Cerró la sesión de la entrega del Premio de Periodismo Ambiental Benidorm-Casa del Mediterráneo la
prédica del apóstol de la Economía del
Bien Común, el muy eminente Francisco
Álvarez Molina. Doce horas después, mascullando aún la cosa, no consigo
casar -y miren que lo intento- lo del periodismo ambiental con la excelente,
pero breve, exposición de incardinación del no tan novedoso concepto de la Economía del Bien Común.
Me he agarrado a las palabras de la directora general de la
institución, Mari Ángeles Valdivieso,
de que Casa Mediterráneo es una “institución de diplomacia pública”… por
si con la ayuda de un calzador metía a Álvarez Molina en el caso… y tampoco
consigo casarlos. Espesito estoy esta mañana, vive Dios.
Y el caso es que la charla fue muy interesante: Medio
Ambiente, Periodismo y Modelo Económico… y Francisco Álvarez se centró
en exponer las contracciones en un mundo
financializado y la función de los organismos que nos hemos dados. Sí, las
finanzas lo dominan todo y ningún organismo “mundial” cumple los principios
para los que fue creado. Sí, hay demasiados gurús económicos lanzando sus ideas
a los cuatro vientos que no dudan en envainársela en cuanto una variable les
desmonta la endeblez de su previsión. Y siguen, y siguen… como el conejito de Duracell.
Sí, llegó Álvarez Molina a plantearnos los límites del crecimiento de un planeta finito como el nuestro… y
yo me hundí en mi asiento hasta descender a 1972 cuando el informe del MIT (bajo el modelo computacional
World-3), el Club de Roma y Donella
Meadows… y trepé hasta un “Más allá
de los límites del crecimiento” (1992)… y conseguir subir hasta “Los límites del crecimiento: 30 años después”
(2004)… Y tuve que descansar de tanto escalar. Era aquello abundar en los
conceptos maltusianos desde un fuerte sesgo ideológico… pero ¡qué le vamos a
hacer!, intenté, ya estaba cerca, volver a la superficie del Salón de Actos del
Ayuntamiento de Benidorm.
Matriz de la Economía del Bien Común |
Total, que una vez arriba me repantingué en mi asiento (en mi fila sólo estábamos dos personas y había metros de distancia entre ambos;
ventajas de vivir en Benidorm) y así pude asentir, gustoso, cuando el ponente planteó
que “la
clave es desarrollar, no crecer”. Totalmente, Monsieur.
Pero a partir de ahí volvimos al dominio de la economía y la
macroeconomía; que si el FMI, que si se suele equivocar más que el monje de la
vara prediciendo el tiempo encima de un radiador; que si el BCE, que si nos
hubiéramos ahorrado 137.000 millones si en lugar de prestar a bancos hubiera
prestado a Estados; que si las finanzas lo dominan todo; que si el TTIP (Área
de libre comercio trasatlántico) va a darnos más de un quebradero de cabeza…
que sí, que sí, que todo eso es cierto. ¿Y qué? Y nos lo contó.
Y en ese momento sonó la palabra mágica de la sostenibilidad como nodo entre medidas económicas, sociales y
ambientales, y de cabeza nos metimos en el Modelo Económico del Bien Común de Christian Felberg para llegar a una verdadera economía sostenible y
plantear una alternativa a los mercados financieros; una
alternativa al capitalismo de mercado y a la economía planificada que
desde que terminó la IIGM nos ha venido dando más de un dolor de cabeza y más
de un amago de infarto (bueno, que también ha habido algún infarto). Vamos,
hasta citó el proyecto -bueno, ya es una pequeña realidad- de Banca Democrática.
Yo me acuerdo de Felberg en Valencia -“que las leyes de mercado coincidan con los valores sociales”-; en
el verano de 2012, cuando vino a presentar su libro y aquí vivíamos inmersos en
los procesos de regularización bancaria (con dinero público, oiga; que le doy
toda la razón al ponente) y entonces nos dijo Felberg que en pocos años
podríamos tener una banca democrática (¿?). Se le entendía todo. Y entonces le
despellejamos un poco porque era representante de ATTAC, un grupo de presión
contra la volatilidad de los mercados de capitales que la izquierda francesa lanzó
al estrellato y que pronto iluminó el camino a sectores contra la desigualdad
social y promovió los Foros Sociales. Y es que en ese mismo grupo está el Juan
Torres que ha vuelto a salir a la luz con el programa económico de Podemos.
Entonces le pregunté a Francisco Álvarez: ¿cómo casamos el modelo turístico con
la Economía del Bien Común? No sé, estábamos en Benidorm y aquello iba también
de eso; y por eso le pregunté. Y me respondió que en base a la sensibilidad de los futuros clientes.
¡Sensibilidad!, ¡futuros clientes!,
Y yo que planteo que hay que ver cómo serán los turistas de
2050 para vez qué ciudad y servicios les vamos a ofrecer…
Total que yo me quedé, anoche, a cuadritos. Había ido a oír
a un ponente de lujo hablar de Medio
Ambiente, Periodismo y Modelo Económico y, tonto de mí, todo se centró en Modelo Económico y una
cucharada del yogurt que produce La Fageda,
la cooperativa de La Garrotxa.
Definitivamente, la ciudad no es para mí; me vuelvo a mi
montaña del ostracismo hasta que soplen nuevos vientos y suavicen lo agreste y
montaraz que estas cosas me vuelven.
Pues no que, tanto Álvarez Molina como Mari Ángeles
Valdivieso, nos recordaron a los periodistas que nuestra misión es difundir y
que “somos guardianes de la capacidad de
información de los ciudadanos” mientras el primero predicó a una docena de
personas sobre la Economía del Bien Común.
Me sentí un poco Judas; es que me quedé tan pasmado como
aquél rey desde el mismo momento en que, cual parábola, salió a relucir el
final de la Guerra de Vietnam en base a que al gigante yankee le comieron los
pies desde el entramado subterráneo que montó el Viet Cong…
Viet Cong… V
C… Víctor Charly… ¡que vienen los charlys!... esperé a que le entregaran
los galardones a dos periodistas por sus
trabajos y subí a mi montaña de dónde no sé si bajaré algún día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario