Bueno, tropezábamos con la libra, el franco, el escudo y
todas las monedas posibles… y con la moralidad.
La preocupación por el decoro iba aumentando a la par que el
número de turistas. Y les hablo de 1950. Le leo a Pack que un editorial de ABC -de
1950- pedía a los turistas que “no se
dejaran seducir por el clima” y “vistieran
al estilo de la ciudad”. Una recomendación a las féminas: “evita lo atrevido”. Y otra a los
caballeros: “la belleza de España bien
vale el nudo de una corbata”. ¡Olé!
Pero volvamos a las divisas. Se necesitaban a más no poder.
En junio de 1947 se fijó el “cambio preferente para turistas”:
1 dólar = 16’4 ptas. Pero desde 1941 se había establecido que para entrar en el
país los turistas debían acreditar en frontera “un mínimo de 200 pesetas por día
de estancia” y el cambio se hacía en la misma frontera. Esto retraía a
los pocos turistas que se atrevían, con lo que en 1948 se rebajó el requisito a
100 pesetas por día de estancia y las cifras de turistas se multiplicaron. Si
en 1948 entraron por Port Bou 37.333 turistas, al año siguiente, con la medida
ya conocida, 89.703 turistas.
Con Francia, nuestro principal mercado entonces, las cosas
comenzaron a ir bien una vez que ellos mismos levantaron la barrera de la
frontera (1948). Con Inglaterra, nuestro principal mercado hoy, la cosa fue
distinta.
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Las dos portadas del libro: la edición norteamericana y la traducción española. |
En octubre de 1947 el Reino Unido lo estaba pasando económicamente
muy mal; tanto que “prohibió a sus
ciudadanos viajar por placer al extranjero”; pretendían evitar la
salida de libras esterlinas, no de personas. Pero el gobierno laborista de
Clement Attlee se la tuvo que envainar ante la presión popular y en 1948
permitió salidas, aunque limitó la cantidad de libras disponibles: máximo 50.
Y eso nos vino bien.
Con esa cantidad, Francia quedaba lejos de las posibilidades de la mayoría de
los británicos: era cara. Pero la barata España, no. Es más, Thomas Cook,
aunque había sido nacionalizada, poseía múltiples inversiones en la península
realizadas en los años veinte. Pero el Premier Atllee no estaba por la labor de
entregar libras a un gobierno como el de Franco. Muchos votantes laboristas
habían estado combatiendo en las Brigadas Internacionales y el mismo Attlee era
el autor del memorándum (04.11.1944) que “reflejaba
la amargura del laborismo por el fracaso de su apoyo a la República durante la
Guerra Civil” (El País, 23.10.2005). Consiguió que las agencias de viajes
británicas sólo pusiera a España al final de la lista de destinos posibles,
pero fue un destino demandado, con lo que al final terminaron -coincidiendo con
una negociación comercial- pidiendo a las autoridades españolas “que no se obligue a gastar en pesetas más
que lo razonablemente necesiten”.
La respuesta del Régimen fue inmediata. Moderó el tipo de cambio
y para diciembre de 1948 fijó un nuevo tipo de cambio: 25 pesetas por dólar y
100 pesetas por libra, beneficiando a los británicos. Y en mayo de 1949 eliminó
el requisito de “cantidad mínima diaria”
y relajó los controles aduaneros. Y fue a más: en mayo de 1950 permitió la
negociación directa en el cambio de divisas, sin pasar por la agencia oficial española
IEME (Instituto Español de Moneda Extranjera). Y aún más: se creó ATESA -el INI
se metía en el negocio turístico- (Autotransporte Turístico Español, SA) que
ofrecía tanto servicios por carretera en autobús como alquiler de vehículos d
toda gama. Se puso España en bandeja, especialmente, a la libra inglesa y al
dólar. Y eso que los franceses eran nuestros principales clientes.
Pero los más atractivos, los americanos. Los turistas
americanos resultaban, además, los más lucrativos; no tenían límites
establecidos y venían derrochando dólares. Y a partir de 1950, incluso los
alemanes occidentales. Estos, hasta 1958, oficialmente sólo podían ir de
vacaciones a los países de la OCDE, de la que España no fue miembro hasta 1958,
pero muchos terminaban en España, señalando que su viaje se realizaba a
Francia. En 1952 las agencias de viajes teutonas contactaban directamente con los
establecimientos en España y realizaban las transacciones. El embajador español
en Bonn instó al gobierno alemán a facilitar el turismo alemán (y de paso a ver
si entrábamos en la OCDE) y como una serie de acuerdos bilaterales estaban a
punto de ser negociados, se propuso el del Turismo que… no se incluyó ni en los
acuerdos de1952, ni en los de 1953 -cuando se abolió el requisito del visado en
media Europa; aunque en España se exigía “el tríptico”[1],
como en Francia, entre 1952 y 1962-, ni en los de 1955… pero finalmente sí en
los acuerdos de 1957.
Pese a todo, los alemanes seguían llegando; como ingleses,
franceses y suizos. El RACE, el Real Automóvil Club de España, con sus
homónimos extranjeros, orquestó iniciativas que posibilitaron las llegadas en
vehículos de asociaciones similares de Francia, Suiza y el Reino Unido con
múltiples pretextos. Y el Régimen apoyó al RACE.
Hablando de visados: los norteamericanos no necesitaban
visados. En 1947 se había reabierto la oficina de Nueva York y en 1950 ya operaban
las oficinas de Chicago y San Francisco. Un personaje clave en el idilio
turístico USA-Spain fue Temple H. Fielding,
el propietario, autor y editor de Guias Fielding. Fielding había pertenecido a
la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), departamento de Operaciones, del
Ejército de los EEUU durante la IIGM, y se encaprichó de Europa. Al terminar la
guerra se licenció y comenzó a publicar sobre Europa. Fielding se enamoró de
España, país del que se deshizo en elogios turísticos (y anticomunistas). A
finales de 1951 se estableció en Formentor, Mallorca, donde radicó la sede de
su empresa. Durante tres décadas las guías Fielding marcaron las visitas de los
norteamericanos por Europa y por España. Terminó sus días en Pollensa, donde
tiene calle con su nombre.
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Guía Fielding LOW COST de 1977 y Portada de Time dedicada al "Superturista" |
El jefe de Fielding en la OSS pasó a dirigir TWA (Trans
World America) tras la contienda y Fielding lo convenció de realizar más viajes
a España. En 1951 TWA y Pann American consideraban a España destino preferente
“low cost” -luego el término no es de
ahora- y de “atractivos vírgenes”
(que no es lo mismo que de atractivas vírgenes).
Pero aquí siempre ha interesado más, por inmediatez, el
turismo continental. Mañana, si eso, les hablo del “turismo socialista”; del “nuevo
turismo socialista” como empezó a llamarse a partir de 1951 en los círculos
del Régimen el potencial turístico de Gran Bretaña.
[1]
Documento que había que presentar a la entrada y a la salida donde se hacía
constar la carencia de antecedentes policiales, que los propósitos del viaje
eran legítimos y que las reservas hoteleras estaban realizadas.
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