El de ayer tuvo pinta de ser el último vermouth-piscinero dominical
veraniego. Estábamos en cuadro y el “equipo
médico habitual” contó con una breve incorporación de un, dijo, letrado
(iletrado) que venía alucinado por un programa que vio en la tele (no se
explicó muy bien en cuál) sobre la “Armada
Invencible” y los supervivientes
por tierras de Irlanda.
Spanish Point; placa |
Y se enfadó mucho (éste, Paco, no vuelve; casi llegamos a
las manos) porque algunos de los presentes sabíamos lo de los “black
Irish” (los irlandeses oscuros;
dicen que hijos de aquellos náufragos), de la historia de Francisco de Cuéllar, del Spanish
Point (donde naufragaron 21 barcos más) y lo de Tuama na Spainteach (“la tumba de los españoles”). Y hasta se
enfadó más porque, en un alarde de inconsciente estupidez -lo reconozco; pero
sólo por lo mal que canto-, yo me atreviera a entonar “La chica de Galway”, la
locura de Steve Early por una chica
pequeña, de pelo negro y ojos azules: todo un torbellino. La chica de Galway era una black Irish, una descendiente de
soldados y marinos españoles de 1588.
Sobre La Invencible
estaba yo ya vacunado desde que una de mis hijas, en un colegio británico en
Valencia, se topó con la Spanish Army… y con una versión nada afín a la verdad[1],
lo que me llevó a elevar una enérgica protesta. Pero si querías homologación al
sistema educativo británico te jodías con su versión… y la entonces niña, ahora
viviendo y trabajando en el Reino Unido, abandonó aquél sistema y volvió, por
un tiempo, al redil español educativo… que felizmente abandonó al poco.
Me explico.
Aquella Europa de 1588 |
Cuando casan a Felipe
II con su tía María I (reina de
Inglaterra, conocida como María Tudor[2];
con lo que me lo hacen rey consorte de la Pérfida Albión por casi 4 años) lo
que buscaba el Arriola del momento era que España
dominara el cotarro y envolviera a Francia.
Con Felipe en el trono británico y dominando como dominábamos los Países Bajos (aunque estábamos siempre
de guerra), la cosa estaba hecha y a
Francia le daban morcilla… porque por el Sur también dominábamos o
marcábamos el compás en Italia y en
parte de lo que hoy es Alemania.
Pero hete aquí que al morirse María Tudor (1558), a María Estuardo, reina de Escocia -que Escocia e Inglaterra se han
llevado mal hasta el siglo XVIII cuando Jacobo
II une las dos coronas y que Mr.
Salmon y su referéndum es una minucia del siglo XXI-, le da por casarse con
el rey de Francia, Francisco II, por
el mero hecho de empreñar la cosa. Y entonces va Felipe II y le pide matrimonio
a Isabel I, la sucesora de María
Tudor, la Reina Virgen… sólo porque María Estuardo era vista por los
católicos ingleses como la legítima reina de Inglaterra y eso sí que no lo
podía consentir Felipe: perder
Inglaterra… y encontrarse con un frente común Irlanda-Escocia-Inglaterra y Francia… y por muy protestante que
fuera Isabel I, en la cama se convence a la gente hasta de hacerse católica,
que pensaban entonces que Felipe era capaz de hacer.
Y el caso es que Isabel
I rechaza a Felipe II… pero sea
como fuere el caso es que mantuvo con él una complicidad política que nos fue
muy bien a todos… hasta que el Papa de turno, Pío V (en 1570), va y excomulga
a Isabel… y su Muy Católica Majestad, don Felipe II, hace, faltaría más, seguidismo de Roma. Bueno, seguidismo
burocrático, porque el Papa le pide por las bravas que asalte Inglaterra y
libere a María Estuardo (que ya estaba presa en Inglaterra); incluso se lo
exige al Duque de Alba que estaba con los Tercios.
Bueno, la verdad es que un par de años antes ya se había
puesto la cosa chunga y lo del Papa
de Roma sólo fue la gota que colmó el vaso; pero pasamos 14 años de idilio (1554-1568). Y aún así la cosa, hasta 1584 nos fuimos tolerando… si se
puede llamar “tolerar” a que Isabel I
se dedicara a animar a los protestantes y herejes de toda Europa a levantarse
en armas contra el catolicismo; que hasta el mismísimo Juan Bautista de Tassis (Correo Mayor de España, de cuya familia “descienden” todos los taxis) le llevó
cartas al Rey Prudente de católicos franceses reclamando ayuda contra la
taimada Isabel I.
Y para liar más la cosa, el nuevo Papa, Sixto V, no tiene mejor ocurrencia que re-excomulgar a Isabel I (por 2ª vez) y esta recibe la noticia y,
para celebrarlo, manda ejecutar a la María
Estuardo a la que tenía prisionera por líos de aquellos días.
Entonces -y sólo
entonces-, de verdad de la buena, se
rompen las relaciones entre España e Inglaterra… y Felipe II, ya entradito en años, desempolva los viejos planes de invadir la isla. Sí, porque que se
sepa -y con documentación conservada-, España tenía planes concretos de
invasión que hacían temblar a los isleños. Los temidos Tercios, estacionados en Holanda, eran una amenaza terrible. El Duque de Alba y don Juan de Austria eran los autores de sendos planes de ataque e
invasión; don Juan hasta se había propuesto como virrey inglés… pero Felipe II,
dicen, era el “Rey Prudente[3]”.
Ah, y los piratas ingleses de entonces, salvo en la
películas, nos pinchaban igual que les pinchábamos nosotros a ellos. En eso, en
el Mar Caribe, estábamos en tablas o con ventaja para nosotros.
La Grande y Felicísima Armada |
Así que tras la ejecución de María Estuardo se decreta el
inicio de las “hostialidades” que
diría mi amigo Urbiola. Bueno, la “hostialidades”
ya las tenía iniciadas Alejandro
Farnesio (Duque de Parma y sobrino del Rey) con sus Tercios (Tercios Viejos; 27.000 soldados) en los Países Bajos. Tanto él, “jefe de las tropas que habían de desembarcar”
(una vez que hubieran embarcado), como el jefe de los barcos, el almirante Álvaro de Bazán (Marqués de Santa Cruz;
137 barcos[4],
19.000 soldados[5]
y 7.000 marineros), querían, ambos dos, terminar de conquistar puertos
holandeses antes de atacar la isla de enfrente. Pero como Felipe II no quería
que la operación le costara mucha “pasta”
decidió no esperar más e ir a por todas. Así que el 26 de enero de 1686 ordena al Marqués “que junte una armada en Lisboa
para proteger las costas de Portugal, Galicia y Vizcaya del acoso de corsarios”.
Y así estábamos, reclutando barcos y hombres, cuando Francis Drake viene y se da un garbeo
por media España: por Galicia y Canarias es repelido, pero por la Tacita
de Plata y por Lisboa (abril
y mayo de 1587) tiene algo más de suerte desbaratándonos los planes un poco
pues en su periplo lo que hace es acabar con las pesquerías gaditanas y del
Algarbe (las almadrabas del Duque de Medina Sidonia) y siembra el pánico por la
zona.
Pero el retraso grande vino por la muerte de don Álvaro de
Bazán (los funerales y el luto; que en eso somos muy mirados los españoles) que
dejó a los Tercios en Holanda esperando las naves para cruzar el Canal e
invadir Inglaterra por Kent. El caso es que en burocracia y trámites de
nombramiento del nuevo almirante, porque el elegido, Alonso Pérez de Guzman (Duque de Medina Sidonia, el de las
pesquerías afrentadas por Drake) declinó tan alto cargo -en principio, “porque
tengo muchas reumas”, le contó por carta al mismísimo rey- y hay que
rogarle un poco) hasta un año después de la “visita” del pirata inglés, La Felicísima Armada, no estará
operativa.
Con todo y eso, a
mediados de julio de 1588 ya enseñan velas frente al puerto de Plymouth… mientras las tropas esperaban
en Dunquerque para ser embarcadas en
un claro ejemplo de total descoordinación fatalmente coordinada. El 22 de julio
con la flota inglesa retenida en el puerto de Plymouth por una fuerte tormenta
hubiera sido el momento de atacar y ganar, pero la tormenta también la sufrían
los de la Empresa de Inglaterra,
como también se la llamó, y las órdenes del Duque eran “no entablar combate a menos que
sea preciso”. Y don Alonso se nos pasó de prudente.
[1]
Corpus Documental de las Hostilidades entre España e Inglaterra (1568-1604),
Calendars of State Papers Spanish, muchísimo menos prolijos en documentación,
pues con ellos apenas si combatimos y “La Batalla del Mar Océano”, Archivo
Documental de la Armada.
[2]
Reina de Inglaterra e Irlanda. Hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón (hija
de los Reyes Católicos). Sucedió a su padre y volvió a colocar a Inglaterra
bajo la autoridad del Papa de Roma. El restablecimiento del Catolicismo por
“las bravas” le valió el sobrenombre de Bloody Mary, María la Sanguinaria.
Le sucedió su hermanastra (hija del mismo Enrique VIII y la dama de su madre,
Ana Bolena) Isabel I
[3]
DRAE dixit: el que actúa con moderación y cautela; templado, juicioso,
cauteloso, moderado, razonable, cuerdo,
discreto, equilibrado, sensato. La prudencia es Una de
las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que
es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello
[4]
20 galeones, 4 galeazas, 29 naos cantábricas, 13 naos mediterráneas, 1 nao, 25
urcas, 4 galeras, 2 galeoncetes, 20 pataches, 7 zabras, 2 pinazas y 10
carabelas
[5]
Constituían 5 Tercios españoles, 2 Tercios portugueses, varias “compañías
libres”, voluntarios caballeros y Estado Mayor. En total 3.000 mosqueteros (con
mosquete, fusiles pesados) y 12.000 arcabuceros (con arcabuz, para el combate cercano).
No hay comentarios:
Publicar un comentario