Anoche llovió un poco, pero resultó fascinante cuando el mar
se iluminaba por acción de los relámpagos. Había una cierta tormenta con aparato eléctrico que
llegó a descargar, puntualmente, hasta 32 litros/metros cuadrado (a lo largo
del día) por la provincia. Aquí, en
Benidorm, más bien poco: pero los relámpagos iluminaban el cielo. Entre las
22’40 y las 23’15 horas se registraron en algún lugar provincial hasta 20
litros/m2… y eso sí es una cantidad digna de ser atendida; no es mucho, pero es
buena. Leo que el Aeropuerto de El Altet (a mí, es que eso deAlicante-Elche me viene muy mal) tuvo que desviar “algunos vuelos” y los bomberos hacer salidas en algunos puntos dela provincia.
Me he quedado a cuadritos. ¿Por cuatro gotas el aeropuerto
tiene que desviar vuelos? Aquí hay algo más que no se cuenta.
La foto de Agustín Almodóbar en cuestión. Un relámpago “crea” el día en Benidorm e ilumina la Isla |
Pero el caso es que hoy me he despertado con buenas fotos.
En concreto una del senador Agustín
Almodóbar que me ha animado a escribir de los relámpagos… y de los rayos y
de las centellas. Pero ayer no cayeron rayos y centellas; que conste.
El relámpago, le
cuento en plan “batallitas del abuelo”,
es el resplandor de una importante descarga eléctrica; energía que adopta una
forma lumínica. Jamás llega a tierra; sólo describe un itinerario muy
ramificado y tortuoso siguiendo el natural gradiente de voltaje, iluminando su
trayectoria con un resplandor vivo e instantáneo. Hay quien llama relámpago a
la manifestación lumínica de un rayo, pero no es mi caso. Los relámpagos se dan
dentro de las nubes o entre nubes.
Las nubes son
unos artilugios geniales. No, no son de algodón ni parecen visillos; ni
siquiera son bultos zaínos pendiendo sobre nuestras cabezas. No, las nubes son hidrometeoros complejos y especialmente
lo son los cumulonimbos, la
principales células de tormenta. Dentro de cada una de ellos se dan rápidos
procesos de intercambios de temperatura a través de corrientes ascendentes y
descendentes de aire que distribuyen iones por cambios de estado
(gaseoso-líquido-sólido y viceversa) que generan polaridad y que terminan conformando
descargas dentro de la misma nube (de gran desarrollo vertical), entre nubes
cercanas y hacia la tierra; incluso entre tierra y nube. Por “ley” el relámpago es la descarga electrostática dentro de la misma nube o
entre nubes; pero hay más.
Resulta que, según el principio de gravedad, la tierra termina
teniendo polaridad negativa y le da por atraer (dicen los estudios que en un
75%) las cargas positivas de las nubes, por inducción… y ¡zas!, se produce el rayo, cuya expresión luminosa también
hay quien se atreve a llamarla relámpago (que no es), y a la expresión sonora
llaman trueno. Y, ¡ojo al dato! que,
también hay rayos que van de la tierra a
la nube. Ya sé que de estos Ud. (y yo) ha (he) visto pocos; ninguno, la
verdad. Pero sepa que un 20% de los rayos, y en planeta Tierra se dan una media
de 44 rayos por segundo, son de estos últimos.
Para entender todo esto de las descargas energéticas de las
nubes hay un dato importante. Resulta que el
aire tiene una densidad de electrones por metro cúbico que nos hace ya hablar
de una tensión en el suelo terrestre de unos 120 voltios, con buen tiempo.
Con lo que imagínense cómo se pone la cosa cuando se nos complica el tiempo.
Dicen los expertos que llegamos a situarnos entre 10.000 y 45.000 voltios (de 4 a 90.000 amperios) y que “lo normal” es que los rayos “salten” cuando la
diferencia entre la base de la nube y la superficie terrestre está por los
30.000 voltios y 50.000 amperios.
La tormenta vista anoche al radar. AEMET |
Recordemos que estamos hablando de nubes y que desde el
suelo no nos percatamos de la magnificencia de la célula. Estamos hablando de
unos “bichos” sobre nuestras
cabezas que, de media, tienen más de 50
kilómetros de largo, 30 de ancho y más de 8 de alto (dependiendo de las
isotermas). Vamos, que estamos hablando de “armarios roperos de tres cuerpos” de
unos de 12.000 kilómetros cúbicos sobre
nuestras cabezas, con una base mínima de 1.500 km2 (… y todo el término
municipal de Benidorm no llega a los 40).
Muchas veces no somos capaces de comprender lo que llega a
ser una nube de tormenta y casi ninguna de la cantidad de territorio expuesto a
su acción. El caso es que según va
desplazándose la nube de tormenta sobre el territorio, bajo ella el espacio
geográfico cambia (mar, llanos, mesetas, valles, montañas, ciudades etc.) y la altura sobre el suelo cambia, lo que conlleva
un cambio en el circuito eléctrico que se va montando entre la superficie
terrestre y los bajos de la nube, lo que hace más compleja la formación del
rayo.
En un momento dado de génesis de la tormenta, en los bajos
de la nube empiezan a surgir lo que se llaman “puntas” y a partir de ellas surgen los “trazadores” que van a ir descubriendo el camino ionizado por donde
descenderá, en su momento, el rayo. Por el camino ionizado “bajará” primero el “líder”, una descarga puntual de reconocimiento, a la que seguirá el
llamado “trazador”, otra descarga
que confirmará el camino y lo dejará expedito para que, al final, surque ese
camino el “rayo” con toda su
parafernalia de iluminación y ruido. Aunque lo he descrito por partes, se trata
de un proceso instantáneo. En cuanto la “punta”
despunta y apunta, se desencadena el proceso y surge el rayo.
En el momento de salir el rayo de la nube el contacto del
rayo en Tierra está ya “localizado”
desde el mismo instante en que “bajara”
el “líder” y será el camino que, por diferencia de potencial, haya “elegido”. Cuando “baja” el “trazador” lo confirma y el “rayo” lo “único” que
tiene ya que hacer es “caer”, y como
ya le han hecho el trabajo fuerte lo que él hace es volatilizar a su paso todas
las moléculas que encuentra en el camino creando, en realidad, un conducto
en el que hace el vacío, con lo que genera una sobrepresión que en el exterior
que vemos en forma de luz... y oímos,
Si el rayo llega a tierra e impacta en el suelo, evaporará instantáneamente
la posible humedad del lugar de impacto (que será un lugar horadado en el suelo;
un punto de impacto, un agujero) y transformará electroquímicamente las paredes
generando un mineral que se llama fulgurita
y su composición (y forma) dependerá del tipo de suelo. Si impacta con un árbol
pues lo seca, lo rompe, lo chamusca… y
el rayo pasa al suelo. Lo del pararrayos tiene su aquél y sería para otro post;
igual que si cae sobre vehículos y otros puntos. Si el rayo cae en el mar, no
se genera un “punto de impacto” pero
sí se producirá una evaporación instantánea de un volumen de agua directamente
proporcional al de la energía que lleve, y en el mismo instante las sales que
lleva el agua del mar se solidifican instantáneamente a modo de tubitos blancos
(tipo macarrones) que terminan en el fondo del mar. También se trata de fulgurita, pero de otra composición y
que termina en el fondo del mar.
Y para terminar está aquello de “cayeron rayos y centellas”…
la centella es el rayo-bola, la esfera luminosa, el rayo
globular, el relámpago-bolsa (si
es silencioso)… En realidad es una descarga (con ruido y todo) tal como el rayo,
con toda su parafernalia, pero de formas redondeadas,
esferoidales u ovoidales,
que tarda más tiempo que el rayo en llegar al suelo; en realidad es flotante y
más persistente. Sigue un desplazamiento por el camino ionizado tal como el
rayo pero menos vertical, no a tanta velocidad, y más paralelo a la superficie
de la tierra, aunque su trayectoria termina siendo totalmente aleatoria.
Termina por dispersarse en contacto con una superficie o desvanecerse con una
explosión.
Tiempo ya de desvanecernos….
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