Quién lo diría, viéndolo en la dirección del Camping Benisol, que a punto de cumplir
los 81 se ha vuelto a meter a grabar sus coplas y rancheras; lo que más le
gusta.
Se llama Casimiro
Vila y en Benidorm todos le conocen por ser quien es. Promotor,
constructor, empresario; Vila es el epicentro y la imagen sobre la que gravita
el Centro Doble Amor desde hace… ¡ni
se sabe! Hace más de 20 años que le entrevisté en un par de ocasiones por las
necesidades de la institución, pero no sabía nada de lo que el amigo Cecilio González llama “el secreto”;
Sí, el secreto que atesora: “el secreto de su voz”.
Ochenta años de Casimiro Vila y ahí sigue derrochando
poderío entre registros de tenor y calidez de cantor. Ochenta años de la copla
flamenca a la ranchera y de la ranchera a la copla flamenca… sólo para sus
adentros.
Sí, porque le gustaba esto de la música, comenzó con aquella
gente de “Fiesta en el Aire” recorriendo la España de los años sesenta y,
reconoce, “aquello no era vivir”: malas carreteras, peores transportes,
insufribles pensiones, dar tumbos, antros y teatrillos… por mucho que Francisco
Palmero o Maruja Montes fueran su aval.
De Benetússer, en
l’Horta
Sud valenciana -donde la Rambla del Poyo lo marcaba todo ayer, y casi
lo hace hoy-, saltó hasta Benidorm. Su padre se vino con un grupo de “yesaires”[1] a construir, y Casimiro
-harto de la farándula de los espectáculos de Variedades de entonces- recaló en
Benidorm guardándose su secreto, su voz, que sólo desvelaba en contadas
ocasiones. Hace años, empujado por su hijo Carlos -otro músico con mayúsculas,
pero discreto y casi desconocido a pesar de firmar varios éxitos-, grabó dos CD
cuya venta -por casualidad- reportó algún dinerillo al Doble Amor. Ahora Carlos
le ha pedido grabar, para que el tiempo no oculte el secreto de su voz a su
familia, otra serie de temas, y Casimiro, sólo para sus íntimos, ha aceptado.
Casimiro Vila siente lo que canta, pero abomina de mostrarlo
al gran público; quedó harto de aquellos trotes por la España de los cincuenta.
Tal vez su nieto conozca de mayor su secreto; pero pocos más.
Cecilio González está empeñado en que se haga justicia a
quien asegura es el mejor cantante de
rancheras del mundo, que además domina
la copla flamenca como nadie, pero Casimiro sigue enrocado en su no
rotundo, sintiendo lo que canta, mostrando el poderío de su garganta y su
capacidad de modular su voz adaptándola a cada compás, hasta emocionar… y
emocionarse. Por lo bajinis te pide
que no le hagas cantar “El preso número 9”,
le hace enmudecer. Y vibra, y se enerva, con “Méjico Lindo”, y con “Jalisco”,
y con “El Rey”, y con… todas. Pero lo
mismo le da arrancarse por “El Jinete”
que por “La Niña de Fuego”. Ninguna
canción supone un reto para él; no se achanta ante un falsete, ni se arredra
ante la poesía cantada que dicen que es la copla: vamos, duende, o lo que es lo
mismo, “estética de la voz, tiempo y espacio” que me dijeron en una
peña flamenca de Ayamonte, y espíritu de raza de gestas y
romances de corridos y rancheras.
Pero lo mejor es que con 80 años no se le resiste nada a su
voz, y sólo unos cuantos lo podemos disfrutar.
Algo habrá que hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario