José María
Perea Soro, periodista, es, ante todo, buen amigo. Ha pasado por las
redacciones de Primera Página, La Verdad e Información, donde lo ha sido todo (redactor, redactor jefe,
director del Club Información); ha sido profesor en la “Menéndez Pelayo” y en
la VERANIEGA “Rafael Altamira”; ha presidido la Asociación de la Prensa de
Alicante (APA) y la de Periodistas de Turismo (AAPET). En lo político ha sido,
y no por este orden, concejal del Ayuntamiento de Alicante, diputado provincial,
director general de Transportes de la Generalitat y director general del Turismo
de la Generalitat (1984); el primero que tuvimos. Su militancia en la
izquierda, desde el PCE a ahora, le marca tanto como su coherencia y bonhomía.
Y también Perea ha tratado el tema del Municipio Turístico. En noviembre de 1988, en la “Menéndez Pelayo”
y en Cuenca, pronunció una brillante conferencia desde la óptica del político y
la política, y habló ya entonces de las muy necesarias “vías de colaboración, voluntarias
u obligatorias, entre las distintas administraciones” para esto del
Municipio Turístico, y abrió el frente de “las posibilidades legales menos utilizadas
en dicha cooperación”.
Perea no planteó una ayuda dineraria a los municipios
turísticos; él iba por la cooperación entre administraciones. No aumentaba el
presupuesto sino que ofrecía la posibilidad de actuaciones que podrían llegar a
liberar partidas para otros menesteres.
En Cuenca y tras el repaso al marco legal existente, Perea se
decantó por el ámbito autonómico: “serán las Comunidades Autónomas las que, en
sus respectivas leyes sobre Administración Local, deberán desarrollar dicha
normativa”. Y, en seguida, encontró el hueco para aquél momento: el Artículo
26, Capítulo III, de la Ley 7/85 Reguladora de las Bases del Régimen Local, y “los servicios
de carácter obligatorio según población”. Entonces pasó a plantear la
cuestión de la cooperación y metió en ella a las Diputaciones, de la mano de la
misma Ley 7/85 y aferrándose a los artículos 36 y 37 dejando entrar las
cuestiones de las mancomunidades de servicios y los consorcios. Y luego a las
Comunidades Autónomas y al Estado.
Estábamos en 1988.
Planteó una perspectiva global (nacional) y para la cuestión
de la “financiación de los municipios
turístico” Perea se centró, en base al Artículo 56 de la ya citada Ley 7/85,
en “el
acceso de los representantes legales de las entidades locales a los instrumentos
de planificación, programación y gestión de las obras y servicios que les
afecten directamente”. Así, al menos, consiguiendo obras, actuaciones y
servicios se podrían optimizar los recursos municipales y dirigirlos a otras
competencias. Clave en este proceso sería la legislativamente prevista Comisión Territorial de Administración
Local… La Nacional se creó en 1989; las autonómicas…
Luego estaban las figuras de cooperación voluntaria interadministrativa: el Órgano de colaboración sectorial turística y la Comisión Territorial de Administración
Local. Ambos quedan previstos en la Ley.
El Turismo, sentencia Perea,
“es una actividad económica básica en varias CCAA españolas y no puede
contemplarse como una actividad aislada”. Y va a más: “El
Turismo no puede ser una especie de embajador o introductor de los municipios
turísticos ante otros departamentos, sino que, si esa Comunidad Autónoma tiene
vocación turística, deberá abordar la acción sectorial implicándose todo el
gobierno”. Y todo esto para señalar que en el Órgano de Colaboración
Sectorial deben estar todos los departamentos autonómicos. Porque el municipio
turístico requiere: abastecimiento y depuración de aguas, mejora de las
comunicaciones y los transportes, servicios sanitarios en función del
incremento poblacional turístico, protección civil, horarios comerciales
específicos, limpieza viaria y de playas, animación cultural, planes de
formación del personal laboral, preparación para las nuevas profesiones turísticas,
etc.
Y para la Comisión Territorial de Administración Local deja
Perea “materias tales como la Seguridad,
Extranjería, Juzgados, Venta ambulante, Ley de costas, sistemas generales de
transporte, comunicación, medio ambiente, relaciones con el turismo residencial…
etc.”.
Turismo lo es tanto la oferta turística como las
infraestructuras y la generalidad de los servicios. “El éxito turístico es
consecuencia de múltiples factores y muchos de ellos -todos, menos el Sol-
dependen de nosotros”.
En agosto de 1992, hablando de esto, Perea se ratificaba en
sus palabras de 1988. No sé qué es lo que diría ahora, pero mantendría el
espíritu de todo esto, sin lugar a dudas.
Él es así. Ya entonces pidió un “sentido de globalidad en la
información, hoy inexistente, cuando un turista atiende muy poco a ‘fronteras’
locales”.
Y fue a más. En aquella ponencia Perea insistía en que “la
elección de un destino turístico concreto está íntimamente ligado a la
globalidad del país, de tal forma que una mayor o menor satisfacción del
visitante repercute sobre la imagen global de España”. Y diferenció la
imagen global de España como país o marca paraguas, y el resto de las marcas: “la
confusión entre ambos, creo, está en el origen de muchas desconfianzas… entre
las distintas Administraciones turísticas”.
Cargado de razón,
sentenciaba: “Una cosa es la visión política de la globalidad del Estado, y otra la
marca y sus estrategias de comercialización”.
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