Casi me da un pasmo viendo ayer al ministro Gª Margallo soltar aquello de que “por
coherencia con nuestra Historia…” votaremos Sí a la admisión de Palestina
(Autoridad
Nacional Palestina) como “Estado
Observador No Miembro”. Dejarán de ser “Entidad Observadora”… y yo, “alelao”.
Insisto: fue oír al ministro… y quedarme patidifuso.
“Por coherencia con nuestra Historia…”. ¿Qué Historia? ¿Desde
cuándo cuenta esa Historia para el Sr. Ministro?; ¿desde el mítico Don Pelayo[1]?,
¿desde Pedro de Estopiñán?, ¿desde
la primera de las Guerras Africanas
de mediados del XIX? ¿Qué coherencia y qué Historia?
Yo alucino en colores. Admito que el AVE a La Meca y otras
lindezas infraestructurales para con algunos países árabes pesa lo suyo en ese
Sí, pero esgrimir “coherencia” e “historia” en la misma frase es atentar contra
un mínimo destello de inteligencia; al menos, la mía. ¿Será consecuencia de los
efectos por exposición prolongada a la zapateril “Alianza de Civilizaciones”?
Me temo que sí. Terrible; apocalíptico. Mantengo que entre los hermanos árabes,
los palestinos son… los primos.
Y al mundo árabe, más allá de Domingo Badía (Alí Bey, Barcelona 1767 – Damasco
1818) pocos españoles habían dedicado su tiempo antes de 1945. Muchísimos habían dejado su sangre por aquello del choque de
civilizaciones. España tiene su aquél y la cosa estaba así. Por lo tanto… los
de “Por
coherencia con nuestra Historia…”, mejor no meneallo.
Y aún así, entonces, ¿de dónde sale “la tradicional amistad
hispano-árabe” a la que parece alude lo de esa coherencia con nuestra
Historia? Pues de la prensa del Régimen,
de quién si no.
El “culpable”, a resultas, no fue otro que Alberto Martín-Artajo Álvarez. En julio
de 1945 le propusieron para Ministro de Exteriores y dejó Acción
Católica para embarcarse en proceso de meter a la España de Franco en
la ONU… y esto le llevó diez añitos
(hasta el 14.12.1955)… en los que forjó “la tradicional amistad hispano-árabe”.
También Artajo fue el artífice en 1953 de los acuerdos, tanto con la Santa Sede
como con los norteamericanos. Don
Alberto, además, fue el protagonista del chascarrillo popular durante
una visita a Sevilla del general. A los vítores de la gente: ¡Fran-co-Ar-tajo!, ¡Fran-co-Ar-tajo!, va Ofito
Ruiz y dice: “¡Qué ar Tajo, ar
Guadarquivir que está aquí mismo!”.
Artajo lo tuvo claro desde el instante 1. El antisemitismo
de los nazis encontró aliados en el mundo Árabe; y aún quedaban muchos de ellos
en Egipto y otros países árabes en 1945, acabada la IIGM. Y eso lo sabía Artajo.
En los países árabes, pensó y acertó el ministro, podía, por sintonía,
encontrar los votos que necesitábamos, además de Hispanoamérica, para llegar a
la ONU. Y ahí estaban Egipto, Transjordania (entonces; hoy, más
reducida, Jordania), Líbano, Siria, Yemen, Irak y Arabia Saudí (vamos, lo mejorcito) dispuestas
a encontrar un amigo occidental antisemita, anticomunista y, al mismo tiempo,
antiliberal… que era lo que era la España de aquellos años. Entonces, éramos lo
que ellos buscaban. Y además, la vieja piel de toro tenía ese Valhalla que para algunos de ellos era
-y es aún- al-Andalus. Pero por encima de todo, seamos realistas y
pragmáticos, estaba que aquella España defendía el Principio de no Injerencia[2]…
y era lo suficientemente hostil a Francia
y Gran Bretaña para caerles bien a
los árabes. Francia y Gran Bretaña aún eran potencias coloniales en muchos territorios
de Oriente Medio.
Lo primero que consiguió Artajo fue venderles -bueno, en
realidad colocarles- obsoleta “tecnología” militar y viejas patentes bélicas
alemanas… para luchar contra los sionistas y con ello consiguió que los Países
de la Liga Árabe se abstuvieran en
la votación (09.02.1946) de condena a España en la ONU -en la que nos
condenaron a cambiar, oiga- y pasaran de todo cuando la retirada de embajadores
en la Navidad de 1946 (ninguno de ellos lo tenía). No consta en los cronicones,
digo yo, si la campaña popular “Si ellos tiende ONU, nosotros tenemos ‘dos’”
(en alusión a los testículos) les hiciera cambiar de opinión en 1947 a los yankees, o tal vez fueron
los comunistas expansivos de la URSS
los que animaron el rumbo de los acontecimientos y propiciaron un acercamiento norteamericano
a la España de Franco, a pesar de la ONU y sus acuerdos. Lo cierto es que
cuando todos retiraron embajadores de Madrid, Egipto envió su primer embajador
a España… y los EEUU no protestaron.
En 1948, en
devolución de la jugada, Franco no reconoció en la ONU al Estado de Israel y se decantó por un tenue apoyo
a los palestinos.
Entonces la sintonía con el mundo árabe fue a más y en
noviembre de 1950 se inaugura en Madrid, entonces en la calle Matías Montero,
el Instituto Faruq I de Estudios
Islámicos, hoy Instituto Egipcio de Estudios
Islámicos, que comenzó de inmediato a preparar la entrada de España en el
mundo Árabe… y en 1952 organiza la gira de Artajo por todos aquellos países “amigos”
de España.
Pero en 1953 se firman los acuerdos con los EEUU… y el lobby
judío se mueve rápida y eficazmente. Aunque parezca mentira comienza a
olvidarse la tradicional -también- coletilla de “conspiración judeo-masónica”
que tuvo, desde la Conferencia de Yalta,
su sentido: Roosevelt y Truman, su sucesor, eran masones y
estaban por los judíos y no por la España de Franco. Ellos no iban a mover un
dedo por España; y controlaban el mundo económico, a excepción de la Texaco Oil Chevron que nos seguía
vendiendo petróleo y derivados. Pues con ese apoyo, a partir de 1953 y a
instancias de los nuevos amigos yankees, el Gobierno de Franco reabrió las
pocas sinagogas del país, permitió el culto, y fomentó la tradición sefardí con el mismo ahínco con el que la había
prohibido. De repente olvidamos la colaboración en la frontera con el Gobierno de Vichy, que no con los nazis;
pero con los mismos resultados para los judíos que cruzaban la frontera.
Este acercamiento a los EEUU lo propició también Egipto. En
julio de 1952 los militares del Movimiento de Oficiales Libres derrocó al
orondo rey Faruq y… en noviembre de
1954 Nasser derrocaba, a su vez, al
general Naguig y daba sentido al nasserismo que llevó a Egipto a
enfrentarse a Gran Bretaña y a Francia y, poco a poco, acercarse a la URSS. Eso
revalidó la posición del Vigía de Occidente para los
judeo-masónicos yankees que empezaron a querernos mucho más
El colmo de la “tradicional amistad hispano-árabe”
se puso de manifiesto cuando Nasser atacó a Israel en 1967 (Guerra
de los 6 días) y los yankees apoyaron a Israel desde las bases
españolas. España -no estamos locos, que
sabemos lo que queremos- apoyó abiertamente a la coalición árabe, que salió
derrotada. Quijotes hasta el final.
Bueno, mañana más; que Putoperro ha de salir a pasear… y yo
a fumar.
[1] Cuenta
Ricardo García Cárcel (“La herencia del pasado”) -y contaba, por ejemplo, EL
PAÍS ayer- que Don Pelayo fue un “invento” del siglo XII. Por este Blog ya le
habíamos comparado con Abraracúrcix, el jefe del poblado galo de Asterix
[2] Principio clásico del derecho internacional, consagrado en
el artículo 2.7. de la Carta de las Naciones Unidas, que consiste en que ningún
país puede intervenir en los asuntos internos de otros y que determina, en
ocasiones, junto con otros factores, la imposibilidad de protección
internacional de los derechos humanos.
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