He comenzado septiembre felicitando a my british sister Carmelilla y dándome de bruces, una vez más, con
las claras muestras de necedad y estulticia de la condición humana.
A un “alguien”,
tal vez un “alien” (¿quién lo puede
imaginar?, viendo el planteamiento y los resultados), del tema de parques y
jardines de por aquí se le ocurrió plantar girasoles (Helianthus annuus, que a uno le pierde el haber pasado por la Escuela
de Agrónomos y por Biogeografía) en determinadas zonas verdes del poble.
¡Bravo!, tienen su aquél; el capítulo floral sigue al Sol (fototropismo
positivo)… mientras es joven; porque al madurar se planta mirando a Levante y
que salga el sol por donde quiera.
El girasol no hace daño a nadie (que yo sepa), decora,
embellece… es hasta incluso agradable y
produce pipas, ricas en alfa-tocoferol (cuyo alias es Vitamina E-, nos decían
antaño).
Bueno, pues donde confluyen las avenidas de la Comunitat
Valenciana y de Europa había (porque ya no hay) un rodal angular de girasoles
que los eufóricos clientes de la Zona Disco, en su retirada al alba, descargan
sus frustraciones contra ellos. No queda uno. Gajes de la condición humana.
Recuerdo a La Romántica Banda Local cantar aquello de “los borrachos somos gente inquebrantable…”; los girasoles no.
Pero viendo el destrozo y ante los restos de lo que bien
pudo inspirar a un nuevo y moderno Van Gohg descubro otra necedad de la
condición humana; en este caso del de Parques y Jardines de turno, condición
que también aflora. Las grandes hojas glabras (desprovistas de pelo) evidencian
todos los síntomas posibles de clorosis en la planta; vamos, falta de clorofila
por toda clase de problemas. Resumiendo: que los plantaron porque sí y se
olvidaron de los girasoles y éstos han sufrido todo tipo de problemas, desde
falta de nutrientes a exceso de agua. El “planta y olvida” no es para todo; tal
vez sí para un algarrobo, pero no para un girasol. La condición humana de
jardinero de turno también ha quedado expuesta, aunque no al escarnio público.
Tan lamentable es esa acción como la del bárbaro.
Y finalmente -es que hoy me he levantado vengador gusticiero,
con “g”- otros claros ejemplos de la necedad en la condición humana están tanto
en los que alquilan scooters eléctricos para discapacitados en su condición de
empresa alquiladora como de usuario alquilador. Los primeros porque colocan sus
cacharritos y los segundos porque así no se cansan en deambular, más más
rápidos y, con ello, pueden putear más a los ciudadanos que transitan por las
calles de Benidorm. Antes los alquilaban a personas mayores, anglosajonas en su
mayor parte; ahora los alquilan a todo quisque que pague. Y lo mejor: hay
posiciones de marcha entre “tortuga” (mínimo) y “liebre” (máximo). Y todos van
a “liebre”, pero a liebre de Usain Bolt, y hay ratos en que el Paseo de Levante se
parece más a Indianápoilis que a Benidorm. Son baratos de alquilar y posibilitan
fastidiar, pues el invento del mes. Y tan culpable el espabilao que lo alquila
como el “probo” ciudadano que lo usa, abusa y lo aparca donde le sale en gana;
generalmente, por el arco del Triunfo. El colmo de la condición humana es que
nadie regula el tema. Uno llega a entender, que también es condición humana,
que determinados colectivos lo usen, pero se rebela, que también es cosa de la
condición humana, que puedan ser alquilados por quienes no deben.
Y como guinda, el aparcamiento de motos del chaflán entre Avenida
de Europa y Lepanto. Vacío de continuo porque los vehículos impactan contra las
motos aparcadas. Incluso lo hacen con los elementos de publicidad de la vía
pública y el local comercial. Yo he perdido, siniestro total, dos; ya es mala
casualidad. La condición humana, incluso la necedad, es responsable de la
ubicación de este aparcamiento chaflanero, y la condición humana, incluso la estulticia, es responsable
de su no reubicación… incluso eliminación total. Necedad y Estulticia son parte
esencial de la condición humana.
Pero ¡qué jodida es la condición humana!; la manera en que
reaccionamos a los acontecimientos
No hay comentarios:
Publicar un comentario