Por la provincia de
Alicante residen unos 20.000 noruegos. L’Alfàs
del Pi es, indudablemente, el epicentro de esa colonia y Solgarden/La Hacienda del Sol, en La
Vila, es uno de sus lugares emblemáticos.
Pablo Sbertoli [Foto: M. Ayús] |
Para darnos a conocer lo que de verdad es Solgarden, pasó a tomar café con
nosotros, en la tertulia “Los cafés del Meliá”, Pablo Sbertoli, su director.
Hijo de madre catalana y padre italiano, Pablo Sbertoli nació en Buenos Aires -“tercera generación de emigrados”,
que le gusta destacar- bien pronto, “en un buque de la Naviera Ybarra”,
llegó a Barcelona donde se crió y
estudió en La Salle Bonanova (emblemático colegio que acaba de celebrar su 125º
Aniversario) y durante el curso 1974-75, “un curso convulso en Barcelona para la
Universidad” -que dijo él, aunque yo en la de Murcia lo terminé sin
complicaciones (bueno, una vez nos hicieron llegar desde Granada una gallina;
¿por qué sería?- optó por coger la mochila y recorrer Europa. Y así llegó a Noruega, donde aprendió el
idioma y comenzó a hacer sus cosas por allí hasta que ante la masiva llegada de
refugiados -chilenos, pakistaníes y vietnamitas- Noruega cerró sus fronteras y no dio más permisos de residencia,
con lo que Pablo se tuvo que volver a la Barcelona de la década de los 80.
Y allí, por hablar
noruego, el Gobierno noruego le
ofreció trabajar para el Ministerio de Asuntos Exteriores y así comenzó una
vinculación profesional y laboral con aquél país. Porque volvió a Noruega y se
formó en Administración de Hospitales y
Cooperación Internacional, lo que le llevó, con marchamo noruego, a un
periplo por Camerún, Tanzania, Malí, Etiopía, Sudáfrica y Bolivia. Nuevamente a
Noruega y en 2005 a la Costa Blanca como
consejero de Solgarden/La Hacienda del Sol; desde 2008, director.
La Hacienda del Sol
es eso que se ve a la altura del peaje de la A7 en La Vila, en lo alto y que se extiende hasta más allá de la
vista. Es el sueño materializado de un
grupo de noruegos fascinados por el sol y motivados por el auge, entonces, de los vuelos chárter. Sitúense;
estamos en los albores de la década de los 60 y Spain, de verdad, era
diferente, barata y muy soleada. Y ellos, desde 1965, estaban eufóricos con el
petróleo del Mar del Norte recién descubierto. Luego vendría la historia
petrolera más allá del paralelo 62… y dólares y más dólares con que apuntalar
el Estado del Bienestar de una población que hoy (2014) apenas supera los 5
millones de habitantes.
En 1962 (aún sin
el maná del petróleo), ante los problemas de movilidad que encuentra un grupo
de discapacitados noruegos en aquellos primeros hoteles de Benidorm, un cuarteto noruego -dos médicos, un administrativo y una
importante actriz de teatro- comienza a buscar fondos para crear un complejo de vacaciones en el entorno de
Benidorm adecuado a sus necesidades. En 1965 llega la primera delegación a buscar terrenos, pero finalmente es Villajoyosa, La Vila, la
que albergará las instalaciones. “Un noruego loco que ya vivía en La Vila y la
mediación del Ayuntamiento” les lleva a adquirir 400.000 m2 en la Partida de
d’amunt l’Horta. En 1968 se
establece la Fundación Solgarden[1] y
comienzan a construir el complejo. El 1º
de abril de 1972 llegó el primer grupo; así, 42 años en La Vila.
Hoy se abren a más allá del inicial grupo de la discapacidad,
pero mantienen el concepto inicial, y el
éxito. Constituyen un trozo de
Noruega en la Costa Blanca. Tienen capacidad hasta para 220 personas en turnos de 14 días (pensión completa y
actividades) que congregan hasta 6.000
personas por año en La Hacienda del Sol
para discapacitados (alrededor de 100 al año), jubilados con problemas de salud
y familias que cuenten con algún discapacitado.
Son mucho más que un centro de vacaciones y ello les ha
llevado a materializar el siguiente paso: un Centro de Salud en colaboración con IMED Hospitales, un hospital de Oslo y cuatro consellerías de la Generalitat Valenciana a través de un cluster[2] de salud para trabajar en lo que se
llama (indebidamente) Turismo de Salud
en busca de un modelo claro. La parte formativa la asumirá el CEU Cardenal Herra-Enfermería/ELX
poniéndose además, en marcha, un puente
de Salud España-Noruega. Además ellos tienden a disponer, también, de una
instalación geriátrica. Metros cuadrados no les faltan.
Solgarden/La Hacienda del Sol es un “algo” raro entre dos culturas pero que
funciona y persigue al máximo la integración. Cuentan con edificaciones de los
años setenta perfectamente adecuadas al siglo XXI con todo tipo de equipamiento,
3 piscinas exteriores (1 climatizada), 1 piscina cubierta, gimnasio,
actividades al exterior, senderos y un Jardín Botánico Mediterráneo, el jardín
de los sentidos. Un noruego paga entre 100 y 120 €/día, por su estancia (14
días) que incluye viaje (aviones de SAS adecuados a su discapacidad, si la
hubiera), traslados, pensión completa y actividades. Cuenta con iglesia
luterana y convenios con los centros hospitalarios y asistenciales de su
entorno.
Mucho habíamos oído hablar de La Hacienda del Sol/Solgarden.
Resulta que puede ser un modelo europeo
a copiar y España comenzar a sentir en peso de su localización geográfica,
lo que no debe alarmarnos si se ponen en marcha clusters similares y
estructuras de apoyo socio-sanitario con los diferentes países de la UE-28 y/o del Espacio Económico Europeo como esta iniciativa que ha visto la luz
hace 48 horas en la Costa Blanca. Las actividades de la Cámara Hispano-Noruega en la Costa Blanca apoyarán esa iniciativa.
Así nos lo contó Pablo Sbertoli, y
así lo refiero en este Post.
Ah, hubo sus anécdotas relatadas por el Sanedrín tertuliano
(aquellos que hicieron la mili -aún- con lanza en aquél Benidorm naciente de
finales de los sesenta y principios de los 70): En aquellos años, los músculos
de un guardaplayas benidormense, “El Tagalo” (y algunos compañeros), fueron los
portadores de muchos de aquellos primeros discapacitados noruegos de vacaciones
en Benidorm; incluso se hubo de construir alguna infraestructura de madera para
facilitarles el acceso a la plata (rampas y carriles) y de inmediato surgían
las protestas de los “capacitados” que tropezaban con todos aquellos
impedimentos que habían de retirar una vez aquellos noruegos abandonaban el
hotel. Alguna botella de Chivas obró celeridad para terminar alguno de aquellos
artilugios; Benidorm fue -y aún es- así. Hubo más, pero lo que se cuece en la
Tertulia, se queda en los posos del café del Meliá Benidorm.
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