Cuentan los economistas más avezados en el tema de los
mercadillos tiene un antes y después de 1975; y NO fue cosa del franquismo,
oiga. Fue la crisis de los 70, la derivada de las sucesivas Crisis de Petróleo,
las que detonaron la proliferación de mercadillos por doquier. Tantos, que
comenzaron a perder la componente de tradición y, al mismo tiempo, a evidenciar,
con las nuevas incorporaciones, una imagen de falta de profesionalidad en el
ejercicio de la inmemorial actividad. Entonces, la lenta evolución que venían
realizando se complicó con la explosión de licencias y patentes de ambulancia
por doquier de una gran cantidad de personas buscándose la vida.
Y aquello fue a más.
El caso es que la venta ambulante ha cumplido
tradicionalmente la misión primordial de subsanar las insuficiencias de los
canales de distribución y de suplir las carencias de equipamientos comerciales
embrionarios. Y había -y hay- dos tipos de mercaderes en esta actividad: los
que acercan los productos del agro y los que entran, de paso, en la red de
comercialización. Estos últimos son los que en detrimento de la antiquísima
trajinería tradicional[1] ahora
mismo son un claro ejemplo de una ingente cantidad de actividades mercantiles
multifuncionales que les otorga una imagen lo más parecido a la de la actividad
comercial normalizada y sedentaria.
El geógrafo José María Bernabé Maestre, mediados los 70 y
porque lo estaba viviendo en primera persona, explicó muy bien de qué iba el
tema en la provincia de Alicante, y puso en el epicentro de la investigación a los
marxantons/mercachifles que entraban en liza comercial con los agricultores
siguiendo unas rutas que les unían a ellos y completaban el elenco a ofertar.
Además de frutas y verduras de la contornada se iban uniendo al mercadillo cual
modernos buhoneros y arrieros, gentes que sin acceso a fondos para el desempleo
buscaban, transportaban y ofertaban productos de la inveterada conexión con el
puerto de Alicante que podían conseguir en unos almacenes que también sentían
el peso de la crisis: textiles (de Les Vals d’Alcoi), salazón, algunos de los
productos llamados “coloniales”, cereales tratados, frutos secos, vino,
cerámica, alfarería e hilados de lana. Se completaba la oferta con la artesanía,
como se había hecho en el XIX con el esparto, ahora con el calzado que producía
en entorno del Vinalopó. Total, que si desde mediados del XIX fuimos
complicando la oferta del mercadillo, la crisis de los 70 le aplicó tal
cantidad de productos y personal que se hizo necesario ampliar recintos, crear
otros nuevos, ampliar fechas y multiplicarlas, entrando en seria competencia
con el comercio establecido. Y así
fueron tirando. Pasó la crisis y no revirtió el proceso. Se complicó en los 80,
y no se ha solucionado el problema, aunque la actividad legislativa haya puesto
un marco de referencia.
Quema de neumáticos en una "manifa" de los 80's |
AICO, la Asociación de Comerciantes de Benidorm desde su
creación (paralelo el inicio de su etapa de “clandestinidad” a la crisis
económica de los 70) siempre ha sido belicosa (lo veíamos en el final del post
anterior) a ese respecto. En algún momento de sus inicios fue hasta “revolucionaria”.
Con el tiempo, postergó su armígero comportamiento y dialogó.
Muchos han sido los presidentes del AICO embarcados en la
aventura del comercio local y sus fantasmas. Muchos han coincidido en que “la venta ambulante debe ser
alternativa al comercio estable cuando este no existe, o complementaria al
mismo”, pero cuando el comercio estable existe, era el caso, nos
encontrábamos ante “la desleal competencia”. En una de esas Carles V. Jover explicaba que “la oferta y la demanda regulan el comercio
estable, mientras que el ambulante actúa como predador momentáneo” dado
que “puede
comerciar con lo que le dé la gana y sin recircular las rentas obtenidas”.
Lamentos borincanos que nunca fueron más allá. Manuel Bódalo y Eliseo Yus
que también fueron presidentes de AICO -y con los que traté en mis tiempos de plumilla activo- insistían en esto mismo
una y otra vez. Con Eliseo, que vivió una etapa de cierta tranquilidad se
avanzó en los estudios de la situación. Situación que saltaba a la vista, sin
tener que estudiarla. Y estudios hay: varios sobre los hábitos de consumo de
españolito medio en crisis y sin crisis y sobre ¿qué es lo que busca el
comprador? Estudios, para atajar un puente.
Sala de Prensa de TNS - Oriol Flo - Managing Partner en Bluemap |
Y resulta que yo tengo un compañero geógrafo metido a
estudiar esto (aunque no aquí): la gente acude al mercadillo, me dice, porque
buscan en frutas y verduras “una frescura
y un precio que en los establecimientos del ramo no consiguen”. José Carlos
va por los mercadillos preguntando y trazando rutas; geolocalizando parámetros.
Y él mismo me dice que en un importante porcentaje -que no me da- las frutas
son de almacén y salen de la misma cámara que llegan al circuito comercial
sedentario. Me comenta que, a pesar de no lo ignoran los clientes, la principal
causa es “la económica. El precio siempre suele estar más bajo que en el comercio
tradicional y en las grandes superficies. Y aún así produce beneficios”.
También me habla de “la picaresca y los productos no reglados”
y entra a referirme las posibilidades de referencias comerciales que se dan
cita en uno cualquiera de estos mercadillos; me pide que no le destripe el
trabajo porque ahora está investigando cadenas de distribución del textil,
donde hay gran cantidad de almacenes que desvían producciones; “que
la crisis ha sido muy dura y que el sistema está muy introducido ya”.
En esto estoy pez; por eso le pregunto. Pero hay una cosa
que me agrada porque refuerza mis tesis: en el acerbo popular está “lo de
ir al mercadillo”, en general, por “precio”. “Pero la
clave está en lo que ofrece el comercio sedentario y el problema reside en lo
que le cuesta al comercio sedentario ofrecer el producto”.
Sí, coincidimos en que “amparados en la tradición y con el factor
económico iluminando la escena, el mercadillo es apetecible”. Sí,
coincidimos en que “es un desmadre el número de mercadillos existentes”. Sí,
coincidimos en que “por lo general sólo se busca la calidad en frutas y hortalizas; calidad
que vive de una leyenda, pues son contados los productores que directamente
comercializan sus productos”. Sí, coincidimos en que ya, la ambulancia,
“es
una forma de vida y una salida profesional para mucha gente a los que la crisis
ha machacado”. Sí, coincidimos en que “habría que estudiar la actividad
comercial pormenorizada de cada ciudad y demostrar si es factible o no
tanto una como otro actividad”.
Sí, coincidimos en que “es un marrón” tener que ponerle el cascabel a este gato. Por ello, hay una tensión comercial no resuelta.
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