Como nunca llueve a gusto de todos, al inicio de los 60,
estalló la primea gran batalla del Turismo patrio. En aquél tiempo, en pleno
desarrollismo, se había producido una loca carrera a más entre industrias
“tradicionales” y “turísticas”, por lo general, en los mismos enclaves.
Entonces, como ahora, a las empresas “turísticas” les molestaban las
“tradicionales”… tipo cementeras, abonos, metalúrgicas, petroquímicas y altos
hornos, conserveras y granjas (de vacuno y porcino; incluso aviar) que con sus
efluvios -y humos- sumaban quejas en los enclaves turísticos. Pero es que las
“tradicionales” eran necesarias para comer, para construir, para seguir
adelante; ¿Qué hacemos?
Pónganse en situación con este ejemplo. Motril, en la costa
granadina e inmemorial epicentro del cultivo de la caña de azúcar en la
península; año de gracia de 1963. El incipiente y prometedor desarrollo
turístico en la localidad va lento y una mente privilegiada del INI, porque hay
que llevar trabajo al pueblo para cuando pase el verano, porque la caña de
azúcar está vencida por la remolacha azucarera y decide montar ¡¡una fábrica de
celulosa!! (papel)… que hiede[1]
que es un primor. Lo peor para el turismo y para respirar como Dios manda. Con
dualidades como esta, que se repetían por toda la geografía nacional, Fraga y
su equipo urgieron una Planificación
Regional buscando más que nada el ansiado control “sobre la calidad de las infraestructuras y sobre los promotores”.
Fraga buscaba una Ley de Urbanismo Turístico Nacional que le alentaban los
promotores del Plan General de Ordenación Urbana de Benidorm: Pedro Bidagor
Lasarte y Luis Rodríguez Hernández, entre otros.
Fraga y Sánchez Arjona en visita a Oficina de Planificación Urbanística - 1962 |
Rodríguez-Acosta y el propio Fraga se desgañitaban
explicando que la actuación no era “contra
la iniciativa privada sino en apoyo de la misma”. Pero más que defender a
los “turísticos” de los “antiturísticos” lo que querían los de SGT de Fraga
& Co. era controlar las acciones de los primeros: “un capitalismo liberal… busca de una rentabilidad privada a corto
plazo… y sin consideración a los perjuicios que el conjunto de las acciones
individuales pueden ocasionar a la colectividad”. La Administración turística,
Fraga y su gente, era consciente de actuaciones de paupérrima calidad que cabía
evitar en lo sucesivo. Además, ya se conocían para entonces (a mitad de la
década) casos de despersonalización absoluta de la población original -principalmente
en la Costa Brava, que albergó el desarrollo turístico inicial- y, recordemos, Spain is different y había que preservar
aquella “diferencia” y originalidad
que nos hacía, aún, tan atractivos. El equipo de Fraga estudiaba con profusión
los problemas evidenciados en las costas francesas e italianas que había que
evitar cometer en las nuestras.
Pero los demás Ministerios (los demás ministros) no estaban
por supeditar sus acciones y actuaciones al joven Fraga que no era más que el
Ministro de Información… y Turismo. Muchos reclamaron autonomía municipal
poniendo como ejemplo a Francia o Italia, justo lo que Fraga quería evitar. Sólo
los Ministerios de la Vivienda y Obras Públicas aceptaron “colaborar” con el de
Turismo. Y ya con el general de artillería Jorge Vigón (ministro de Obras
Públicas) a favor, Fraga lo tuvo algo más fácil y salió adelante una sátira -un
esbozo, dijo alguien- de la que hubiera sido una gran Ley de Zonas y Centros de
Interés Turístico Nacional (1963). No era una mala ley, pero con tanta
mutilación del proyecto original quedó en lo que quedó.
Alonso Vega vs Herrera Esteban |
Controlaba el Ministerio de Información y Turismo. Obras Públicas
y Vivienda colaboraban… y cinco ministerios más se dedicaban a ejercer de forma
inquisitorial el control del control inicial: Gobernación (Camilo Alonso Vega),
Hacienda (Navarro Rubio), Industria (López-Bravo), Comercio (Ullastres) y el
Ministro Sin Cartera, el economista catalán Gual Villabí, que era economista y
lo del turismo lo tenía justitamente claro. El de Trabajo (Romero Gorría) se
quedaba como observador, pero también estaba “in vigilando” a Fraga. Al final,
la burocracia coartaba la originalidad inicial. Lo más gracioso de todo es que
el Ministerio de Gobernación estaba, al mismo tiempo, preparando una revisión
de la Ley de Régimen Local con la que iba a dar mayor control a los Ayuntamientos…
y el ministro de la Gobernación, que era el ministro que más trabas ponía a la
ley de Fraga, siguió al frente del Ministerio cuando el siguiente Gobierno de
Franco. Esto no cambiaba: Agustín Muñoz Grandes como vicepresidente y Alonso
Vega en Gobernación. Se mantuvo a Fraga en Información y Turismo, pero bien
vigilado.
Otro general -del Aire y Togado, pero general (siempre se ha
dicho que eran más liberales… hasta la irrupción de José Julio “el rojo” Rodríguez) que fue Ministro de
Turismo en 1975- que estaba muy por el turismo (y era del equipo de Fraga),
León Herrera, diría años después de aquella iniciativa de Fraga, en la que él
participaba, que fue “una oportunidad
frustrada que hubiera contribuido a impedir muchos atentados contra el paisaje
y el medio ambiente que continuaron y, en parte, continúan produciéndose”[2].
Y el turismo, pese a los políticos, siguió funcionando.
En 1965 los ingresos por turismo habían conseguido compensar
el 95% del déficit comercial y aún quedaban reticentes sobre la continuidad del
“fenómeno”. Los ingresos netos no dejaban de subir, y aún quedaban personajes
que dudaban.
Me cuentan, y leo a Pack, que Fraga tenía obsesión con
Yugoslavia. Allí habían eliminado la fiscalidad a los hoteles, y los propuso
para la vieja piel de toro… pero aquí no se quería porque con ellos se
financiaba “la infraestructura municipal”. Fraga temía el despertar turístico
del Adriático yugoslavo.
Sea como fuere, pero no cabe duda que ante las evidencias,
el 2º Plan de Desarrollo (1968-71) ya tuvo en cuenta el Turismo; “se mejorarán, en lo posible, los estímulos y
beneficios que precisen aquellas industrias turísticas que, por su especial
importancia en la balanza de pagos, así lo aconsejen”. Intenciones
manifestadas por palabras, pero menos da una piedra.
Y contribuyó a mejorar mucho la balanza de pagos iniciativas
como la alemana Ley Strauss (1968) que ofrecía ventajas fiscales a los alemanes
que invirtieran en países en vías de desarrollo. Y España era uno de ellos. En
los años 70 el 40% de las inversiones realizadas en Canarias (incluyendo las
estatales) procedían de ciudadanos de la Alemania Occidental. Willi Brandt pasó
unas vacaciones en Fuerteventura a comienzos de los 70 y los alemanes se
volcaron con Canarias. Alguien dijo que también había estado por el Mascarat… y
en una año la abrupta y empinada ladera se pobló de casitas. ¡Bendita ley
Strauss!... aunque algún colectivo ecologista estará pidiendo mi cabeza. No hay
problema; es de quita y pon.
Benidorm 1964, when it was a small town that began to receive tourism, 1964, Benidorm, Alicante, Spain. (Photo by Gianni Ferrari/Cover/Getty Images). |
Inversiones alemanas llegaron a Benidorm pocas; mucho más
llegaban los alemanes. Y eso que aquí los TT.OO. británicos copaban la
situación. Los gestores locales apostaron por la iniciativa aborigen y al
amparo de la nueva Ley de Fraga se recurrió al Crédito Hotelero… que se
destinaba a las zonas “no saturadas”. Pack cuenta que “el alcalde de Benidorm se quejaba ante Fraga de que no se había
concedido ni una sola solicitud de las que se presentaron en su zona”. Una
evidencia más de que a don Pedro le importaba una higa quien mandara, que él
iba pidiendo para Benidorm y que… Benidorm
siempre se ha hecho a sí misma; no tiene que agradecer nada a nadie[3].
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