Don Juan Carlos cumple 75 años. Hay quien lo cuestiona. Yo
no; me declaro monárquico. Me gusta vivir en el Reino de España y sentir que él
es quien lo representa. No puedo hablar de testa coronada; es un rey de una
Monarquía constitucional.
Recuerdo su jura ante la Corona real y el cetro, símbolos de
la Monarquía. La corona es un coronón de plata sobredorada que parece fue
fabricada en 1775 por el platero real de entonces, don Fernando Velasco. Y no
es más que una corona funeraria para presidir actos, no para ceñirla en la
cabeza. Leo que, aparte de su valor simbólico, no tiene más de mil euros en
material. Y el cetro no es más que una maza de gala, un bastón de mando,
también de plata, rematada por una bola de cristal de roca.
Recuerdo, insisto, su jura después de comerse el marrón de
la salida vergonzante del Sahara… y me sigo quedando con esa imagen que le
endilgan de hombre que pilotó el cambio y parapeto constitucional que fue aquél
23F. Le recuerdo el 11M y en otras tragedias vividas por este país…
Me sigue inspirando confianza; con eso me basta. Yo creo en
la institución.
Mi tío Antonio, que era de su quinta y coincidió con él en
Zaragoza (“Promoción del Rey”, 1955-59), me contaba sus aventuras (de entonces
y de luego) y creo que las he conocido casi todas. Mi tío Antonio nos dejó
antes de tiempo (ya no supe ninguna más) pero me dejó un poso de afecto hacia
la egregia persona. Y eso que él hubiera querido ser de un supuesto escuadrón
de Húsares de la Reina, pero… el Rey era el Rey
Don Juan Carlos cumple 75 años; le felicito en tan señalado
día.
Y hoy recuerdo la renuncia de don Juan de Borbón (mayo de
1977) y aquél final sencillamente memorable: ¡Majestad, por España; todo por
España. Viva España, Viva el Rey!
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