Esta mañana, hablábamos en la tertulia de Libertad
FM, sin venir a cuento -pues la cosa iba de desalinizadoras; que no de
desaladoras-, de la afección del litoral alteano, en regresión (se cuenta;
aunque en equilibrio, se postula), por la acción del hombre que evita el aporte
de cantos rodados por el viejo río de Altea… Y ni sí, ni no.
La cosa tiene bemoles, porque este sistema del río
de Altea arranca del conjunto de las sierras de Bèrnia, Ferrer, Parcent
(Carrascal de Parcent) y Xortà que conforman, maravillas de la Terreta, uno de los sectores más
lluviosos de la Comunitat Valenciana debido a la orientación de estos relieves
casi litorales respecto a los flujos del Noreste, lo que suelen traer lluvias y
acumular en un acuífero confinado. No en balde, por allí andan las Fuentes del Algar
y por allí están los motores que sacan agua del barranco de Sacos… que es todo
lo mismo.
Bueno, pues el caso es que el río Algar comienza por allí y nada más nacer ya empieza una labor
de zapa y arrastre por relieves calizos en fuerte pendiente, lo que le otorga
una carga de material detrítico que va depositando en el fondo de su escueto
cauce a modo de barras de gravas para posteriormente arrastrarlas hasta el mar.
El río Algar es un río trenzado (anastomosado: el cauce, muy poco profundo,
tiene canales separados por pequeñas islas temporales creadas por aportes de
materiales. Canales y bancos cambian continuamente de disposición en función de
la corriente y capacidad del río). Por lo general, el río se encajona en su
curso alto, muy cercano ya al mar, y arranca más materiales de esa parte alta
que del resto, aunque hasta el final río es.
Río Algar; cañas. Foto: Isaac García, en http://aquasnail.blogspot.com.es/ |
Hoy en día la morfología original del río está alterada en
sus cursos medio y bajo por algunas represas, pero tan grave como ellas son los
cañares. Sí, los cañares.
El río no aporta ya lo que aportaba: cuando recibe las aguas
del río Bolulla, éste le entrega
sedimento fino que termina cimentando las barras; y en las barras crecen las
cañas y otra vegetación que impelida por los nutrientes que las aguas de riego
terminan por aportar al río en su viaje de vuelta, crece y compacta las barras.
Pero es que los
meandros ya no aportan como antes: las márgenes han sido antropizadas y el río
ya no les arranca nada; aunque en la crecida de 2007 quedó bien claro que el
río sigue sabiendo “comer” y arrastrar formando sus “braided” porque son muy blandos todos los niveles.
Además, han aumentado las zonas de cultivo… y en
consecuencia, los aportes nitrogenados que hacen crecer más y mejor a las
cañas.
Luego, cuando al Algar le llegan las aguas del río Guadalest, le colocamos la presa de
Mandem. Y desde ahí y hasta el mar, el viejo Algar se caracteriza por andar
sobrecargado de materiales gruesos y entonces le da por formar nuevas barras y
sentirse más que nada un típico río braided, con barras por todos lados. Ahora
ya atraviesa terrazas fluviales con materiales sueltos sobre estratos limosos con
gravas, que también acarrea, y conjunta sus barras camino de su destino final,
el mar, conformando nuevos carrizales que asientan las cargas y nos las dejan
llegar al mar.
Sección de un plano de 1879 donde se destacan los braideds de grava del Río Algar en su desembocadura. |
A partir de aquí, la poca pendiente permite la muy escasa
transmisión de carga gruesa hasta la desembocadura, donde se forma un abanico
deltaico (sumergido). Las gravas que terminan “el viaje” serán redistribuidas
por la dinámica marina a lo largo de la bahía de Altea. Pero cada vez son menos.
Pero, ¿y las que no terminan el viaje? Estas, con los limos
y los nitratos, pro ahíjan cañas. Y las cañas son un mal negocio para el
litoral alteano.
Y de la regresión costera, ¿qué? Pues que dicha regresión
tiene su origen en la acción de alteración que supuso en su día -y sucesivos- la
construcción del puerto de Altea (años 50 del siglo XX, y no aquél “puerto” que
en 1704 posibilitó el desembarco de las tropas del Archiduque Carlos, quién le
concedió el título de Villa) y de los espigones de defensa de la costa (años 80).
Vale que el río ha dejado de suministrar lo que debía, pero ha sido muy
violento el impacto de esas dos actuaciones; muy superior a la mermada
capacidad de regeneración por aportes del río.
Desde la construcción del Embalse de Guadalest (1964), el
río Algar ya no es lo que era sumando aportes a la costa alteana. Ya no tiene
el empuje que tenía; ha de esperar a episodios espasmódicos que, también -por
cierto-, era lo habitual. Las sucesivas presas de derivación tampoco es que
contribuyan a mejorar la situación, pero el principal problema son los cañaverales,
los densos cañaverales que fijan los sedimentos y convierten en barreras las
tradicionales barras del braided.
La cañabraba
(cañizo, carrizo, caña lisera, bardera…), el Arundo donax, es el
principal culpable de que el río ya no sea ni sombra de lo que fue. La cañavana
esta es una de las 100 especies exóticas
invasoras más dañinas del mundo; se parece al bambú, pero no lo es. Es
originaria de Asia, pero por aquí se encuentra como en casa. Se la protegió,
idea de algún insensato -cómo no-, porque, la verdad, genera un halo de
protección a la fauna del lugar al ser, en la mayoría de los casos, la única
vegetación densa de un lugar húmedo, pero es de lo más pernicioso. Tanto es que
no deja a los braided deshacerse y llegar al mar.
Sí, el hombre es el culpable de todo esto; pero lo es tanto
más el que permitió -y permite- las cañas que no pintan nada en la tradicional
estructura del río y la vegetación que le acompaña.
Así, no. Las cañas fijan las cargas y estas no terminan en
el mar. Así, no.
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