La década de los 70,
cuentan, comenzó con un propósito de la enmienda: ser más transparentes, huir de quimeras y olvidar la manipulación
climática como arma. Así, en 1970 la Administración de Servicios de Ciencia
Medioambiental de los Estados Unidos (ESSA)
da paso a la Administración Nacional Atmosférica
y Oceánica, la celebérrima NOAA.
Incluso el Servicio Meteorológico de los Estados Unidos pierde su viso militar
y se convierte en el Servicio Meteorológico Nacional (NWS).
El contrapunto lo pone en 1970 un señor de nombre
impronunciable -famoso durante la Administración de Jimmy Carter (1977-1981)- Zbigniew
Brzezinski, ya por aquellos días Asesor de Seguridad Nacional, que publica
“BetweenTwo Ages: American’s Role in the TechnotronicEra” (“Entre dos edades: El papel de los EEUU en la era tecnotrónica”)
donde confirma la existencia de “proyectos y estrategias de manipulación y
control del clima”. ¿Era verdad o ganas de poner nervioso al Bloque del
Este? “El espacio y el control del clima, dice, centrarán nuestros objetivos”.
Sea como fuere el libro causó su impacto y en 1971 se llega a la primera cooperación
oficial entre los EE.UU. y la URSS en el seno del Programa de Investigación Global de la Atmósfera (GARP) y el Experimento Polex (POLar EXperiment). Se llevó a cabo, finalmente y
a nivel mundial, entre el 1º de diciembre de 1977 y el 8 de junio de 1979.
Algunas fases se iniciaron antes, como la Bathy
(Batimetrías Oceánicas) , en 1972.
Y mientras una mano hace una cosa, la otra mano va a lo
suyo. Se hace público en 1972 que el
gran radiotelescopio portorriqueño de Arrecibo ha hecho experimentos
ionosféricos para la alteración de la atmósfera. Este y otros experimentos en
el Mundo Occidental (alguno en Noruega) confirman que se puede cambiar la conductividad de la ionosfera… pero, ¿con qué
fines?
En 1973 un
informe alerta de que hay unos 700
científicos, sólo en los EEUU, empeñados
en la manipulación del clima. El término “manipulación”, se explica, tiene connotaciones positivas y se
centra en “frenar la fuerza de los huracanes y tornados que asolan las cotas y los
pasillos centrales de los EE.UU.”. No obstante, hay escepticismo en los
círculos científicos internacionales por el secretismo con que actúan las dos
grandes superpotencias y la literatura fantástica que surge en torno a
determinados programas.
Uno de los más llamativos es el Proyecto Sanguina. Oficialmente era solo un programa de
comunicaciones de la Armada de los EEUU para conectarse con submarinos en
inmersión. El programa operaba desde 1968 y sus efectos salen a la luz en 1973.
Grupos medioambientales señalan las alteraciones que las corrientes
electromagnéticas para generar ondas de muy baja frecuencia estaban produciendo
sobre las personas en Wisconsin. La antena ocupaba el 40% del territorio del
Estado. Se sustituyó Sanguina por el proyecto ELF con sistemas radiantes muy
localizados en 1983 y estuvo operando hasta 2004. Muchos, aún hoy, dudan de lo
que querían hacer con aquella antena formada por 6.000 km de cables enterrados
en 22.500 km2 de territorio. ¿Para comunicarse con submarinos en inmersión?
A lo largo de 1975 se sucedieron los informes sobre -y
contra- esta experimentación. El norteamericano Gaylord Nelson (principal promotor de la idea del Día
Internacional de la Tierra), un político demócrata, pleiteó con
diversos organismos intentando conseguir la desclasificación de los documentos
que acreditaban alteraciones en la sangre de los humanos por la interacción de las
ondas del Proyecto Sanguina e incluso del continuador ELF, y el Subcomité Pell del Senado de los EE.UU.
instó a una supervisión en toda regla del propio Senado para todas aquellas
actividades para que “ninguna acción de modificación parcial o
total del clima se tomara sin ser informado el Senado de los EE.UU”. La
resolución puede llamar la atención, pero el senador Claiborne Pell era un gran aficionado a lo paranormal… y se
consideró una excentricidad más del viejo senador (reelegido en 5 ocasiones),
aunque esa iniciativa se recompensó figurando Pell en el Cuadro de Honor de
Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Gobal
500 Roll of Honour.
Así las cosas, con el secretismo que anidaba en ambos bandos
-aún cuando desde 1974 estaba en marcha la idea- Naciones Unidas se activa para
crear el mecanismo que consiga una
resolución contra los fines militares de la geoingeniería. Hasta el 10 de diciembre de 1976 no se logrará
esa resolución sobre la prohibición del
uso de técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines
hostiles (ENMOD). En mayo de
1977 se firma, y España será unos de los 46 primeros firmantes… pero España, en
esto, ni pincha, ni corta.
A partir de ahí, con el marchamo de investigación científica,
se sigue con lo mismo: intentar modificar el clima. Eso sí, los militares desaparecen
de las estructuras de casi todos los organismos implicados y nuevamente a
desarrollar experimentaciones ionosféricas.
Aunque, la verdad habrá que decirla: coincide el acuerdo
ENMOD con un relanzamiento de las investigaciones científicas de primer nivel.
En 1975 se lanza el primer satélite
“cazador
de huracanes”. Se trató de un satélite geoestacionario del Programa GOES (Geostationary
Operational Environmental Satellite; ahora mismo operan los GOES 9, 10, 11 y
12; también el 3) colocado a 35.680 km de la Tierra en una órbita perfectamente sincronizada y con un programa
informático de la Universidad de Alabama (en Huntsville) que detectaba si las nubes
podían convertirse en células de tormenta con una hora de antelación. Un logro.
También en 1975 se llevaron a cabo en los EE.UU. una serie
de experimentos sobre eficacia en la
siembra de nubes para provocar lluvia (Monte Carlo Test, en Dakota del
Norte). Se habló mucho de aquello… pero un informe de abril de 2005, del NAWMC (North American Weather Modification
Council/Consejo Norteamericano sobre
Modificación del Clima) dice que “se ha constatado la capacidad de generarlluvia adicional en nubes convectivas y reducir los daños por granizo, pero noes un elemento contra las sequías”.
Así que vamos de “ideíca” en “ideíca”, pero sin lograr
modificar nada. Lo que me reconforta… o no.
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