He leído por ahí que están en marcha varias ideas de geoingeniería -ingeniería climática- para manipular
el clima del planeta como medio de lucha contra el cambio climático
calenturiento que hay quienes opinan que domina la etapa de variabilidad
climática en la que nos encontramos. En los últimos tiempos están ganando
adeptos y posiciones algunos proyectos de geoingeniería muy interesantes,
aunque muy costosos.
Ya hay patentes para capturar
CO2, para sembrar CO2 en el mar
(alimentando a las algas) y hasta para colocar
en órbita espejos solares para reflejar la luz del sol y enfriar el planeta.
Por patentes que no quede.
La verdad es que esto no es ciencia-ficción; lo de manipular
el clima es pura ciencia que está aún lejos por el coste económico que precisa
pero que, sin lugar a dudas, no es cosa de hoy. El primero en plantear esta
cuestión -y darla a conocer- fue el escritor francés Jules Verne, pero antes hubo alguno más.
Portada de la novela de Verne |
En 1889 Julio Verne
publicaba una novela sobre este tema. Fuera de Francia tuvo varios títulos como
“La
compra del Polo Norte” o “El secreto de Maston”, por ejemplo. Su
título original era “Sans dessus dessous” (“Sin
arriba ni abajo”, traducción literal).
En la trama de la novela, siempre con base científica,
entraba eso de manipular el clima con un fin: explotar los recursos mineros bajo el Polo Norte y establecer un
paraíso tropical en sus costas como atractivo turístico. ¿Pura especulación
inmobiliaria?, me atrevo a plantear.
Verne parece que se inspiró tanto en los cálculos del ingeniero
y matemático francés Albert Badoureau[1] como en la
teoría del geólogo Nathaniel S. Shaler[2] quien en
1877 había propuesto “desviar” la corriente de Kuroshio para “calentar” el Ártico... y derretirlo.
En las páginas de la novela de Verne, el Gun Club
de Baltimore (propiedad de los fabricantes de armas norteamericanos, ociosos
tras la Guerra de Secesión y que saldrá en varias de sus novelas) compra
grandes extensiones en el Ártico en una subasta internacional pujando más alto que
los gobiernos más interesados, con lo que consiguen grandes extensiones
territoriales. Entonces muchos desconocían que no hay tierras bajo esa masa de
hielo, pero...
El caso es que el matemático del club de constructores
artilleros, J.T. Maston -de ahí que en algunos países la obra se llamara “El secreto de Maston”-, propone -para conseguir
que el polo se derrita y afloren las tierras ricas en minerales- construir un
cañón de 600 metros de longitud y 27 de diámetro, apoyado en las laderas del
monte Kilimanjaro y hundido en su suelo, con el que disparar un proyectil de
180.00 toneladas. A dónde fuera el proyectil era lo de menos; aquí lo que interesaba
era el fortísimo retroceso del disparo del cañón, hundido en la tierra, que confiaban
en que haría cambiar la inclinación del eje de rotación del planeta -colocaría
el Polo Norte a 67º de Latitud- lo que,
imaginó Verne, permitiría a la corriente de Kuroshio calentar el Ártico
subiendo la temperatura, al menos, 15ºC.
En el libro, ese cambio en el eje de giro de la Tierra permitiría
ese cambio que “mejoraría” la vida de la parte occidental del planeta, no así
en la oriental; en Asia se perderían algunas tierras sumergidas en el mar y
América del Norte ganaría territorio. Verne deja claro que el Ártico sería
habitable, pero no otras zonas del planeta… y a los del Gun Club era eso lo que
les interesaba.
Al final, un fallo en el cálculo matemático de Maston hace
que el monumental cañón no consiga su mortal efecto tras el disparo: el planeta
ni se enteró. Es que tonteando por teléfono con la adinerada mecenas del
proyecto, la rica viuda Evangelina
Scorbitt, borra sin darse cuenta tres ceros del resultado final de su
cálculo y al final, su cañón, es mil veces menor de lo que hubiera sido
preciso.
Es que en esto de la investigación siempre hacen falta
fondos.
NY Herald. 29.09.1912 [Fuente: NY Times] |
Riker estaba convencido de que colocando un “obstructor” la
dinámica marina haría el resto y terminaría por consolidarse ese dique, como
explicó en su libro[3].
La propuesta Ricker |
Ya en el siglo XX, para un yanqui, la idea de Riker era
buenísima porque conseguiría no sólo licuar la masa de hielo del Polo Norte
sino anularía los grandes bancos de niebla en las costas orientales de los
EE.UU. y evitaría que los icebergs a la deriva ocasionaran catástrofes como la
del Titanic
(14.04.1912) que estaba muy reciente en el imaginario norteamericano.
La ‘asombrosa pero no
loca’ propuesta de Ricker llegó hasta el Congreso de los EE.UU. donde el
congresista de Nueva York William M. Calder
defendió la misma y propuso la creación de una Comisión al respecto que sólo
chocó con la oposición del Secretario de Marina, Josephus Daniels. Ricker estaba dispuesto a arriesgar su propio
capital, era un magnate de la ingeniería, pero las opiniones del Secretario de
Marina hicieron desistir al resto de los inversores y el proyecto quedó en
nada, aunque tuvo dimensión mundial.
[1]
(1853-1923) Escribió un libro específico sobre esa obra de la que fue el espíritu
científico -“Notes et observations
remises a Jules Verne pour la rédaction de san roman Sans dessus dessour”-
que se editó junto a la novela como garantía científica de la misma.
[2]
(1841-1906) Profesor
de paleontología en la Universidad de Harvard (1868-1887) y director del
Kentucky Geological Survey (1873-1880). A partir de 1884, también fue el geólogo a cargo de la división
atlántica de la US Geological Survey.
[3] Power and control of the Gulf Stream how it
regulates the climates, heat and light of the world. By protecting the warm
north-flowing Gulf Stream from the onslaughts of the ice-cold south-flowing
Labrador current man can control all. Cause and effects of ocean currents, the
equatorial and the polar forces. C.L. Riker - New York, Baker & Taylor
Co. [1912]
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