sanidad
industrial, de cupos y trazabilidad, de tipos de lastas y comercialización; de
casi todo. Quién nos lo iba a decir: incluso de “marcas blancas”, condiciones
de fabricación y de gustos internacionales de los consumidores. Vamos, casi
expertos en el universo de posibilidades que para los ictiófagos abren las
conservas de pescado y las ensaladas marineras y todo eso.
Hombre, preguntas en el ambiente quedaron; pero él es un
directivo comercial. Y por eso no hubiera estado mal alguna prueba “tangible”
de lo que estábamos comentando. Enrique Mendoza, cuando vino, apareció con su
vino.
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