Me dejó traspuesto el que Elena Valenciano señalara la triste foto del niño sirio que
apareció ahogado en una playa turca como “la foto del fracaso de Europa”, más
que nada porque, en todo caso, sería la foto del fracaso de Siria como país y sociedad y, puestos a rizar el rizo,
la foto del fracaso del circo mundial.
La señora Valenciano ha seguido -y sigue- el conflicto sirio. En 2013 le
aceptaba que “Es democracia y no armas loque necesita Siria” y al poco tiempo el que se mostrara a favor de unataque contra Siria hasta sin el aval del Consejo de Seguridad de la ONU. Y
entonces salió Rubalcaba, unos pocos
días después, a enmendarle la plana al oponerse tajantemente al ataque. Bashar al-Assaz las estaba haciendo a
cuadritos, pero el Circo Mundial, digooooo… la Comunidad Mundial se lo estaba
pensando (como ahora).
Tal vez, si se hubiera puesto una bota militar en la finca
de los Assaz por aquél entonces,
ahora mismo no estaríamos hablando de esto.
Ustedes disculpen, pero desde 1971 Siria es el cortijo de
los Assaz. Y así nos va.
Siria, desde tiempo inmemorial, es un lío de intereses sunitas, kurdos, drusos, armenios, alauitas, cristianos y chiíes.
Y nos va mal con Siria desde el principio de los
tiempos. Aquél trozo del planeta es que era de todos y de nadie; y eso siempre
ha sido un problema. Tiren hasta de la Biblia y verán que el Aram era ya entonces un lío.
Permítaseme, para desengrasar, la boutade de que hablaban arameo… y ya se sabe:
hasta que me jures en arameo…
No sé si comenzar por Aram
o por el reino de Ebla, pero el caso
es que en torno a Alepo (la hoy muy
castigada Alepo) se va fraguando una identidad territorial que pronto gusta
mucho a los faraones egipcios, a los reyes asirios (por el actual Iraq), a los
reyes babilonios (¡Ay babilonio qué mareo!;
prefiero la versión de Ana Belén a la de la Cantudo) -los del Código de
Hammurabi-, a los shaas persas, a los reyes macedonios (gracias a Alejandro
Magno), a los romanos (que ahí es nada lo que construyeron por allí)… Y con la
división del Imperio quedaron en el lote oriental y ahí ya comenzó a
complicarse la cosa porque desde Constantinopla-Istambul la situación fue, a mi
entender, de mal en peor. Que si por allí llegó la primera oleada del Islam, que si Muawiya y los omeyas,
que si fundamos Damasco (que es la
actual capital siria), que si la batalla
de Siffin (y de rebote la división en suníes,
chiíes y jariyíes), que si los abasíes
les ganan la partida a los omeyas… y aquí entra en liza el último omeya, Abd el-Rahman, que se vino pirao pa la España de entonces. Mientras
tanto, que si los selyúcidas, que si
los ayyubíes, que si Nur al-Din, que si los Cruzados y el rey Balduino, que si Saladino (Salah al-Din) -que se
marcó una conga guerrera contra los ‘asesinos’, unos tipos que se ponían
hasta el trasero de hachís y que eran conocidos como hachichinos (de donde
viene el palabro ‘asesinos’)-, que si los mongoles
(esto lo cuenta muy bien Ibn Jaldún
(nacido en una alquería en lo que hoy es Dos Hermanas, Sevilla), que si los mamelucos, que si los turcos otomanos, que si… Que sí, hasta
1918; ayer tarde, como quien dice.
El acuerdo anglo-francés de 1916 (Acuerdo Sykes-Picot)
es la madre del cordero, a pesar de todo. Porque al acuerdo se llegó una vez
que Rusia (la Rusia zarista)
consiguió convencer a todos de lograr una salida al Mediterráneo. El final de
la IGM y con los bolcheviques por en medio -donde dije
dije, pusieron Diego- Rusia se quedó sin su salida al mar… que viene a ser el
origen de nuestros males de hoy.
De aquél acuerdo, Francia
recibió lo que hoy es Siria y una
parte de la franja costera la convirtió en el Líbano. Siria tiene un buen trozo de mar, aunque en la Conferencia de París (1919) Gran Bretaña le recortó la extensión y a cambio, a los hijos de Sharyf Hussayn/Hussein (una de las
principales familias) les creó los “reinos” de Iraq (a Faysal) y Transjordania
(la Jordania de hoy, a Abd Allah). El caso es que entre protección francesa y
afrentas británicas comenzó a rodar la “vida democrática” de Siria.
Al comenzar los felices 20, el jeque Saleh al-Ali y el notable kurdo Ibrahim Hananu iniciaron la revuelta contra Francia. Los británicos les torcieron los planes (y era territorio
francés) en la Conferencia de San Remo. Y estalló la Gran Revuelta Siria (1925)
donde las tribus (sí, las tribus) iban a su bola pasando de que si Francia o
que si el Reino Unido; y en las pocas ciudades, lo mismo. El sentimiento,
cuentan que, nacionalista comenzó a arraigar y los franceses les montaron una
elecciones, para las que tenían que formar partidos. Y en esas que el druso Sami Pasha al-Atrash consigue unir
tribus rurales y tendencias urbanas y como Sultán se pone al frente de la
revuelta. No fue el único líder, pero sí el más carismático.
Francia movilizó miles de hombres (tropas árabes del
Protectorado de Marruecos y negros del Senegal) y aplastó la revuelta en dos
años, pero el conflicto se prolongó hasta el Tratado franco-sirio de 1937.
No obstante, en un clima de confrontación, Francia posibilitó que -terminada la
revuelta- en 1929, que la Asamblea
Constituyente siria redactara una Constitución tras otra. Incluso en 1932
Francia les eligió a Muhammad Alí Bey
el-Abed como presidente de la república y les prometió la independencia
para 1939, pero el arranque de la IIGM lo impidió. Y se sintieron tan
“franceses” los sirios que se proclamaron afectos al Gobierno de Vichy… y a los nazis. Total, que tropas de la Francia Libre con británicos y
australianos se hicieron con el control del territorio y tras la guerra, en 1946, les concedieron la independencia.
Y cual república bananera que era, Siria comenzó a proclamar
presidentes que eran inmediatamente eliminados por sus ministros de Defensa
que, de inmediato, se proclamaban nuevos presidentes. Y hasta convocaban y celebraban
elecciones. En una de esas, en 1955,
Chukri el-Kuatli fue elegido
presidente de la República y coincidente con las ideas del egipcio Gamal Abdel Nasser llevó a cabo la
federación de ambos países, lo que encantó a la URSS que vió la posibilidad de
ganar su salida al mar… la vieja idea zarista que es la madre del cordero
siríaco.
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