23 sept 2013

DE UN CAFÉ CON "Isabel", "Cuca" y... "Massó"


Armand Tronc-Reynard
(Foto: Mario Ayús)
La quinta temporada de la tertulia “Los cafés del Meliá” echó a andar el viernes día 20 con Armand Tronc-Reynard, responsable para Europa del Grupo Garavilla. Y creo supimos sacarle punta.

A priori, a lo peor, podía imaginarse un preámbulo tedioso centrado en algo que nos es tan lejano como la industria conservera de productos del mar y su distribución, pero la globalización, los nuevos productos y las nuevas tecnologías, ha creado un universo que nos gustó descubrir. Tal vez a ello se uniera la copa de cava que Antonio Escobar, director del Meliá Benidorm, nos ofreció para abrir boca y brindar por la nueva temporada. El café siguió después.

Garavilla es hoy por hoy las marcas Isabel, Cuca, Massó… Se acuerdan del ¡Qué bien, qué bien, hoy comemos con Isabel!...

La historia de Garavilla comienza en Elanchove, en el cabo Ogoño, en 1865 con la marca La Activa, aunque en 1887 inician La Equitativa que será su marca hasta que surja Isabel.

De una familia riojana, que se estableció en Lekeitio, surge el fundador del grupo, José Garavilla y Quintana, quien en 1917 pone en marcha la conservera La Equitativa y en 1922 constituye Conservas Garavilla, ya en Bermeo. En 1930, la segunda generación, Estanislao Garavilla y Landeta, asume la gestión. En los años cuarenta, por las penurias de la España de postguerra -había más pesca que hojalata y aceite-, siguieron en la brecha. Los años 50 y 60 supusieron el despegue con producción en San Juan de Arena (1954), Mundaka (1956), Vigo (1956), Algeciras (1961), La Línea (1964), Arrecife (Lanzarote, 1967) y Las Palmas (1967). El mercado demandaba más y mejor y en 1975 se abriría nueva planta de O’Grove y se reestructurarían otras.

Mediados los 70, tras menguar los caladeros cantábricos, comienza la internacionalización de las capturas y las nuevas técnicas de producción, y así llegará la planta de Manta (Ecuador, 1978).

Un detalle, a veces olvidado, es que ETA secuestró al nieto del fundador en 1980. Se pagó un rescate de 30 millones. En 1988 fue destinatario de un paquete bomba, sin consecuencias.

Un poco antes, con la entrada de España en la UE (1986) se produce la primera remodelación a tenor de las tendencias de consumo y producción, en función de los caladeros. En 1993 se abre la planta de Agadir (Marruecos). Garavilla termina el siglo XX con 6 plantas, 6 atuneros frigoríficos, 1 buque de transporte, una facturación de 28.000 millones de pesetas (168 millones €) y un mercado que alcanza 70 países (España, Francia, Italia y Latinoamérica como principales consumidores).

2001 marca el inicio de la nueva Garavilla y 2003 el punto de inflexión en tecnología y tendencias. Se cierran plantas (Lanzarote y Algeciras) dependientes de caladeros con difíciles acuerdos pesqueros en el seno de la UE, la central pasa de Bermeo a Mundaka -por aquello de la internacionalización- y en 2006 la Familia Garavilla, ya en tercera generación, recupera el control absoluto de la compañía (el 41% pertenecía al BBVA, desde 1975 a través del Banco de Bilbao) y lanza los nuevos productos y nuevas tecnologías de producción y conservación como la Natur-fresh.

Hoy, 2013, cuatro plantas industriales (O’Grove y Cabo de Cruz en Galicia, Agadir en Marruecos y Manta en Ecuador), una central en Mundaka, cuatro atuneros-frigoríficos, 1 buque de transporte… y sigue en 70 países pero factura 322 millones de euros.

Por esto de la globalización resulta que las plantas andan especializadas: Sardinas y sardinillas en Cabo Cruz; sardinas, caballa, melva y anchoas en Agadir; atún y sardinas en Manta; y mejillones, berberechos, cefalópodos, ensaladas y atún en O’Grove. Vamos, que así se puede ir dando cuenta uno de dónde es lo que come.

Una buena parte del atún que procesan, 40%, lo consiguen sus propios atuneros en Kiribati, en el centro del Océano Pacífico; en la Micronesia.

Tal vez no les suene Kiribati; son 33 atolones coralinos (Islas Gilbert, Islas Fénix e Islas de La Línea), pero es un país… y por si les sirve les diré que su capital es Tarawa. Allí anduvieron a la greña japoneses y yanquis en la IIGM; tres infernales días de noviembre de 1943 en la Batalla de Tarawa. Pero si no les basta eso, recuerden que Kiribati es el país cuyo consejo de ministros celebró una sesión, metidos en el mar -con el agua al cuello-, denunciando que “por el CC, el aumento del nivel del mar iba a sumergirles el país” y plantearon irse todos los habitantes a Fiyi. Veremos.

Ahora, lo de Kiribati se las trae. Las islitas suman casi 5 millones de kilómetros cuadrados de aguas económicas y tienen un acuerdo interesantísimo con la UE en el que el principal beneficiario es España, y está muy lejos del Cuerno de África y sus piratas puñeteros. Vamos, que el atún va de Kiribati a Manta y de allí al mundo.

En fin, que después de tertuliar con Armand Tronc-Reynard sabemos un montón de convenios internacionales, de calidad y de innovación, de estándares globales internacionales, de caladeros y certificaciones, de sostenibilidad y de sanidad industrial, de cupos y trazabilidad, de tipos de lastas y comercialización; de casi todo. Quién nos lo iba a decir: incluso de “marcas blancas”, condiciones de fabricación y de gustos internacionales de los consumidores. Vamos, casi expertos en el universo de posibilidades que para los ictiófagos abren las conservas de pescado y las ensaladas marineras y todo eso.

Hombre, preguntas en el ambiente quedaron; pero él es un directivo comercial. Y por eso no hubiera estado mal alguna prueba “tangible” de lo que estábamos comentando. Enrique Mendoza, cuando vino, apareció con su vino.



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