Conocí a Ángeles RuizGarcía a través de Carles Llorca
Baus. Carles era uno de los nuestros; era de la AAPET. Un buen día, sin
más, Carles nos dejó. Llevábamos una temporadita en que raro era el día que no
nos saludábamos y brevemente charlábamos en el tránsito entre el parking y los
Institutos Universitarios de de la UA. Y, de repente, no nos vimos más. Pero
nos quedaron sus libros e investigaciones.
Y en esa línea, ampliándola y yendo a más, mucho más, está
Ángeles Ruiz García, la gaditana que compartió con él tantas cosas y que sigue
ahí en la brecha como líder indiscutible de los periodistas gastronómicos de la
Comunitat Valenciana: 20 libros e infinidad de artículos y trabajos donde la
gastronomía y las cosas de La Terreta,
aunque hay cositas de este largo territorio, campan por sus fueros.
Ayer, sin más, el Ayuntamiento de Benidorm, con llenazo de
bandera, fue el marco de la presentación de su último trabajo: “De atún, almadrabas y sus capitanes”.
En este blog, desde 2010, hemos dado cancha a las cuestiones
de la almadraba y de Benidorm;
porque es casi increíble que en la patria chica de los más afamados arráeces de
almadraba de todos los tiempos, la historia marinera de ellos esté, a flor de
piel, olvidada. Puede que sepultada por una pátina de descuido. Ayer mismo, Jaume
Climent -un viejo amigo- me decía que aún resonaban en sus oídos aquellas voces
de mocedad que cada mañana oía: nombre de la almadraba y número de capturas.
Era hacerse el Paseo de la Carretera y saber cómo le había ido a las gentes de
Benidorm el día anterior en las almadrabas del Estrecho, principalmente.
Llegaban los escuetos telegramas y de voz en voz los cantaban; el pueblo entero
se enteraba, porque el que no estaba en una estaba en la otra.
Ayer, Ángeles Ruiz se dejó la mano firmando libros. La
almadraba toca la fibra sensible de las gentes de Benidorm; hay tanto poso en
sus casas y calles. La historia de Benidorm, una moderna historia de mujeres,
no se puede entender sin aquellos hombres en la mar y ellas haciendo Benidorm a
golpe de templanza. La toponimia local o los nombres de algunos veteranos
hoteles llevan su carga de almadraba: el Agir sigue evocando la almadraba de
Agadir.
Me impacto, al llegar al Ayuntamiento, el rótulo de la
pantalla que presidía el Salón de Actos: “De
atún, almadraba y sus capitanes” y “Ángeles
García Ruiz”. Pero había algo más, una frase rotunda que definía
perfectamente Benidorm y la temporada de la almadraba: “En memoria de los marinos de Benidorm que al zarpar metían su corazón
en salazón para soportar la ausencia”. Más verdad que Dios; la temporada
era larga y los de Benidorm dominaban todas las almadrabas del Mediterráneo y
las bocas atlánticas de Europa y África, comenzaba a marchar nada más apuntar
la flor del almendro para preparar la almadraba de paso… y hasta el cachondeo
de finales de octubre, hasta que terminaban de faenar la almadraba de retorno y
la levantaban, no volvían los últimos.
Yo que también he desarrollado un trabajo sobre la
Almadraba, desde el ámbito de la Geografía, celebro la labor de investigación y
contactos de Ángeles Ruiz García; como la de hablar con los hermanos Zaragoza que
abren una larga lista de ilustres apellidos benidormeros ligados a la almadraba
y de tantos y tantas benidormeros más. Es que Benidorm se prendó del atún,
tanto del atún de paso como el de retorno, sin siquiera poseerlos en
abundancia, y Ángeles la ha sabido reflejar. ¿Y las sagas familiares?, ¿los Tudela, los Xarrina, los Barceló, los Orts,, los Bayona, los Beches, los Besó, , los Maripepa, los
Garullo, los La Sal, los Furier, los
Zaragoza, los Candelaria…? Tantos y
tantos hombres; tantos y tantos oficios: arráez, sotarráez, tercero…
copejadores, varillas, almóceros, peteros, almokaenes, armadores, ronqueadores,
arráeces cristianos, brebiones, cuchillas, escribanos, mandones, miradores, remeros,
saladores, torreros, veedores y vigilantes; hasta tunantes y ventureros. La
almadraba es grande, muy grande.
Para la presentación del libro, prologado por el chef Ángel León (del laureado Rte. A
Poniente, el que se puso la mar por montera, y de Top Chef), acudió Susi Díaz (del no menos laureado e
ilicitano La Finca y de Top Chef), que elogió el nivel gastronómico del
Benidorm que acababa de descubrir; Vicente
Leal, cuarta generación de salazoneros alicantinos y José Zaragoza Casamayor, con sangre almadrabera y un sentido
elogio: “Ángeles no se ha quedado en los relatos de segunda boca y ha ido a la
fuente original”. ¡Bien!
Para reforzar su aserto José Zaragoza no dudó en referirse a
un célebre del folletín decimonónico que ahora ya nadie recuerda, y criticó que
la almadraba fuera “una
palabra que apenas se oye en Benidorm” aunque fue “el apaño de muchas familias y el
paño de lágrimas de todos en Benidorm”.
Y Ángeles glosó su trabajo, de este trabajo, que es “un
viaje personal” al epicentro del mundo de la almadraba. Se lamentó,
como tantas veces lo hago yo, de que ahora ya sólo queden 4 almadrabas funcionando en España. Ella, gaditana,
nació, contó, en una casa que se asienta sobre una vieja factoría fenicia; y allí
siguen excavando, como ella ha excavado en los recuerdos de mucha gente, muchos
de Benidorm, para sacar a la luz buenas pinceladas de una historia casi
olvidada -la de Benidorm y la almadraba-
que es la historia también de toda la provincia de Alicante; historias de hombres, de cáñamo y esparto, y de sal: sangre y sudor. ¿Dónde no hay un
pal, un amerador, una cala de la almadraba?
Me he devorado el libro en una noche; se deja leer. He
disfrutado mucho; es abundar en lo que sé, conocer nuevas pinceladas y estar a
la última, con el fattening
(engordar). Yo me quedó en proyectos de investigación de 2009 y cuando escribí aún
operaban 8 almadrabas; con Ángeles sólo operan cuatro. La almadraba no puede
morir.
La Almadraba no se
puede perder; y menos olvidar. Es historia de Benidorm aunque la calen
lejos, muy lejos. Una vez hubimos de cambiar hasta la fecha de celebración de
las fiestas patronales porque los hombres de aquí aún estaban en la almadraba.
Bueno, y el colofón a la presentación del libro fue
sensacional. Una decena de establecimientos ofrecieron un detalle de cocina con
atún, desde el sangatxo al taco, pasando por la mojama de atún. Yo tuve que conformarme, en su día, con un arroz
con atún y alcachofas, que no estaba nada mal.
Ofició de maestra de ceremonias la concejal de Turismo, Gema
Amor, y cerró el acto el alcalde, Agustín Navarro.
“De atún, almadrabas y sus capitanes”, de la colección
Cuadernos de Bitácora gastronómicos.
Enhorabuena, Ángeles: sencillo, ameno, documentado y que
llega. Sana envidia. Y sí Ángeles; también a Carlos, allá donde esté navegando.
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