En 1991 llevábamos en España un rato hablando de Parques de
Ocio temático. Los de la Disney habían tomado el portante una vez que la l’Ille
de France les prometió (y concedió) el oro y el moro… y aquí nos sorbíamos los
mocos después de la llorera. Y no somos nadie… lamiéndonos las heridas; ahora
verás.
Es que desde que en 1984 se supiera que Disney buscaba un
terrenito en Europa, media España había puesto sus baldíos a orear por si
acaso. Era como un “Bienvenido Mr.
Marshall”… pero con ventanas a la calle.
Y el caso es de los más de mil posibles emplazamientos europeos
para albergar un parque Disney, a la corta final pasaron sólo 4: dos en España
y otros dos en Francia (Toulón en el Mediterráneo y París). Y París, ya
sabemos, bien vale una misa, aunque uno ni crea ni practique.
1985 fue un año de infarto: sacamos a pasear todas las
bondades de nuestros terruños patrios ante los ojeadores de Disney. Por aquí
cerca pusimos alfombras a toda la marjal de Pego-Oliva, y alguno que otro hizo
lo propio con los naranjales de Carcaixent. Incluso después de saber (diciembre
de 1985) que París era la elegida, más de uno de por estos lares se nos fue a
Florida (y a California) buscando a los señores Nunis y Cora que se había dicho
que eran (y lo eran) los jefes de la División de Parques de TWDC para que
reconsideraran la oferta. Y se habló, oiga: comunicaciones, agua y suelo barato
estábamos dispuestos a dar hasta aburrir, pero no podíamos competir en lo del
radio de visitantes y en que los gabachos lo regalaban todo y ponían una caja
de ahorros (y el aval de dos bancos) en el proyecto. Íbamos con un ful… y los
franceses llevaban escalera de color… Y por ella subieron al Olimpo de París
los de Disney.
Pero el virus parquemaníaco estaba sembrado en la vieja piel
de toro. Y aquí había más de un avispado. Y estuvo latente la enfermedad casi 5
años hasta que explotó en los medios de comunicación y así supimos de, al
menos, cuatro casos de parques y morro; mucho morro.
En 1991 se reactivó un proyecto de “sólo” setenta mil
millones de pesetas en San Pedro de
Alcántara, Málaga, que a lo largo del mismo año se fue desinflando. Es que
la cosa rondaba ya siete años al consistorio y los inversores siempre pedían un
algo más que lo trastocaba todo; incluso incluyeron un parque de ocio temático
alucinante, pero fantasma. Al final se descubrió que la cosa no era más que una
operación inmobiliaria en el término municipal de la colonia agraria que
montara el Marqués del Duero en 1860 y que mira por dónde tenía una franja de
mar que ahora eran playas apreciadísimas para la especulación inmobiliaria.
Carpetazo al “proyecto”.
Entonces, la prensa nacional destapa que la “Ciudad
China” de Anheuser-Busch (AB
inBev; propietaria de los Busch Gardens)
que sobrevoló Vilaseca-Salou no encerraba otra cosa, aún cuando pasó a ser “Tibi
Gardens”, que una promoción inmobiliaria de 15.000 viviendas en donde
participaba La Colonial, la inmobiliaria de La Caixa. Es que ahí estaba Grand
Península (Javier de la Rosa… KIO, Tibidabo, Corporación Nacional de Leasing,
¡pelotazos!). Y esto fue bueno porque destapada la trama se rediseñó el
proyecto, se marchó Pearson-Tussauds (libras esterlinas y Alton Towers), y se
terminó por dar carta de naturaleza a Port Aventura.
Y por ese mismo 1991 teníamos dos proyectos de ocio temático
en la Comunidad Valenciana. El primero se pretendía materializar en Picassent, al sur del Área
Metropolitana de Valencia, donde lo más famoso era (y es) la Torre Espioca
(siglo XI)… y la prisión. La cosa no ligaba bien desde el principio, tenía
cierto tufillo. Y en eso que apareció el grupo canadiense Mail Europa, de capital japonés, a mostrar su interés por unos
terrenos para un parque de ocio justo cuando se pone en marcha la 1ª Fase del
Complejo Penitenciario de Valencia, en Picassent, y se anuncia la 2ª Fase para
1993. Mail Europa insiste en que va en serio y hasta enseña bocetos; le llaman,
¡Ojo!, “La Ciudad de las Ciencias” y hasta presentan un anteproyecto al
Ayuntamiento… en espera de que lleguen las exenciones municipales y las ayudas
autonómicas para empezar a trabajar, al tiempo que anuncian que crearían 2.000
puestos de trabajo fijo cuando el parque estuviera en marcha (1997) y
necesitarían unos 5.000 obreros para realizarlo. En enero de 1992 ya nadie
hablaba ni de los canadienses, ni del capital japonés; pero sí de los 3
millones de metros cuadrados que habían apalabrado con los propietarios que se
había construido algún castillito en el aire.
Y ese mismo año de 1991, en medio de un debate nacional
sobre si necesitamos parques de ocio temático, o no, aparece una extraña pareja
(Benicam SA y Producciones Pan-Americanas) y en Benidorm presentan a “Camarita”, la mascota, y anuncian un
parquecito (70.000 m2) entre l’Alfàs del Pi y Benidorm. Bueno, tenía tantas
cosas que en ese espacio parecía el camarote de los Hermanos Marx. Se trataba del
“Proyecto
Phoenix” que lidera el empresario local Francisco García (Hoteles Costa Blanca) y que es visto con buenos
ojos por ambos ayuntamientos: el de Benidorm incluso declara los terrenos que
le afectan como “de interés social”,
pero ni por esas entra la Generalitat al trapo (escamada con los de Disney que
le habían tomado el pelo todo lo que querían hasta que Ignacio Vasallo vino y les
dijo que sólo estaban dando celos a París), que es quien debe dar el visto
bueno, y que no se cree eso de “un parque
temático dedicado al mundo del cine con una serie de mundos y atracciones donde
los protagonistas son los visitantes que interactúan con los animatronics”.
Vamos: que había muchas lagunas, desde el tema de accesos y aparcamientos, al
de viabilidad, por muchos “mundos” de la Magia, de la Aventura y de los Niños,
y de que las atracciones se llamen “Viaje
al Centro de la Tierra” o “Viaje al
interior del Cuerpo Humano”; o que la aventura consista en auxiliar al
mismísimo John James Rambo en alguna de sus películas. El “detalle” más
estrafalario (y escalofriante) es que se embarcan en el proyecto y carecían de
los permisos para convertir en elementos de ocio el guión de conocidas
películas que tienen dueño y señor. Vamos, una del Capitán Araña… que no tiene
parque. Y luego vino lo de “tematizar” todo Benidorm… que más de uno se
preguntó qué se fumaba por aquél despacho.
Y a todo esto que se acaba 1991, llega 1992… y no sé si por
lo del 5º Centenario, la Expo sevillana y los Juegos Olímpicos de Barcelona… la cosa es que 1992 trajo un poco de paz y
sosiego al cotarro de los parques de ocio temático en la vieja piel de toro… y
ya no se habló más del tema hasta inaugurar en Vilaseca.
Bueno, Alejandro Rojas Marcos (alcalde de Sevilla) nada más
acabar la Expo ya empezó a moverse en lo que llamó Cartuja’93, luego Isla
Mágica. Pero eso es otra historia.
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