Lo del nombre -Smart
City- está aún en proceso de definición; se trata de ciudades con
infraestructuras lo suficientemente inteligentes como para hacerlas más
“sostenibles” y eficientes en todos los campos. No sólo es utilizar la
tecnología para mejorar los servicios, sino utilizar la tecnología para un más
útil uso de sus recursos, y de la energía, en pos de una mejor calidad de vida.
En las Smart Cities las TIC son fundamentales, y la actual
situación de crisis (económica y, en muchas casos, de valores) ha motivado una
imperiosa necesidad de eficiencia,
lo que ha originado, o acelerado, el proceso en muchas de las ciudades que se
apuntaron a ello. Ahorrar dinero era la
meta, y la situación se ha aliado con el proceso. Dicen que estamos ante la 3ª Revolución Industrial[1].
En esto de las Smart Cities la ciudad debe ser sostenible
económica y medioambientalmente. El mayor consumo energético del planeta se
concentra hoy en día en las ciudades (en las fabriles, mucho más) y hacia ellas
se dirige la producción agropecuaria de un agro cada vez más despoblado que
también necesita de eficiencia. Y las ciudades generan cada vez más residuos y
se hace cada vez más necesaria una gobernanza
eficaz y eficiente en lo económico. El concepto Smart City implica a todo
tipo de servicios que preste una ciudad desde una óptica inteligente, lo que
exige un gobierno municipal inteligente… y tal como tenemos el concepto sobre
la mayoría de nuestros políticos pues… nos aflora la versión moderna de la
vieja cuestión aquella que aseguraba que era un anacronismo lo de Inteligencia
Militar. Ahora, Gobierno Inteligente...
La
clave es aportar inteligencia a las funciones, corregir disfunciones; monitorizar todos los aspectos posibles sobre
las puntuales necesidades de las ciudades para tomar mejores decisiones sobre
la gestión de su funcionamiento.
Ahora, como en este proceso el papel de las personas es
fundamental… y las personas son activas, solidarias y participativas, pues
suele salir la cosa bien aliándose con las TIC, y mucha voluntad.
He participado hoy en un debate radiofónico y las
intervenciones me ha hecho reflexionar sobre la cuestión de la implicación de
las administraciones públicas en nuevos procesos para un futuro mejor. Y, lo
mejor: en la “servecita” posterior ha
salido el tema de los “opinómetros” y su reciclaje hasta
conectarlos con la estructura de una Smart
City… (¿¿??).
Vale, bueno que es hora de ponerse las pilas y dibujar, al
menos, una Hoja de Ruta y en el concepto de Smart City entra todo, y como todo está ahora alterado, considero,
sería un buen momento para acometer el cambio de tendencia; hay que cambiar los modelos de gestión.
Podemos definir uno nuevo (o una variación más eficiente del existente), parir
medidas posibles y, cómo no, llevarlas a cabo.
Ahora, con los viejos equipos para recoger la opinión
ciudadana (opinómetros) adquiridos al amparo del puñetero Plan
E y que ni sirvieron ni sirven para nada, no se entra en el concepto de
Smart City por mucho que se hable
con IBM. Por cierto, para añadir una
guinda, el alcalde y su equipo de gobierno van a echar pie a tierra y patearse
la ciudad para hablar con los vecinos cara a cara… lo más ideal para el concepto
Smart City.
Indudablemente, hay que revisar el actual marco de
prestación de todo tipo de servicios: hay
que pasar del contrato por servicios movilizados al de nivel de servicios.
Por ejemplo, y vuelvo a lo del reciclaje y los contenedores de la vía pública que
ya señalé días atrás: pasar de la recogida X días a la semana a la recogida
cuando se necesite. Y para ello se dota de un sensor al contenedor… y no damos
esa imagen de negligencia y abandono. Es preciso implementar medidas de este
tipo y, lo más importante, analizar y evaluar la aventura del nuevo modo de
proceder.
El mayor acercamiento de Benidorm a este proceso de Smart
Cities (salvo en cervecero comentario sobre los opinómetros) fue cuando
se presentó el desarrollo de Mundo QR
para identificar a enfermos de demencia senil y Alzheimer (2012)… y desde
entonces, nada. Y mira que hay campo. En el XV Foro Internacional de Turismo
(2011) alguno de los ponentes ya dejó caer la cosa… pero no iba con ninguno de
los asistentes.
No confío en el colectivismo, ni en las ideas de quienes lo
promueven; tampoco en ciertos movimientos vecinales, pero sí en los
laboratorios urbanos (Urban Labs, que llaman los expertos) por aquellos de la
inteligencia colectiva que potencia la optimización de servicios. Porque los
políticos son sólo eso: políticos. Y los ciudadanos, si se implican, son
(somos) geniales.
Pero, ahora que lo pienso: quiero dejar constancia de que
considero muy a las claras que las Smart
Cities no son la panacea universal. Ya me estoy viendo a quienes confunden
“listo” con “espabilao”.
[1]
1ª Revolución Industrial: de
mediados del XVIII a principios del XIX. Se inicia en Gran Bretaña y se para,
abruptamente, con la crisis de 1873. La 2ª
Revolución Industrial se desarrolla entre 1875 y 1914. La 3ª es la del Siglo XXI, la de las NNTT
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