Luis Francisco Esplá Mateo Foto: Mario Ayús |
Tal vez sea el mejor
lidiador del siglo XX, yo así lo creo. Y en el XXI (2009) Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes.
Es, como él mismo se define, un torero
distinto.
Ha pasado la tarde con nosotros, en Los Cafés del Meliá, y se
me ha olvidado preguntarle qué queda en el hombre de hoy de aquél “Bambino”
Esplá. Es que me ha ganado hoy
también en el ruedo que formaba la mesa en la que hemos compartido el primer
café, previo a la tertulia. No es la primera vez que lo hacía; en más de un
ruedo le he aplaudido a rabiar y por dos veces le he entrevistado a fondo en la
radio. Y en todas me ha ganado. Banderillas en todo lo alto.
Luis
Francisco Esplá es uno de los poquísimos toreros en toda la
historia de la Tauromaquia y la Lidia con formación académica. Y, además, es un
profundo conocedor de ese mundo, el del toro y la lidia, por dentro. Le gusta
el universo de los toros desde el punto de vista de la Etología… y eso el 99% de sus compañeros de profesión -y el 98% de
los aficionados- no saben lo que es. Es que la Etología es el estudio del comportamiento de los animales
en libertad… a caballo entre la biología y la psicología. Faena de muleta.
Mi abuelo José, hombre de toros y caballos, me llevó un día
a aquella placita alicantina que era escuela
de tauromaquia por las mañanas y cine
de verano por las noches, para conocer a uno de los mejores toreros
de plata, Paquito Esplá, su
padre. Y allí estaba su hijo, Luis
Francisco, de mi edad. Esto se lo recuerdo cada vez que lo he tenido cerca.
Hoy también, cómo no.
El maestro Esplá
recordó, en la tertulia, las noches de verano en las que después de las
sesiones de cine, recogían las sillas y allí mismo, en aquél ruedo de albero,
los chavales echaban un partido de
fútbol y soltaban, al mismo tiempo, una vaquilla. Eran los mismos chavales que
acudía por la mañana a aprender a torear… y luego echaban una mano en el cine y disfrutaban de las películas y del
final de cada sesión… y así nos salió el maestro: cinéfilo empedernido.
Y ya en materia, el mayor de los Esplá pontificó: “el toreo es arte con seres vivos”. “Los
toreros aprovechamos la voluntad del toro; por eso hay que conocerlo desde
dentro”. Y él optó por conocer al toro en todos sus terrenos: se
sumergió en el mundo del toro en “La
Umbría del Tamaral”, la finca jienense de la familia. Y allí descubrió al
toro: “no son anónimos; tienen identidad. Desde que un becerro viene al mundo
tiene historia, su genealogía”. Conviviendo con ellos, reconoció, se
convirtió en parte de la vacada… y hasta llegó a abominar de la lidia hasta que
vio en ellos, en los toros, el material único del que están constituidos para
crear arte. Y como torero siempre ha procurado exaltarlos. “En la
lidia -explicó- hay que hacer
coincidir la fuerza y la voluntad de toro y torero, de ambos”. Preciosa
definición.
“Hay una relación tridimensional en el ruedo: toro, torero y público.
Fluyen las energías sólo si hay sintonía”. “La clave está -reconoció-
en
lograr incorporar la voluntad del toro porque no se deja manipular y hace
entrar en liza todos los sentidos y la valía del lidiador”. “Cada
tarde -sentenció- es como una partida de ajedrez en la que
tienes que ir como mínimo tres movimientos por delante; la mente de un torero
consume más energía, los neurotransmisores trabajan a más velocidad, que la de
un matemático en la resolución de un gran problema. Hay que conjeturar mucho,
manejar muchas variables, a una velocidad increíble”.
Y, además, “hay que convivir, sin renunciar a ellos, con
los miedos; a los que hay que domesticar hasta poder usarlos como energía”.
Es que, dijo, “los miedos nos ayudan a estar vivos”. Y de eso entiende; Planeta le ha encargado un libro sobre
este tema.
Se nos puso profundo: “El círculo es una constante en el toreo”.
Es más: “en el toreo hay una doble incurvación: la del torero en la faena y la
del propio toro, que es fuerza contenida”. Solo en la suerte suprema se
rompe el círculo: “es traspasar el dintel de la
seguridad y entrar en una fase de esgrima abandonándonos a la
acción y yendo ambos al encuentro”. Estábamos ya inmersos en la metafísica, en la introspectiva de la
realidad donde el maestro en el arte de don Francisco Arjona, “Cúchares”, lo es también de la
recreación de esos momentos de la lidia. Dijo David Silvetti: “Yo dejo las técnicas aprendidas en el
burladero y voy al toro para hacer lo que mis sentimientos me dictan”.
Pues eso, al dictado de sentimientos siempre lidió el maestro Esplá; y
conociendo al toro y sus terrenos, nunca al distado de nadie -¡crúzate!-
siempre atento a la reacción del astado, que tiene su mundo.
Treinta y seis cornadas y al final de la etapa mantiene toda
su integridad vital: le atormentaba, reconoció, ver el momento de su limitación
para el arte. Dejó aquél y hoy está inmerso en la Bellas Artes, y también con
renombre. “Las cornadas son parte del
presupuesto del toreo”.
Ya está de vuelto de todo aquello; no recuerda cuantos toros
ha lidiado, pero sí recuerda cuatro toros, cuatro, en los que “el estado de
gracia, la experiencia ulytrasensorial” ha llegado a más: uno de Miura en la de
Valencia -y recreaba el momento-, otro en la plaza de Albacete (y no me atreví
a interrumpir el lance para que me repitiera el nombre de la ganadería), y dos
de Sepúlveda en las de Jaén y Barcelona… y habló de Barcelona y su “movida” taurina,
de aquellos días de gloria tanto en la Monumental como en Las Arenas; y hasta
en El Torín de la Barceloneta.
Pasadas ya las siete de la tarde, cuando el café ya andaba
por los talones y el respeto se transformó en entrañable camaradería
recordábamos que se vistió de luces por primera vez en la plaza de Benidorm, su
alternativa en Zaragoza, sus cosas con las castas de toreros y el futuro de la
fiesta. Hijo de un torero (Paquito Esplá), hermano de un torero
(Juan
Antonio Esplá) y padre de un torero: Alejandro Esplá. Difícil futuro. “El enemigo del toro es el empresario”.
Pidió para el toreo la declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y respeto para el toro y su lidia. “El toro tiene conciencia de sí
mismo a través de los terrenos” y en la lidia hay una pugna de
voluntades; un ballet que debería tener música de jazz por que el pasodoble sólo es una incitación a la fiesta. Y la lidia es mucho más.
Gracias maestro Esplá,
Luis Francisco, por una tarde soberbia. Al final, vuelta al ruedo de
tertulianos para aplaudir al maestro dominando sus terrenos, los del arte.
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