El 18 de abril de 2006, me publicaron una columnita al
respecto de “La mona de Pascua”. La
he recuperado para este “Lunes de mona”. El original decía así:
-_-
Cómo será la cosa que todos se apuntan su paternidad, la
llamen mona o la llamen hornazo. Las recetas originales son
iguales; al menos lo eran en el siglo XV, que es cuando se recogen. Luego, cada
región le ha puesto su guinda y ahora presume con que son diferentes.
Aquí es mona; y “mona”
viene bien del mundo latino como “muna” -cesta de pasteles, según la más rancia tradición-, del “munna”
semítico -regalo-, o del “mu’na”
árabe -presente, regalo-.
Y la mona, tradicionalmente
(que es de finales del XVIII y principios del XIX, nunca antes) y por aquí es
la que regala el padrino, por Pascua (Florida, de Flores o de Resurrección), al
ahijado que ese mismo año hará su Primera Comunión.
La Pascua, recordemos, era la gran fiesta judía; conmemora
la salida de Egipto. El primitivo cristianismo la adoptó de inmediato y la
adjudicó a la Resurrección de Cristo, con lo que estamos ante la fiesta más
antigua del calendario cristiano. Y una vez que el cristianismo saltó las
fronteras saltó las fronteras de Judea se mantuvo la fiesta.
Se cuenta que fue severa y rigurosa abstinencia que siempre
caracterizó la Cuaresma la que incluyó el huevo, pero eso -he leído- llegó con
el acercamiento a las costumbres tradicionales y las fiestas de la Primavera; vamos
que en una concesión a los ritos paganos se le colocó el huevo; huevos que eran
especialmente recogidos, cuentan, desde el miércoles de ceniza (¿?), cocidos en
el momento oportuno y bendecidos el Sábado Santo para ser consumidos desde el
Domingo de Resurrección.
Media Europa celebraba las fiestas primaverales con especial
dedicación a la diosa Easter/Eastre, diosa de la fecundidad y la forma de unir
Pascua de Resurrección y la Fiesta de la Primavera fue el huevo, cocido (huevos
duros). En el mundo anglosajón “Easter” significa “Pascua”.
Hubo un tiempo en que el huevo se asimiló a la carne en
cuanto a la abstinencia, pero se buscó la salida: el huevo cocido. Y lo más gracioso es que por entonces no había tanto
huevo como endilgarle tanto protagonismo; era más bien un preciado producto no
al alcance de todos: “cuando seas padre,
comerás huevos”. Y en estas que surgió
la costumbre de colorearlos, para distinguirlos de los crudos. Y no sólo
colorearlos, sino cascarlos en la frente del “contrario” para demostrar que se
cumplía con la prohibición y los pintados estaban cocidos. En un principio
se les pintó de rojo… en recuerdo a la sangre de Cristo… y porque era uno de
los pocos colores que siempre estaba a mano.
Y para rizar el rizo del huevo de Pascua resulta que -cuentan, dicen, aseguran- Simón de Cirene, el Cirineo (de la actual Libia; menudo viaje), el hombre que ayudó
a Jesús a transportar la cruz hasta el Gólgota, cuentan (¿?) que su actividad
en el campo, de donde venía cuando le obligaron a cargar con la cruz, era ¡¡la
de cuidar sus gallinas… para vender huevos!! Ya, el colmo. Así entramos el
huevo en la Pascua por la puerta grande y no porque los paganos celebraran la
fiesta dándole bombo al huevo.
Y la última. En el Concilio
de Nicea (año 325 dC) se fijó la fecha de la Pascua: “el primer domingo después de la primera luna llena que siga al
equinoccio de Primavera”… con lo que nunca podrá ser antes del 22 de marzo
ni después del 25 de abril con nuestro calendario en la mano.
Pero volvamos a la mona que me la he dejado de lado con esto
de la Pascua, y era la protagonista. La
mona, en realidad, es “la bandeja”
del huevo; el poderío gastronómico que hacía compatible la masticación del
huevo… y no atragantarnos en su deglución. Después, cuanto más dulce y jugosa
la mona, mejor; porque del huevo casi nos habíamos olvidado.
El Diccionario de la
Lengua Castellana de 1783 (compuesto
por la Real Academia Española reducido a un tomo para su más fácil uso; 968
páginas, 2ª Edición) adjudica la mona
a los reinos de Valencia y Murcia como “torta que se cuece al horno, con
huevos con cáscara sobre ella, por Pascua de Flores, que en otras zonas llaman
hornazo”.
Hasta todo un siglo después 1883 no hay alusión alguna a la
mona como típica de Cataluña; eso sí, con sus figuritas de chocolate.
-_-
Luego había que dejarlo en 25 líneas y meterle la tijera sin
que perdiera un ápice de interés.
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