Hoy me he levantado metafísico a más no poder: estaba todo
mojado y no he salido a trotar. Pero ayer sí, y mientras trotaba hilvané una ideíca
conceptual entre Schaefer y Benidorm basado en la excepcionalidad. ¡Qué
peligro: trotar sin radio!
Los que venimos del Mundo de la Geografía tenemos un
referente en Fred K Schaefer y su artículo -¡¡de 1953!!- “Excepcionalismo en Geografía” (Excepcionalism
in Geography). A Schaefer lo hemos mitificado porque acertó y se murió
incluso antes de verlo publicado. La de gente que se ha subido a su carro y lo
ha interpretado. Ahora, yo.
Contaba Horacio Capel que lo del “excepcionalismo” lo ideó Schaefer “para atribuir a la Geografía un carácter singular entre las ciencias”.
Yo me tomo la libertad de atribuirle a Benidorm una descomunal singularidad,
excepcionalismo, entre los destinos turísticos.
Él, Schaefer, lo planteaba desde
los tiempos de Immanuel Kant (y su Geografía
física, 1756). El filósofo, que fue geógrafo, clasifica a la Geografía (y a
la Historia) como “ciencia particular,
distintas a las demás”; ciencia a fin de cuentas. Y después de muchas
disquisiciones hasta el siglo XX concluía Scaefer que “la Geografía estudia fenómenos heterogéneos, irrepetibles y únicos (en
el tiempo o en el espacio) y se enfrenta
con el problema de explicar lo único, no existiendo leyes para lo único”.
Pues imagínense como lo planteo yo para el caso de Benidorm, que ya en el XIX
irrumpe en esto del veraneo y a mitad del siglo XX se hace irrepetible y único.
No hay leyes para lo único; no hay leyes para lo excepcional.
En el caso de Schaefer sería el sueco William Bunge el que
diera carta de naturaleza al artículo de Schaefer. En el caso de Benidorm… lo
intento yo a años luz de Bunge y de cualquiera.
Benidorm es excepcional y esa excepcionalidad le exime de
ser sometida a análisis teoréticos porque sólo son eso, teorías manifestadas,
que chocan con la realidad de un destino que se reinventa día a día. No se
empeñen; no hay análisis teorético que se asemeje a la realidad.
La pregunta sería: ¿Qué le hace seguir siendo un número 1? Y
la respuesta es obvia: el compromiso de su gente con el destino. Los de aquí sí
conocen su excepcionalidad y la fomentan.
Tomar como premisa la excepcionalidad de Benidorm puede
parecer un tanto pretenciosa, pero viene aquí abocada por la contundente
realidad del día a día. No es que le sonrían las condiciones, es que Benidorm
las levanta, un día sí y otro también, para que le sigan sustentando en su
posición. Me surgirán detractores, pero los números cantan a pesar de que le
hace falta, a la iniciativa pública, una inyección económica de alcance para
poner la escena urbana a la altura del momento que vive y el esfuerzo de la
mayor parte de la iniciativa privada.
“Benidorm es la ciudad española más
emblemática de la industria masiva del ocio y del veraneo. Considero, así
mismo, que lo es de toda el área Mediterránea, y tiene referencias contrastadas de Río de Janeiro y Copacabana, Miami y
Leblon, Las Vegas y Mar del Plata…” explicaba
el arquitecto (el catedrático) Josep María Montaner en su día en la serie
“Espacios” de La Vanguardia; Es un emblema del turismo de masas y se ha
convertido en el modelo que los arquitectos, urbanistas y sociólogos
neoliberales defienden: un lugar en el
que la referencia dominante es la propia lógica de la construcción rentable de
la ciudad, se pontificaba en el documento “Ciudades, Arquitectura y Espacio
Urbano” (Cajamar, 2003). Por su parte, sostenían Gaviria, Iribas, Sabbasah y
Sanz (Benidorm, ciudada nueva) que ahí están sus más de 3.000 horas de sol al
año, sus playas orientadas al Sur, la mínima afección por los vientos de
Levante, gracias a la protección que ofrece la Serra Gelada y el circo de
montañas que va desde el Puig Campana hasta la Sierra de Bernia, la temperatura
atemperada y la humedad, la estructura urbana principalmente llana, su modelo
de ocio y explotación turística, la calidad de su oferta y las condiciones del
agua del mar, porque de la otra siempre andamos mirando el nivel.
Por
ahí está que Benidorm fue el primer plan general para toda un término municipal
(1956), que aquí nació el movimiento ecologista español y la primera depuradora
de residuales, que aprendimos a voltear la ciudad y ganar eficacia y eficiencia
, que un campanario es habitable y a mimar el agua (hoy nos pone El País comoejemplo), porque de ella dependemos. Y sin ayuda de nadie, ahí está Benidorm.
Como dijo el alcalde Miguel Pérez Devesa en su toma de posesión: “es una estructura incorporada al mercado
europeo del turismo; una ciudad escaparate, una ciudad testimonio de un proceso…”.
En resumidas cuentas: una ciudad nueva (a partir del Plan General de
1956) como centro de producción de una industria nueva en la Historia (el
Turismo es una gran industria -además de un gran invento, como aprendieron los
habitantes de Valdemorillo del Moncallo con Paco Martínez Soria-). A fin de
cuentas, la excepcionalidad se da porque Benidorm es una ciudad experimental. Aquí
los problemas son distintos y nuevos, y las soluciones deben ser distintas y
nuevas. Benidorm es un espacio de innovación para todo: Benidorm plantea y
plateará problemas insólitos que exigirán soluciones peculiares. Eso es
excepcionalidad.
Y ahora, la excepcionalidad 2.0 que marcará el futuro. Cada
vez asumimos más y mejor que nuestros visitantes, gracias al entorno 2.0, gozan
de todo el poder del mundo para ser los protagonistas del mañana, que en muchos
casos es hoy. Todos -sí, todos- somos ya 2.0 -mal que nos pese- desde que
tenemos Internet y redes sociales al abasto (incluso sin saberlo ni pretenderlo,
somos 2.0): generar contenidos, publicarlos, compartirlos… cualquiera puede
crear y compartir y esos nos convierte en 2.0. Además, estamos en el buen
camino de saber qué es lo que se “cuece” en cada momento y cuáles son las
preferencias: interacción para mejorar el producto. Primero, el sistema de beacons como herramienta promocional de
los destinos de la ciudad; en una semana, y segundo, el sistema wi-fi de las
playas con intercambio de información para culminar ese concepto de
excepcionalidad.
No me digan que no.
No voy a cuestionar a Richard W Butler y el ciclo de vida de
los destinos turísticos, pero me remito al primer párrafo: “Benidorm es
excepcional y su excepcionalidad le exime de ser sometida a análisis
teoréticos…”. Excepcionalidad.
Ah, prometo no salir más a trotar sin radio. La música del
chisme ese que me he agenciado sólo me hace cavilar… y salen estas cosas. Con
la radio una va más entretenido. ¿Qué digo prometo?; ¡juro!
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