Vuelvo al libro de ayer: “La transferencia de Tecnología
Agronómica de España a América de 1492 a 1598”, de Laura Mª Iglesias Gómez.
Allí leí sobre la cañafístula.
Fue una gozada darme de bruces, otra vez, con la cañafístula. Fue como volver a la
Escuela de Ingenieros Técnicos Agrícolas (EUITA, SD Orihuela), al “campus” de Desamparados, al bar del tío
Pepe, a las veredas, a las partidas de dominó, a finales de los 70. Allí el
bueno de Federico Guardiola nos
habló de la cañafístula, la casia
purgante, un árbol de porte que era “mano de santo” como laxante y otras cosas más. Pero apenas si
quedaban algunos raros ejemplares en el suelo patrio, se decía entonces. Y se
acabó lo de la cañafístula.
Volví a oír de la cañafístula
cuando la Expo de Sevilla. Andaba yo por aquellos lares con Antena 3 de Radio
cuando se recuperaron ejemplares para Sevilla y lucieron sus verdes y
amarillos, muy lustroso, en los fastos del 5º Centenario, en 1992. Cuatro años
antes se habían realizado algunas experiencias de reintroducción en suelo
murciano.
Pero a lo nuestro: a principios del XVI se plantaron
ejemplares de cañafístula por el Nuevo Mundo y hoy en día se consideran
las cassias
como árboles indígenas de aquél continente.
Las cassias tienen un fruto en vaina,
con semillas, y desde tiempos de los árabes en la península, pues con ellos
llegaron, las vainas y sus semillas se usaban como laxante, bien en infusión,
bien por consumo directo. Pero además servían para tratar catarros, gripes,
refriados, sarampión, tos, tos ferina, varicela, diabetes e infecciones
urinarias. Con sus flores se preparaba un jarabe para el estreñimiento; con sus
hojas, infusiones para tratar enfermedades renales y cálculos biliares; para
las picaduras de avispas se aplicaba directamente una hoja; se hacían
cataplasmas con la pulpa de las vainas para tratar golpes y contusiones,
reumatismo y hasta mordeduras de serpientes. También dicen que curaban tumores.
Sus rizomas servían para afecciones cutáneas, y la corteza del árbol tenía usos
astringentes. Vamos, una botica vegetal de primer orden. Tan útil como el
cerdo.
Con los árabes llegaron varios tipos de cassias a la península, aunque algunas ya estaban aquí desde
tiempos de los romanos; pero pocas. Se trata de especies pantropicales
originarias de Etiopía y no siempre arraigaban en estos suelos. Los tratados de
médicos árabes del siglo X como Ibn
Wafid e Inb Bayyah (conocido en
los escritos en latín como Avempace) ya señalan las ventajas medicinales
de las cassias. Las Concordias
de Barcelona[1],
segundo tratado europeo de farmacopea redactado en 1510 por Bernardo Doménech y Juan Benedicto Pau tras el privilegio
de Fernando el Católico al Col.legi d’Apotecaris de Barcelona,
y que son un compendio de todas las artes farmacéuticas del momento, contienen
las fórmulas magistrales del momento con las cassias. Eran remedios
caros, pues escaseaban las cassias.
Y por fin, desde el primer tercio del XVI, las vainas, las
flores y las hojas estaban a disposición de todos, en abundancia y a buen
precio. Es que llegaba de América donde se desarrollaban a plenitud las cassias.
Y de España, al resto de Europa donde también eran conocidas; Purging cassia tree, de los británicos,
o el Purgier Kassie de los teutones…
Y al libro de Laura María.
Colón,
cuando el primer viaje, fue con lo puesto. Iba en busca de las islas de la
especies y pensaba conseguirlo allí todo. Como sabía lo que había, para el
segundo viaje ya se llevó de todo. Pero en el equipaje de especies vegetales no
estaban las cassias, pero hubo otros viajes y otros exploradores… aunque
tampoco las pusieron en el equipaje de material vegetal con destino al Nuevo
Mundo. Pero hubo un golpe de suerte, cuanta Laura María: “a partir de una pepita expulsada
por un enfermo que la había consumido como purgante” comenzó la
historia de la casia purgante en América. Hay dos crónicas que así lo reflejan:
la Carta del Licenciado Alonso Zuazo al
Padre Fray Luis de Figueroa (1521) y el Sumario de la Natural y General Historia de la Indias, de Gonzalo
Fernández de Oviedo (1526). El año parece que fue 1.507, en el pueblito de Concepción
de la Vega (hoy República Dominicana, entonces Isla La Española)… y en 1515
se obtuvieron las primeras cañafístulas
que hasta se enviaron a Sevilla y a buen precio…
La cañafístula se
conoce por toda Hispanoamérica como “Lluvia
de Oro”. No debe ser confundida con la cañandonga o cañafístula cimarrona (carao,
árbol
de artigas, ibirá-pitá, pié apestoso…), la cassia
grandis que también tiene propiedades farmacéuticas y que también llegó
de por aquí… aunque ya no sé si también fue “expulsada” por algún otro enfermo. En América hay otras cassias
más, pero cañafístula (cassia
purgante) y con tan singular origen… no hay ninguna otra.
[1]
Concordia Pharmacopolarum Barcinonensium de componendis medicamengtis
compositis quórum in pharmacopoliis versus et nuper accurate recognita diligenter
expurgata et antiquae integritati fideliter restituta, Consulibus Collegij
Pharmacopularum Bernardo Domenech & Ioanne Benedicto Pau. Octubre de 1511
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