De 1963 hay dos hechos fundamentales en los que recalar en
esta secuencia de la Industria de los forasteros. El primero fue el apoyo a los
Centros de Iniciativas Turísticas que lanza Arespacochaga, otro hombre de
Fraga. Los CIT no tenían reconocimiento institucional, pero a través de ellos
el equipo de Fraga controlaba el sector y subvencionaba como podía. Para donde
no llegaba esta fórmula, para la España rural y profunda, se montaron concursos
de embellecimiento de Pueblos. Lo que se buscaba, por vía de los CIT o de
“embellecimiento” era repercusión y vender un atractivo más de España que llegó
hasta los rincones más minúsculos de la costa.
En el tema de los CIT hay alguna historia singular y una
Historia con mayúsculas que alguien debería escribir. El mismo Fraga cuenta en
“Memoria breve de una vida pública”
(Planeta, 1983; página 178) alguna particularidad de los CIT: el de Comillas
(entonces Santander, hoy Cantabria) “no tenía por objeto promover el turismo,
sino más bien evitarlo”. Era una excepción.
Otro singularidad nos lo sirve la antropóloga norteamericana
Jacqueline Waldren, radicada en Deiá (Mallorca) desde los años 50, quien en
varios trabajos refiere como los deianencs[1]
quitaban la señal que en la carretera indicaba el desvío al núcleo urbano para
evitarse la silenciosa invasión.
Y el otro hecho significativo fue la revolución en el mercado laboral. El turismo revolucionó la
construcción y la hostelería. Hasta 1971 no tenemos estadísticas “fiables” y
tardaban en compilarse, pero su impacto desde mediados de los 50 es conocido y
fue enorme. Generó la emigración desde zonas de interior a la periferia
turística, incluso en la misma provincia litoral, provocando cuantiosos
desajustes demográficos. Bien es cierto que en algún momento fue decisiva
porque “La economía del turismo actuó
como leve cojín para absorber gran parte de la mano de obra agrícola excedente”.
El mayor problema fue la formación, pues muchos carecían absoluta y totalmente
de ella. Y no sólo a nivel camarero; también a nivel de dirección y gestión de
hotel lo que se puso de manifiesto en los grandes fracasos que llevaban a
muchos hoteles a sumarse a “círculos de
dependencia” para con los operadores turísticos. En 1963 León Herrera daba
instrucciones específicas para que se mejorara la atención al cliente; con
buena voluntad no bastaba. Y puso en marcha severas inspecciones. La Escuela
Oficial de Turismo de Madrid (1963) intentaba -a marchas forzadas- generar, al
menos, manuales de referencia para dar abasto a las necesidades de formación.
Pero había quién no sabía leer.
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Estadísticas de Turismo 1954-1973 |
Otro gran año muy especial para el Turismo fue 1964. Fuimos
a la Feria Mundial de Nueva York a darlo absolutamente todo y como ojos que no
ven (desde España), corazón (franquista) que no siente, dimos una imagen
fascinante; en ocasiones, con pinceladas de fantasías animadas de ayer y de hoy,
que hoy nos sorprenden aún. Y si aquello fue en América, para Europa se editó
la guía “España para Usted”, en once idiomas. Rompía los moldes y fue
muy bien aceptada; no consta quien la escribió pero algún toque ‘Codorniz’
encuentro, lo que junto a las ilustraciones de Máximo (Máximo San Juan Arraz)
lo convierten en un documento a disfrutar.
Se inicia metafísica y distingue entre ‘turista’ y ‘viajero’, al
que “invita a descubrir un país…
orgulloso de sus tradiciones y deseoso de experimentar cambios rápidos”. En
71 páginas, lo toca todo: “Geografía
pobre”, “Historia rica”, “Economía regular”, “Política peor”… Sorprende, porque es de 1964. Explica la función de
la “Guardia Civil” y de algunos sambenitos propios de los españoles. En “Pobres, vagabundos y charlatanes”
confiesa que “… por razones de clima,
hábito o extraños atavismos, hay algunos
españoles -muy pocos, cada vez menos- que sienten horror al trabajo…”.
¡Total!
Sin tapujos, habla de “La
guerra para la Paz” (1936-39): “… no
diremos que en ella todos los buenos estaban de una parte y todos los malos de
la otra…”. Y dice más, mucho más, pero -resumiendo- dice que “Un día, en 1936 estallaron los odios… y… en
1939 comenzó un periodo de paz… superador de los viejos odios”.
Obviamente, habla del “bikini”:
“Usted
puede vestir en España como mejor le parezca, no faltaría más… Pero usted llamará la atención muy
agradablemente si, para bajar al comedor del hotel, ir al teatro o asistir a un
club nocturno, abandona momentáneamente el ‘uniforme de turista’ y se pone
parecida ropa a la que usaría en su tierra para idénticas ocasiones”. Y va
a más: “No crea usted en leyendas de que
aquí montamos un auto de fe para quemar a los que van en ‘shorts’ por la ciudad
o a las que usan el turbador ‘bikini’ en la playa”.
También la guía
analizó cuestiones patrias básicas como “la
siesta” o “la propina”, “los tacos” y “los piropos”; hasta entró en “el
amor”. Advierte la guía de principio que “en España no existe el divorcio” (el que avisa… es avisador) al
tiempo que aconseja en estos términos: “Absténgase de cortejar, por tanto, a
cualquier mujer casada. Hasta el
simple coqueteo en este terreno está muy mal visto… Dedique usted sus preferencias sentimentales, si es que le da por ahí,
a las solteras. Pero no olvide que
la mujer española suele ser ‘muy difícil’ y tiene la fea costumbre, por muy
enamorada que esté, de hacer sufrir al pretendiente hasta que está bien segura
de las intenciones matrimoniales de este”. Ahí le han dado fino.
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Viñeta de Guille |
Los toros y las corridas tienen texto mollar en la guía. Y
esto enlaza con quienes sostienen que la Fiesta de los Toros vivió una etapa
dorada gracias a los turistas que dudaban en pagar lo que fuera por carteles
buenos y por carteles lamentables. Los
forasteros venían a España por el clima, el sol y las playas. Y si les dabas
toros… ya, ¡qué más quieres! Sí, sí: “eres guapo, joven y con dinero, ¿qué
más quieres Baldomero?”; Fi-lo-ma-tic.
Las primeras estadísticas “serias”, que son de 1970, dicen
que en un 87% de los forasteros buscaba el
sol y las playas. Sólo un 4% buscaba los monumentos. No extraña que en
Manchester plantearan publicitar Mallorca como “Blackpool con sol[2]”.
El único atractivo “cultural” al que prestaban atención los
forasteros y que tenía marchamos eclesiástico, lo que satisfacía enormemente al
Régimen, era el Camino de Santiago. Y con él se volcaron los chicos de Fraga
que los vendieron como “un vínculo de
unión europeo”. El único ‘problema’ del Camino Jacobeo consistía en que el
peregrino era menos dadivoso que el turista; no gastaban con la alegría
desenfrenada del que “peregrinaba” a las costas para el ocio y la molicie.
Pero ese era el menor de los problemas.
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