En la “Historia de Gibraltar” de Ignacio López de Ayala (1782) se cuenta que un buen día de 1704
pudimos reconquistar Gibraltar… pero hicimos el canelo. El cabrero Simón Susarte (Simón Rodríguez Susarte),
a los dos meses de capitular y salir de la plaza con lo poco que tenía, ofertó
la posibilidad de recuperar Gibraltar… y un “comando” atacó el peñón… pero los
refuerzos, que sólo tenían que cruzar el istmo, no aparecieron. Ayala
transcribe un manuscrito del párroco de Gibraltar, don Juan Romero de Figueroa,
testigo ocular del acontecimiento.
Es demencial que en mayo de 1704 se avistara la flota
anglo-holandesa y sólo se pensara en proteger Cádiz.
Es que en 1702 ya lo habían intentado: el 26 de agosto
desembarcaron en Rota, y la tomaron; el 31 de agosto estaban ante el Puerto de
Santa María, pero la fortaleza de Santa Catalina, con el Tercio de Armada y
algunas unidades del Tercio Viejo de Levante, resiste. Y llegan los refuerzos y
el duque de Ormond, al mando de los
británicos, se retira; Cádiz intacta… y los ingleses, con los holandeses de
aliados, peregrinan por el Mediterráneo buscando su oportunidad.
Aún hoy hay quien se niega a reconocer que los ingleses ya
había acordado en 1648 (Paz de la Haya) obtener posesiones españolas. Así, en
1697 (Paz de Rijswick) pretendían obtener
Gibraltar, Menorca, Ceuta… y no pillaron cacho. Estaban obsesionados y la
Guerra de Sucesión les venía que ni al pelo.
En 1704, tras un raid fallido en Cataluña, vuelve la flota
hacia el Sur. Y al saberlo, los militares hispano-franceses piensan en Cádiz,
nuevamente. Pero los anglo-holandeses saben que Gibraltar está desguarnecido. Los
110 cañones de Gibraltar (algunos inservibles) estaban atendidos por sólo 10
artilleros. Desde la roca se pidieron cien artilleros de refuerzo, pero el
capitán general de Andalucía no atiende la solicitud. Se olvida de la petición
de Isabel I (la Católica): “nunca perdamos Gibraltar”. Isabel,
en 1501, había nombrado a Gibraltar “municipio de realengo” (lo vinculó a
la Corona) y le otorgó escudo: una llave,
la llave de España. Y en su testamento lo dejó bien claro: pide a sus sucesores
que “tengan
i retengan en sí i para sí i para la dicha ciudad (Gibraltar); ni
la enagenen de la corona de Castilla, ni á ella ni á parte de ella de su
jurisdicción civil y criminal”.
En los combates de agosto de 1704 la villa y castillo de
Gibraltar recibieron de 3.000 a 18.000 disparos de artillería naval (según la
fuente consultada; lo cierto es que los 55 barcos de la flota atacante sumaban
2.600 cañones de todo tipo) y un asalto de la fuerza desembarcada. Antes de
capitular el balance era de 64 muertos por parte española y 70 de los
anglo-holandeses; pero capitulamos porque el Capitán General de Andalucía,
cuatro años de guerra por medio, no atendió las peticiones del gobernador
militar Diego Salinas. Esta fue la ignominia nº 1; y aún habremos de ver la más
grave.
El 6 de agosto de 1704 los españoles ya se plantean
recuperar Gibraltar.
El 8 de octubre de 1704 entra en acción Simón Susarte, el
cabrero Ese día plantea al Capitan General marqués de Villadarias llevar un
grupo de hombres a Gibraltar, por la retaguardia, por el Paso del Algarrobo, y atacar a la guarnición. Desde tierra, por el
istmo, el grueso de la fuerza debería atacar. Desde la cumbre harían señales
para iniciar el ataque.
En la noche del 9 de octubre, 500 soldados españoles al
mando del coronel Antonio de Figueroa
y con Simón, el pastor, de guía
ascienden por la senda de los pastores, y por la vereda del Hacho llegan a Los
Tarfes, reagrupándose en la Cueva de
San Miguel (una red de cuevas). La subida es dura, y el equipo que portan
los militares es escaso para permitirles la marcha.
Al amanecer del día 10 asaltaron el apostadero del Hacho y acabaron con los ingleses.
Entonces se agruparon en La Silleta, lo más alto del peñón, para iniciar el ataque,
esperando movimientos desde el bando hispano-francés. El general francés Henri De Cavanne, con 3.000 hombres, debía atacar al ver las señales
desde La Silleta.
A media mañana los ingleses supieron de la acción del Hacho
y al mando del coronel Whetham
ascendieron para recuperar el apostadero. Se entabló combate sin que desde el
campamento del itsmo se apoyara a los de la cumbre que cuando se quedaron sin
munición, se batieron cuerpo a cuerpo hasta que no hubo más remedio, ante la
falta de ayuda, que emprender la desastrosa huída. Algunos se precipitaron al
mar por el Salto del Lobo (murieron)
y unos pocos, con el coronel Figueroa y el cabrero Simón Susarte llegaron al
campamento donde tuvieron que escuchar que los
franceses se negaron a intervenir porque esperaban la llegada de un mariscal francés
ante el que deberían rendirse los ingleses… aquél honor no podía recaer en
un pastor… y el marqués de Villadarias,
capitán general de Andalucía, no quiso
desairarlos, perdiendo en el intento casi 400 hombres y la oportunidad de haber
recuperado Gibraltar.
A partir de diciembre de 1704 Gran Bretaña reforzó Gibraltar
al máximo.
El 21 de mayo de 1706,
perdida la esperanza de recuperar la roca, se autorizó al Cabildo de Gibraltar en el exilio fundar el nuevo pueblo que se llamó
San Roque, transfiriéndosele todos
los privilegios que tuvo el antiguo pueblo de Gibraltar. Simón Rodríguez Susarte, el cabrero Simón Susarte, es Hijo Predilecto
de San Roque.
Francisco
Arias del Castillo Fajardo y Muñoz, Marqués de Villadarias,
siguió, a pesar de todo, como capitán general de Andalucía hasta su retirada en
1710 como Capitán General de los Ejércitos Reales. Aún la pifió otra vez más en
Cataluña (pero esa es otra historia) y se retiró a Antequera, donde en 1711 se
construyó el palacio que lleva su nombre, y allí permaneció hasta que Felipe V le requirió para la Capitanía General de Valencia entre
1713 y 1716.
Por su fatuidad
estamos como estamos; Francisco Arias
del Castillo Fajardo y Muñoz, Marqués de Villadarias, merecería permanecer
apartado de la lista de militares de este país por mucho que comenzara en
Flandes, a pesar de su hidalguía, como simple soldado de Infantería de los
Tercios. Llegó a Sargento Mayor, que es el segundo al mando en un Tercio, por
méritos de guerra. Llegó a Maestre de Campo, máximo rango de
los Tercios. Llegó a Capitán General de los Reales Ejércitos,
llegó a lo máximo del escalafón… y perdió el recuperar Gibraltar y a 400
hombres por supeditarse al mando francés (2ª ignominia).
Así nosotros llegamos a la Paz de Utrech… y se cumplió la
pretensión británica de 1697: Gibraltar y Menorca… y el comercio de indias, y
el asiento de negros…
En 1704, tras lo de Gibraltar, la escuadra anglo-holandesa
fue repelida en Ceuta. Menos Mal.
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