Uno de los padres de la astronáutica, el alemán Hermann Julius Oberth (los otros dos
padres son el ruso Konstantin
Tsiolkovsky y el norteamericano Robert Goddard) ya propuso
en 1929 un sistema de espejos en el
espacio para concentrar radiación solar sobre determinados puntos del planeta…
y manipular el clima.
La idea de Oberth fue propuesta en su tesis doctoral,
presentada en 1922 y desestimada por utópica: “Los cohetes hacia el espacio
interplanetario”. Sin desalentarse, en 1929 amplió conceptos en “Modos de vuelo espacial” donde ya
plantea una estación espacial -Raumstation-
tripulada y reabastecida, orbitando el planeta, cuyos fines eran el servir como
observatorio astronómico, nodo telegráfico y observación meteorológica, aunque también podía, gracias a su espejo cóncavo de 100 m de diámetro, reflejar radiación solar y actuar sobre
determinados ámbitos del Océano Glaciar Ártico permitiendo mantener rutas navegables abiertas o
liberando puertos estratégicos de latitudes altas del bloqueo por el hielo.
Oberth fue maestro de von Braum y estuvo en los equipos de
cohetes nazis. Hay quien dice que los nazis vieron en este diseño de su
estación espacial -y su espejo- el arma
solar definitiva, el “rayo
de la muerte” que desde tiempos de Arquímedes la
ciencia va buscando.
Una anécdota de Oberth es que dijo de sus profesores, cuando
le rechazaron la tesis, que la Universidad alemana era como “un
automóvil con grandes luces trasera para iluminar brillantemente el pasado,
pero carente de buenas luces delanteras”.
Cuando estalló la IIGM la cosa esta de intentar manipular el
clima se relajó un poco, pero en 1946,
tras aparecer las bombas atómicas en escena -el que fuera primer Secretario
General de la UNESCO (organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura)-, John Huxley, pidió bombardear con ingenios atómicas el Polo Norte y caldear el clima del
planeta. Huxley era biólogo y hermano del escritor Aldous Huxley y del
Nobel Andrew Huxley, biofísico. Después de proponer ese bombardeo, no tuvo
empacho en ser uno de los fundadores del Fondo
Mundial para la Naturaleza, WWF.
Su propuesta fue publicada en Mechanix Illustrated, una revista
norteamericana que desde los años 20 venía proponiendo ideas de mecánica
doméstica (incluso como construirse un coche casero) y propuestas de futuro. En
el número de mayo de 1946 Wallace W.
Ashley y Elmer W. Swan, en “Can we atomized the Artic”/”Podemos atomizar el Ártico”, exponen
la idea de Huxley de “derretir
las capas polares, moderar el clima de Hemisferio Norte, eliminar molestas olas
de frío polar y mejorar la navegación en esa área del planeta”. Karl Schoroeder mantiene que aquello
era una idea de “humanizar” el uso
de la energía atómica… después de las demostraciones sobre Hiroshima y
Nagasaki. La portada de la revista es total: Atom Bombig The Polar Ice.
Al despuntar la década de los 50 el matemático
norteamericano John von Neumann
empieza a aplicar con el Departamento de
Defensa de los EE.UU. toda una
serie de iniciativas sobre manipulación climática que había recopilado y sobre
las que había trabajado tras la IIGM: entre otras cosas propone “borrar” el albedo de la superficie de los glaciares
para que la tierra ganase temperatura. Es que ya en 1946 cita a un buen número de colegas en Princeton y empezaron a valorar las posibilidades de manipular el
clima. En 1951 le piden un informe
sobre la posibilidad de realizar cambios
efectivos del clima sobre zonas de la URSS para arruinarles las cosechas.
Para ello von Newman desarrolló modelos
informáticos para sistemas climáticos.
Por su parte, Irwing
Lagmuir (Nobel de Química, en 1942), de General Electric, ya tiene
en marcha su programa para generar
lluvia. Tras sus éxitos iniciales, en 1953
se crea en los EE.UU. el Comité Asesor
del Presidente para el Control del Tiempo. En la continuación del programa
de Lagmuir, por parte de la OMM, participó muy activamente España: llovió en la
Cuenca del Duero, como conté en otro Post.
En mayo de 1954 la revista Collier’s, que por entonces era líder en periodismo de
investigación, publica un artículo del capitán de marina H.T. Orville -“Wheater
made to order?” / “El tiempo a la carta”- donde
intenta salir al paso del fracaso del Programa Cirrus (que no impidió a un huracán
impactar contra el Sur de los EE.UU.) y explicar cómo se pueden combatir
eficazmente los huracanes con bombas atómicas. Era ya una obsesión dar un uso
pacífico y útil a la energía atómica.
En 1958 los rusos
toman el relevo en lo de las iniciativas para modificar el clima. En esa línea
apareció, hasta en los EE.UU., el libro de N.
P. Rusin y L. A. Flit “Man Versus Climate” /“El hombre contra el clima” donde
esgrimiendo la gran desventaja que supone para Rusia el permafrost y las capas
heladas siberianas, e incluso las zonas desérticas y polvorientas de su
frontera asiática del Sur, planteaban una importante serie de cambios y
alteraciones físicas del paisaje para conseguir una alteración del clima. De
inmediato el físico M. Gorodsky
sentó las bases de la propuesta -que en 1960 también elevará el climatólogo Vitali Cherenkov a la Academia de
Ciencias- de poner en órbita polar un anillo de partículas de potasio que
fueran capaces de aumentar, al menos un 12%, la capacidad de la radiación solar
y con ello derretir el permafrost de Rusia (Siberia), Canadá y Alaska para
conseguir más tierras fértiles. Más de uno pensó también en licuar el casquete
polar para mejorar las vías de navegación.
Incluso en plena Guerra Fría llegó una propuesta para que
fuera realizada conjuntamente por las dos grandes superpotencias. El ingeniero
soviético Arkady Markin propone un
dique en el estrecho de Bering (sólo 88 km… pero de vientos y corrientes
extremas). La idea es recogida por Petr
Mijailóvich Borísov. El objetivo de Borísov era licuar el Polo Norte gracias a ese dique y a una Corriente Polar
que conformaría, lo que sería bueno para la navegación en general y buenísimo
para Siberia. Con 24.000 millones de
rublos era posible y como buen conocedor del Ártico sabía que la
desaparición de la costra helada no supondría un aumento del nivel del mar (el
volumen ya está contenido) aunque consideraba que la pérdida de hielo de
Groenlandia sí podría generar ese aumento, aunque no lo consideraba importante.
El Presidium de la Academia Rusa de las Ciencias trabajo el tema con el máximo
interés y ordenó hacer pruebas tapizando de polvo de carbón determinadas zonas
polares. Los resultados se publicaron en 1997, pero no he dado con ellos.
Los años cincuenta del siglo XX terminaron con sendas
propuestas del uso de las bombas atómicas para alterar el clima: los rusos
propusieron eliminar una estructura montañosa en la península de Kanchatka para
alterar el flujo de vientos y cambiar el clima, y un geólogo norteamericano
propuso detonar 100 bombas nucleares
en el seno de las arenas de alquitrán
de Alberta (Canadá) para hacer entrar en ebullición los depósitos de betún
y con ese calor subterráneo alterar el Polo Norte. El proyecto se aprobó en
1959, pero el gobierno canadiense fue reticente hasta 1962 en que finalmente lo
postergó sine die.
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